Capitulo 1

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Era viernes por la tarde, recién salíamos de clases, yo estaba muy aburrido. El lado bueno era que llegaba el fin de semana y podía disfrutarlo al máximo.

De pronto lo vi, allí de pie con una pierna y su espalda recargadas al muro. Fumándose un cigarrillo mientras escuchaba música y scrolleaba su teléfono móvil. Sonreí al tiempo que me alejaba de él. 

No era más que Trevor, Trevor Bonneville. Tan guapo, sexy y atrevido; nadie que valoraba su estancia en el colegio Red Moon se atrevía a fumar un cigarrillo dentro de la misma (a pesar de que Kevin estaba en el patio y ese era un espacio abierto), Bonneville no era de la clase de chicos que siguieran las normas al pie de la letra y eso era lo que me encantaba de él. Me gustan los chicos malos.

—¿Adónde crees que vas, Freddy Rummage? —una voz me interrumpió de mis pensamientos y mis ideas. Nervioso, detuve mi marcha. La luz del sol se filtraba por los ventanales del techo—. ¿Crees que se me olvidó que tienes que hacer el reporte de Biología y la tarea de Historia? —al darme la media vuelta, pude saber de quién se trataba: Billy Hatman, él sí era el tipo de chicos que su pasión en la vida era agredir a otros chicos tan inofensivos como yo lo era. Él solo se acercó a mí, acorralándome contra el muro del edificio de la entrada del colegio—. Quiero tener una buena nota y que se note que lo hice yo, la profesora James empieza a sospechar que yo no hago mis tareas y eso no es lo mejor para ti, torpe.

—Es que es la verdad: tú no haces tus tareas —mi comentario pareció haberlo molestado, su cara se tornó roja como un tomate, le hervía la sangre por dentro y estoy seguro de haber visto salir humo por sus orejas—. Pero lo haré, no me hagas nada, por favor. No fue mi intención haber dicho eso, nunca quise decirlo, lo siento mucho, Billy. No me hagas nada, para ya —¿sirvieron de algo mis súplicas y súplicas? Para nada, nunca debí haber respondido con palabras en primer lugar, solo debí asentir con la cabeza y nada habría pasado.

Billy me condujo directo hasta el sanitario de caballeros en el colegio, me hizo entrar en un cubículo, sostuvo mi cabeza y, agarrándome del cabello, la introdujo directo en el retrete y comenzó a tirar de la cadena. Según él, no quería hacerme daño alguno y yo siempre era quien lo orillaba a hacerme daño, qué desconsiderado soy, en serio. Yo le puse un arma en la cabeza a Billy para que me hiciera mi vida imposible los últimos años. Nótese el sarcasmo.

Cuando terminó de «darme mi lección» (así lo denominó él, yo no), salimos del cubículo, me volvió a entregar sus libretas con las tareas que yo debía hacer. ¿Cómo había sido posible que ni una sola alma hubiera entrado al sanitario por diez minutos? Es que ya era la hora de salida y, aunque la misma gente que laboraba en el colegio desalojaran la escuela, todavía no llegaba el turno de desalojar los baños. Fueron los diez minutos más eternos de toda mi vida. Tuvo que lavarse las manos (nunca dije que el retrete estaba limpio ni que él tirara de la cadena antes de meter mi cabeza).

—Más te vale que estén hechas las tareas que debes hacer, ¿oíste, Rummage? —habló mientras se secaba las manos con una toalla de papel—. No creo que quieras que se repita este pequeño incidente que acaba de pasar, Freddy —se acercó un poco más a mí—. Lávate la cara, apestas a mierda, ¿o ese ya es tu olor natural?

Una parte de mí quería responderle y la otra, sin embargo, me decía que más me valía quedarme callado y simplemente asentir con la cabeza. No decir nada y quedarme callado… Esa siempre había sido una buena opción cuando alguien se metía conmigo. Nunca fui un chico que le gustara meterse en problemas; no fui educado de esa manera y a mí no me gustaba.

Empecé a limpiarme la cara, usé jabón, mucho jabón. Más jabón de lo permitido, más cantidad de jabón que la que había usado en la mañana, cuando me duché antes de ir al colegio. Yo me seguía limpiando la cara, cuando escuché el crujido de la puerta del sanitario abrirse y a una persona quejarse del mal olor que había quedado por culpa mía. En serio, soy un maldito. Era muy desconsiderado de parte mía.

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