Yvonne Fiskpatrick era una chica sobreviviente por una pandemia mortal, donde todos sus familiares fueron víctimas, pero ella fue la única mutada por poderes sobrenaturales. Luego de las tragedias, debe explorar por un mundo post-apocaliptico lleno...
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Virginia, EEUU. 2034
El dolor retuerce el interior de Kahlan, como si su cuerpo fuera un campo de batalla en el que una enfermedad misteriosa libra una guerra sin cuartel. Su piel, una vez tersa, está ahora hinchada y marcada por granos que parecen multiplicarse con cada hora que pasa. Pero el tormento invisible que realmente lo consume, son las alucinaciones que lo atrapan en un laberinto de terror, haciéndolo prisionero de su propia mente.
En la pequeña ciudad de Virginia, la epidemia se extiende como un fuego voraz, arrasando con todo a su paso. Kahlan no es el único afectado, pero su caso es uno de los primeros en sufrir esta enfermedad misteriosa.
Mientras tanto, en la sala de aislamiento, Yvonne observa impotente a su hermano, atrapado tras el cristal que los separa. Cada vez que posa la mirada en él, siente un peso aplastante en el pecho, un remordimiento que la consume. Ha jurado protegerlo, pero ahora se encuentra relegada a ser una espectadora en medio de esta tragedia sin nombre.
«Debí protegerlo», murmura en un susurro apenas audible, mientras la angustia la envuelve como una sombra. Pero las palabras se pierden en el silencio de la sala, ahogadas por el sonido de las máquinas hospitalarias.
El padre de la familia agarra la mano de la adolescente, preocupado y melancólico.
—Por favor, Yvy. Déjalo así —suplica su papá—. No entres allí.
La protagonista se contiene de lanzarle una mirada desafiante a su padre. Observa cómo el miedo se refleja en sus ojos ante la posibilidad de perder a otro familiar, en especial frente a una enfermedad sin cura.
—No te preocupes, solo iré al baño —se excusa la joven y el representante accede.
«¿Cómo podré acceder al cuarto de cuarentena sin que se dé cuenta de mí?» piensa la joven. «Mi mamá trabaja de enfermera, pero hoy le toca trabajar en la sala de emergencias. « ¿Qué hay de robarle su ID? Luego lo averiguaré».
Yvonne se desliza por el pasillo hacia el baño, intentando mantener la calma y ocultar sus verdaderas intenciones. Su corazón late con fuerza en su pecho, cada latido resonando en sus oídos como un tambor de guerra.
Al llegar al baño, la chica respira hondo, tratando de calmar sus nervios antes de continuar con su arriesgado plan. Una vez dentro, Yvonne se permite un breve momento para recobrar la compostura antes de retomar su ruta hacia el área restringida del hospital. Cada paso que da parece cargar con el peso de una decisión que cambiará su vida para siempre.
Cuando observa que la habitación está con la puerta abierta, aprovecha que no hay nadie. Con manos temblorosas, busca entre las pertenencias de su madre hasta encontrar su identificación y un uniforme de enfermera.
Una vez vestida, se ajusta el cabello bajo la cofia y se mira en el espejo. La imagen que le devuelve el cristal es extraña y desconcertante. ¿Qué pensará su madre si la ve ahora, infiltrándose en un área restringida del hospital? Pero no hay tiempo para dudar. Con determinación, Yvonne se encamina hacia la sala de cuarentena, sintiendo cómo su pulso se acelera con cada paso.
