Capítulo 1: Del otro lado

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Desirel presionó un sensor, y la pesada puerta de la casa familiar se abrió. El joven pasó su mano por su cabellera blanca, y entró, con el frío de la noche calando los huesos. Avanzó con cuidado, recorriendo de nuevo aquella sala vacía, donde solo quedaban los fantasmas de los muebles y el polvo. Y una amarga sensación trepó por su garganta. Tras una eternidad, había vuelto a aquel condenado lugar, donde acechaban solo el silencio, y los recuerdos. Los malditos recuerdos. Desirel apresuró el paso, llegó a la cocina, y se detuvo frente al marco de una puerta que ya hace tiempo fue comida de las polillas. No había venido a recordar.

Fue una mala temporada en la fábrica, y no le alcanzaba para la medicación de ese mes. El aroma de humedad y calor se filtraba desde la profunda oscuridad que tenía frente a sí, desde el otro lado de la inexistente puerta. Se quedó inmóvil, mientras las dudas asaltaban su mente. No había revisado el sótano, pero era claro que estaba inundado. Le daba arcadas el hedor, y pensó que, con toda certeza sería insoportable allá abajo, en el origen mismo de la podredumbre. Quizás quedaría algo en el piso de arriba. Algún dije, cadena, o un celular medio funcional en un cajón que no pudo forzar en alguna otra ocasión.

Resignado, bajó el primer escalón en las tinieblas, aun pensando si quedaría algo cerrado arriba. Si acaso quedaría algo en general. Despacio, puso su pie en el segundo, y así, descendió con cuidado. El único ruido aparte de sus pasos sobre el concreto desnudo, era un goteo constante. Y entonces, el sonido de su pie hundiéndose en el agua, rompiendo la tranquilidad. Estaba fría, y el suelo se notaba viscoso bajo sus botas de cuero. Respiró profundo, y metió el otro pie, sintiendo un escalofrío subiendo por su espalda.

Desirel se dio unos golpes con la palma en la oreja izquierda. Tras unos segundos, su ojo de ese lado activó el protocolo nocturno. Luego hizo una mueca. Había hongos y moho creciendo como enormes esponjas en un librero. En el agua flotaban residuos de plástico, y algo que parecía una rata. Apretó los dientes, y se adentró en el sótano, encontrando solo más basura y decadencia. Ni un viejo televisor, unos cables, o una reliquia de la familia D'Sonata de la tatarabuela valorada actualmente en una fortuna. Por supuesto que esa clase de cosas no pasan. Y menos a Desirel.

Cuando pensaba que haber bajado había sido una pérdida de tiempo y una estúpida idea, algo llamó su atención. Cruzó con dificultad entre el agua, llegando hasta los restos de algo metálico. Estaba oxidado, y mucho. Desirel pensó que podría haber sido un laboratorio, tanto como podría haber sido una estatua. Restos de cristales y cables sobresalían de la estructura, casi fundida con la pared. Pero lo importante estaba junto a esas ruinas, descansando sobre un estante de piedra, con fragmentos de baldosa. Ajeno al polvo, la humedad y la "biodiversidad", un rectángulo metálico esperaba sobre el estante. Desirel lo tomó con cuidado, sorprendido. Estaba helado, pero no era tan pesado como Desirel pensó inicialmente. Parecía una memoria, de las que usaban en la fábrica. Era justo la clase de cosa que buscaba.

Sin revisar nada más, apretó aquel rectángulo metálico contra su pecho, dio media vuelta y volvió hacia las escaleras, deseoso de irse cuanto antes. Algo viscoso se enredó en su tobillo, pero Desirel continuó, tratando como pudo de hacer caso omiso a lo que, por todos los dioses, esperaba fuera solo una funda y no la rata de antes. Salió con un chapoteo, y mientras subía por los escalones, sus botas fueron haciendo un sonido líquido. Se detuvo en la última de ellas, y con el índice y el pulgar, retiró lentamente lo que seguía pegado a él, y lamentablemente no era una funda.

Al volver a la cocina, jadeo, y tomó el frío aire viciado del exterior. Sacudió sus pies, zapateando tratando de sacar el agua. El aroma del sótano lo perseguía, y pensó seriamente si abandonar esas botas o no. Al diablo su estado bancario, no volvería a usar esas cosas si ese olor se quedaba con ellas. Pensó también que había tocado fondo, si tenía que adentrarse entre las aguas servidas de una casa en ruinas, para saquear algo que lo ayude a llegar a fin de mes.

Decay: El grimorio de oxidoWhere stories live. Discover now