-¡Aquí voy!-.

Suikyo no tuvo que provocarlo para que atacara, porque Harbinger mismo se lanzo hacía él de un salto, con su Cosmos concentrado en su brazo derecho.

Suikyo se hizo a un lado, esquivando el puño que se estrello con el suelo de más atrás de su posición. El impacto genero un gran cráter y destruyo cualquier piedra cerca. El viejo amigo de Dokho y Shion no se inmuto.

Harbinger se giro y lanzo un puñetazo que Suikyo esquivo fácilmente.

-Tiene el poder y fuerza bruta en Cosmos, pero le falta refinamiento y experiencia- lo analizo mientras esquivaba sus golpes. -Pero tiene un buen control de su Cosmos sin armadura y sabe cuando usarlo y liberarlo para dar un golpe letal. Alguien lo entreno-.

Con un rugido, el puño de Harbinger se estrello contra el pecho de la armadura de Suikyo, pero sin hacerle ningún rasguño ni logrando mover a su dueño.

-¿Esa es toda tu fuerza?- Con solo levantar un dedo y usar un poquito de su Cosmos, Suikyo lanzo a Harbinger a estrellarse contra una roca, que se destruyo y colapso encima suyo. -Solo eres un animal atacando a lo loco. Tal vez lo mejor para tu existencia sería que te eliminará aquí mismo-.

De entre las rocas, salió un Harbinger que sangraba por toda la cara y ya tenía los huesos bastante rotos. Pero aun con su cuerpo dañado, su espíritu estaba intacto.

-Es lo que haces, ¿no? Decidir que castigo darle a las personas. Por eso el nombre de "Juez del Inframundo". Qué bonito titulo... para un idiota ególatra-.

Suikyo no respondió, lo que enfado aun más a Harbinger.

-Puede que para los Espectros, los humanos no seamos más que insectos y que se sientan poderosos al poder decidir de nuestro destino al morir, pero aun así...- apretó fuertemente sus manos sangrantes. -Aun así, ¡hasta los insectos tienen derecho a elegir su destino, aun en la muerte! ¡¿Solo por ser poderoso te crees con el derecho de quitarles eso?! ¡No me hagas reír!-.

Suikyo vio sorprendido como el aura dorada de Cosmos de Harbinger crecía con cada palabra que decía, hasta que la presión del Cosmos comenzó agrietar el suelo bajo suyo.

-¡Arde! ¡Enciéndete, Cosmos!-.

El Cosmos de Harbinger aumento cada vez más y más, hasta cubrirlo por completo de un aura dorada con hilos que se extendían a los lados al azar. La luz de su energía podía ser sentida en todas partes del Inframundo.

-Increíble...- exclamo sorprendido Suikyo por el Cosmos que desprendía el pelilila. -El Cosmos que proviene de él fluye como el agua pero arde como el fuego. Su voluntad es mayor a la de otros Caballeros Dorados que he conocido-.

Y entre todo el Cosmos que liberaba, Suikyo pudo distinguir la imagen de una criatura. La imagen se hizo más clara para él a cada segundo hasta que la vislumbro por completo.

Era un toro. Lo que vio fue un toro dorado.

-Ya entiendo... la armadura por la cual estas predestinado a usar es...-.
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En el Santuario, más exactamente, en la Casa de Tauro, la Caja de Pandora de Tauro reposaba tranquilamente en el centro de la sala, guardando en su interior la poderosa armadura del toro dorado hasta el momento en que fuera abierta por un digno sucesor. Un portador digno podría aparecer de cualquier lado, desde dentro del Santuario, o hasta afuera.

Y en ese momento, sintiendo el poderoso y ardiente Cosmos que se siente más allá del reino terrenal, la armadura encontró a su nuevo portador. Alguien con una voluntad poderosa pero salvaje, que oculta en el fondo de su ser un alma gentil y cálida como la de nadie más.

La Leyenda de las Facciones y del SantuarioDove le storie prendono vita. Scoprilo ora