Se siente bien estar abrazado de la mujer de quien estoy enamorado, lo único que sé siente mal es que no puedo estar con ella. Simplemente me queda abrazarla queriendo y deseando poder volver hacerlo, pero en otra situación.

    El ascensor de un momento a otro empieza a funcionar, bajandonos a la primera planta.

   Sin dejar de abrazarla, entro mi mano en mi bolsillo derecho y de allí saco mi teléfono.

   Lo desbloqueo buscando señal y encuentro un pequeño punto mientras el ascensor se queda parado y las puertas empiezan a abrirse.

   Inmediatamente antes de salir del ascensor le doy al botón de emergencias para llamar la ambulancia.

    El teléfono suena y suena mientras camino hacia afuera del ascensor con Emma abrazada de mi pecho. Sus ojos permanecen cerrados todavía.

    La ambulancia por fin contesta la llamada.

   —Buenas noches, civil. ¿En que podemos ayudarle?

   —Mi chica está sufriendo de un ataque de claustrofobia y me gustaría que enviaran una unidad a la editorial La Mariposa. —respiro nervioso porque aún Emma no se aleja—. ¡Necesito que envíen una unidad rápidamente!

   Corto la llamada rápido. Me siento mal por hablarle tan fuerte y claro al hombre que atendió mi llamada, pero es la única forma con la que ellos van a tomar enserio la situación.

    Cuando ya estamos Emma y yo en el pasillo, observo que no hay nadie en él y me alegro mucho. No quiero que vean a Emma en esta situación y que luego se forme un problema con las demás escritoras que trabajan aquí. Ninguna es amiga de ninguna.

   Camino como logro con Emma todavía agarrada de mi cuerpo. La siento muy débil, como si fuera a desmayarse y mis palabras se vuelven realidad.

   Se ha desmayado.

   Emma se desmayado en mis brazos y aunque esto me parece demasiado anormal y raro, la sostengo agarrada de su espalda mientras la enderezo, me agacho y levanto sus piernas colocando su cabeza en mi pecho. La llevo en brazos a mi oficina caminando lo más rápido posible.

   Al entrar a la oficina la recuesto del primer mueble que ven mis ojos.

   Estoy nervioso. Nunca antes he pasado por esta situación. Elizabeth no se ha desmayado ni una sola vez, ella no suele pasar de tener gripe o estar resfriada.

    Cuando ya está recostada, corro hacia el baño de la oficina y busco entre los gabinetes, una toalla seca y cuando ya tengo una en manos, la acerco al lavabo y moviendo la llave hacia la izquierda para que salga agua caliente, empapo la mitad de la toalla.

   Esprimo un poco la toalla con el fin de correr hacia Emma, para colocarselo en la frente.

    Emma es de tez mulata y creo que un poco más clara. Y aunque su piel no es blanca pálida, toda su cara, cuello y brazos están en este instante rosados. Es como si se le estuviera creando una alergia.

    La puerta de mi oficina es abierta por los paramedicos y ellos al llegar hasta donde estoy, le quitan la toalla a Emma y revisan su pulso.

    —¿Qué le pasó? —me pregunta uno de ellos.

    Me levanto ya que estaba agachado y me coloco enfrente de él.

    —Ella es claustrofobica y entró a un ascensor sin querer. —me rasco la cabeza preocupado—. Ella no estaba así, se acaba de desmayar y pues solo quería ayudar.

   Al parecer lo que acabo de decir no significa nada, a causa de que él hombre me ignora. Ellos están midiendole la presión mientras le han puesto un tubo de oxígeno, para que ella empiece a tener más aire en su cuerpo.

MI DULCE REGALOWhere stories live. Discover now