➜ Capítulo 4

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El resto del domingo lo pasó acomodando, limpiando y guardando las cosas de mayor valor sentimental en cajas.

Afuera había vuelto a nevar, pero al no acumularse con la tormenta, las calles aún eran transitables. La gente sabía que, si estaban en alerta por tormentas, debían sacar la nieve en los momentos de calma para evitar el doble de trabajo después.

Era de noche cuando Marlene pudo sentarse nuevamente para ver el libro y el álbum. Este último lo observó desde distintos ángulos y luces, pero no encontró más palabras. Sabía que debía haber al menos una o dos, si seguía la lógica de una palabra por cada fotografía.

Después de media hora sin avances, agarró el libro y lo abrió por la primera página. Comenzó a transcribir los símbolos en caracteres romanos hasta que finalmente tuvo lista la primera hoja.

“Este es el libro del comienzo, la puerta que conecta el mundo de la magia con el mundo humano. Cuando la magia llegó a este mundo, muchas personas no la entendieron y le temieron; otros la vieron como dones divinos para obrar milagros.”

“Con el paso de los años, se descubrió que había personas que podían manifestar la magia por sus propios medios: recipientes idóneos, polillas en busca de la luz mística. El segundo grupo podía manifestar la magia mediante hechizos, rituales y conjuros. El tercer grupo no tenía habilidad para la magia.”

”Esto dividió a la gente en dos: los que debían proteger el libro y sus secretos, y los que los cazaban y asesinaban para evitar más usuarios de la magia. Los cazadores eran de los grupos dos y tres.”

“Los usuarios de magia o polillas se dividían en varios grupos según el tipo de afinidad que tenían con el libro. Sanadores, viajeros, elementales, naturales, culinarios y muchos más grupos. Este libro tiene toda la información necesaria para saber cuál es tu tipo y cómo sacar el máximo de su potencial.”

“La primera bruja.”

Esa era una de las hojas, escrita con caligrafía pulcra y cuidada. Además, Marlene notó que, después de mucho verlo, el color de las hojas cambiaba ligeramente. Todas eran marrones por el tiempo, pero algunas eran más grises y otras más amarillentas. La página de la primera bruja era más amarillenta.

—¿Magia? No sé... tal vez esto es toda una historia fantasiosa de las que mi abuela leía de vez en cuando —dijo Marlene, sin saber cómo abordar el tema. No veía a su abuela como una bruja, aunque sí era mágica.

Ya era medianoche, así que dejó las cosas en la estantería de la cocina y se fue a dormir. Dio varias vueltas en la cama mientras luchaba contra las ganas de seguir leyendo ese libro. ¿Sería en verdad algo mágico o solo una historia? ¿Por qué su abuela le había enseñado a leerlo?

A la mañana siguiente, se levantó para realizar su rutina diaria: ejercitar, bañarse y tomar un café. Ayudó a quitar la nieve de la noche y esperó al camión que despejaría las calles.

Esa mañana, fue a la inmobiliaria a pedir el cartel que debía poner en su jardín para anunciar que la casa estaba en venta.

Aunque la decisión de deshacerse de una casa tan cargada de buenos sentimientos y recuerdos pesaba mucho en el corazón de Marlene, seguía repitiéndose que era la mejor decisión en lugar de que siguiera deshabitada y deteriorándose con el tiempo.

Al bajar del colectivo, fue directo a la inmobiliaria. Tuvo que detenerse un momento en la puerta para sacarse la nieve de las botas, ya que había gente que no limpiaba sus veredas. La mujer dueña del lugar fue muy amable al abrirle la puerta y hacerla pasar, incluso le ofreció una taza de café.

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