Capítulo primero.

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Guns llegaría a la entrada del gremio, y aunque ya había estado muchas veces allí, no le dejaba de impresionar el gran tamaño de esta. Levantadas con piedras que se unían entre sí con una seguridad que hacía pensar que nunca se caería, pues así era, porque nunca había mostrado ni la más mínima grieta en sus paredes. Sus diseños eran perfectas figuras talladas por manos talentosas que mostraban la tradición del lugar, pero la que más resaltaba era la estatua del héroe antiguo  Arthur,  posicionada en la parte frontal del gremio. La gente salía y entraba del lugar, a estos se les podían llamar guerreros, mercenarios, aventureros, o lo que sea, no importaba en realidad como los llamarán, solo eran personas que ganaban dinero con las misiones del gremio o pedidos de algún pez gordo. Eso quería decir que los que estaban al servicio del gremio, se prestaban a cumplirlas por la paga que estás ofrecían; Guns era uno de estos.

CERLY

La carroza grande  y elegante avanzaba mientras varios caballeros la resguardaban montados en sus corceles. Dentro de esta se encontraba Cerly Arventa, hija del rey Luka Arventa. Ella estaba en un gran aburrimiento, puesto que ya eran varios días de viaje desde Ventisca y de vuelta a la capital. Cerly se acercaba a la edad de la adultez y su padre había formalizado un acuerdo con lord Royan Garren para que se diera un compromiso con su hijo. Eran uno de esos matrimonios políticos que se daban en todas las familias nobles de cada uno de los reinos. Cerly se negaba al principio, tenía aspiraciones de casarse con un hombre que ella verdaderamente amara. Pero se daría cuenta de lo infantil que se había comportado, así que accedió a conocer al hijo de lord Royan Garren.

Su padre la enviaría con varios caballeros escogidos por el capitán de la guardia que custodiaria a su hij: ser Freder. Era una fiesta para celebrar la noticia del compromiso. Tiempo después ya estaban de regreso, los guardias tomaban los caminos más seguros para evitar problemas.

—Princesa, ya falta poco recorrido para llegar al siguiente destino —dijo ser Freder —No se preocupe.

Cerly lo escucho desde adentro y soltó una estirada de brazos para aliviarse, luego haría un sonido y mueca de aburrimiento. Su mayordomo le daría una buena mirada examinadora.

—Princesa, compórtese como se debe —fulmino el mayordomo.

—Tranquilízate Thomas —dijo Cerly con un tono apaciguador —Nadie más que solo tú, me está viendo.

—No. Eres una Arventa y debes comportarte como se debe en cualquier lugar —dijo el mayordomo —No importa que tan sola o acompañada estés. Es parte de su educación.

La carroza se detuvo de golpe, y estruendos de acero contra acero, se escuchaban afuera. Eran las espadas de los guardias que se blandían contra unos bandidos. Alguno que otro arbusto se manchaba con el color rojo que se escapaban de los hombres cortados por la filosas hojas de las espadas.

—¿Qué está pasando Freder? —pregunto Cerly preocupada.

—No se preocupe Princesa —dijo ser Freder —Tenemos todo controlado.

Los guardias habían retenido a los bandidos a medida de espadazos cortantes, y uno que otro había muerto. Los caballeros tampoco habían salido ilesos, algunos estaban heridos, pero no era tan grave, se podrían recuperar con un poco de descanso. Teminaron a los otros, para que no atacaran a más personas.

Prosiguieron en su camino hacia el siguiente lugar. Era Dorran que estaba a unos tres kilómetros de distancia,  o eso suponía ser Freder. Cerly no veía la hora en la que llegaría a su casa en la capital, pero antes tenía que quedarse en otro lugar, lo que provocaría aún más el aburrimiento dentro de ella.

El paisaje de camino a casa se había vivificado con la salida del sol y el viento fresco luego de la mañana lluviosa. El viento y el galope de los caballos, hacia ondear el estandarte de los Arventa: un águila de fuego de ojos furiosos y puesta en su cabeza la corona real. Esa imagen demostraba lo importante que eran los Arventa, no solo por ser la familia real, sino también por su fuerza, su forma de regir y los grandes nombres que habían hecho de su reino uno de los más grandes e importante, y también de su antigüedad dentro del reino. Pertenecer a la casa Arventa era símbolo de honor y respeto. Cada persona que la escuchaba se arrodillaba en significado de respeto hacia cada uno de los que pertenecían a esta familia.

Cerly estaba sentada dentro de la carroza, no se aguantaría más y abriría una de las ventanillas. A lo lejos se mostraba Dorran que se se hacía más grande a medida que la carroza se acercaba. Cerly contempló a Dorran sin ningún sentimiento de sorpresa, ya que ella era de la capital y no le sorprendía, puesto que no era ni la cuarta parte de su ciudad natal.

—Thomas ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —preguntó Cerly.

—Creo que un día o hasta que los hombres y los caballos hayan descansado lo suficiente —afirmó el mayordomo Thomas.

—Creo que un día o hasta que los hombres y los caballos hayan descansado lo suficiente —afirmó el mayordomo Thomas

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