03. it's always been him

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No es que odiara ese mundillo de gente rica y coches lujosos, ni mucho menos, pero me había alejado de él hacía muchísimos años, cuando empecé a salir con Damiano y empecé poco a poco a alejarme de todo lo que mi familia me había inculcado a excepción de la música, por supuesto.

—¿Pasa algo, stellina?

Levanté la vista y vi a mi abuelo, de brazos cruzados y con cara de querer saber el motivo por el cual me había quedado parada.

—Tienes que estar de coña... —fue lo único que pude decir mientras señalaba el letrero, incrédula.

—¿A que es increíble? —contestó, acercándose a mí con brazos abiertos para darme un abrazo que, obviamente, rechacé—. No te pongas así, muchacha. ¡No todos los días unos italianos muertos de hambre pueden venir hasta aquí para ver a un piloto de Ferrari!

—Tomasso, por favor, no se refiera así a nosotros —intervino mi madre, que hizo callar a mi hermano pequeño, Angelo, quien parecía querer decir algo.

—¿Cómo que hemos venido hasta aquí solo para ver a un simple piloto de Ferrari?

Toda mi familia se me quedó mirando, como si hubiera cometido el peor de los crímenes con mi pregunta.

Mi madre suspiró, llevándose las manos a la cabeza. Mi padre, mi hermano mellizo, Antonio, y mi abuelo comenzaron a reírse.

—Deberías mostrar un poco más de respeto por Fernando Alonso —habló mi hermano pequeño finalmente—. Es más que un simple piloto de Ferrari. Es...

—Que hemos venido a hacer el tonto, vaya —interrumpí, tratando de no enfadarme más de lo que ya lo estaba haciendo.

—Si llamas hacer el tonto a ver al mismísimo Alonso en persona...

Abrí los ojos ante la revelación de Antonio.

Ahora entendía por qué estaban tan emocionados de venir a España en plena época de caos familiar para tomarse un respiro en medio de tanto caos. Angelo estaba en pleno curso escolar y lo compaginaba al mismo tiempo con sus estudios de clarinete en el conservatorio, por lo que faltar a clases no era una opción; Antonio había estrenado unos días atrás una exposición de pintura en Florencia; mi padre hacía sus pinitos como artista fracasado, y mi madre hacía todo lo posible por sacar adelante no solo la casa, sino también nuestra familia, sobre todo desde que mi abuelo se había acostumbrado tanto a estar con nosotros en todo momento a tal punto de venirse a vivir con nosostros.

—También quiero comprar vino de las bodegas Cruz. No es lo mismo comprarlo aquí, donde se hace, que en un supermercado. ¿Sabes lo caro que cuesta comprarlo de importación, Alessia? —me hizo saber mi abuelo.

—¿Estáis hablando en serio? —quise saber, aunque ya esperaba la respuesta.

Nadie respondió. Miré a mi madre en busca de apoyo; ella simplemente ladeó la cabeza, dándome a entender que le había dado la razón a su suegro y a su hijo.

—¿Habéis improvisado unas vacaciones solo para ir a ver a Fernando Alonso? ¿Vais a acosarle como un mono de feria? ¿Quiénes os creéis que sois?

—No es acoso si lo tratamos con respeto, Ale —intervino al fin mi padre.

No dije nada más, pero tampoco es que ellos me dieran oportunidad de hacerlo porque, al instante, se dieron la vuelta y se adentraron en el edificio.

Suspiré y, con resentimiento por haberme quedado con la palabra en la boca, los seguí, aún molesta por la verdadera razón tras la visita.

Mis sentimientos parecieron cambiar al meterme de lleno en el ambiente. Me alegré cuando vi que mi familia estaba absorta en el lugar. Incluso el más mínimo recoveco parecía estar lleno de la historia del piloto asturiano. Había coches de carreras impresionantes. Era la primera vez que tenía los monoplazas tan cerca, por lo que me fue casi que imposible contenerme las ganas de tocarlos. Leer la información de cada uno de ellos escuchando una melodía de fondo me hizo llevar instantáneamente a mi infancia donde, quizás, era un poco más feliz, pero no tanto como lo hacía ahora que tenía la vida que había ansiado desde que apenas tenía conciencia.

ADAGIO FOR TWO | Sebastian VettelWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu