💄 22. Acalorado 💄

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—¿Puedo preguntarte algo? —le preguntó Lidia, que se había percatado de algo.

—Claro.

—¿Sientes algo por él?

No pretendía juzgarla ni cuestionarla.

—Sí, o al menos eso creo... —respondió Nina con sinceridad—. Hace tanto que no me enamoro, que no siento algo así, que parece que he olvidado lo que se siente. —Bajó la mirada hacia su regazo.

—¿Y él lo sabe?

—Solo le he dicho que me gusta. ¿Cuenta?

—Supongo que sí —dijo Lidia con una sonrisa.

—Soy sincera con él desde que le conozco, prácticamente. Con quien no lo estoy siendo tanto es con mi amiga Sofía, pero ¿cómo podría decirle lo que está pasando entre nosotros sin perder su amistad? No quiero que piense que antepuse mis deseos...

—No estás anteponiendo tus deseos, estás dando prioridad a tu felicidad y estoy segura de que ella lo entenderá cuando se lo cuentes. Igual que si quieres decirle lo del BDSM, ella debería entenderlo. Al fin y al cabo, sois amigas para lo bueno y para lo malo, ¿no?

—Sí, pero Aarón cree...

—Olvídate de eso. Él quiere protegerte... protegernos, pero mientras no se vaya aireando por ahí, no debería ser problema que ella sepa cuáles son tus preferencias. Es tu amiga, no vas a acostarte con ella.

Nina rio al escucharle decir lo último.

—Tienes razón, no vamos a acostarnos, a ella no le tiene que afectar demasiado que me guste dominar a los hombres. Quizá hasta se alegre por ello, aunque no tanto si sabe que Adrián es mi sumiso...

—Eso solo lo sabrás si se lo dices.


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Durante varias horas, aprovechando que su tía seguía trabajando y que ese día él descansaba, escribió algunos capítulos del libro que Nina le había inspirado. Las experiencias vividas con ella le daban un aliciente extra para que su imaginación se disparara, aunque las plasmara en personajes inventados que, en principio, no tenían nada que ver con ellos. Sin embargo, a pesar de hacer lo posible por no equivocarse, al releer solía percatarse de que cambiaba los nombres por los reales. En esas ocasiones, como en esa, solía pensar que más que un libro, estaba escribiendo un diario muy personal.

Quizá lo fuera, en parte.

Corrigió todos esos fallos antes de continuar y al pensar en la escena que le tocaba escribir, sus músculos se tensaron. Pasó la lengua por sus labios y los dejó entreabiertos. No era igual recordar lo ocurrido, ni siquiera imaginarlo, que sentirlo en la propia piel. Las sensaciones de lo vivido con Nina aún permanecían y causaban estragos en él; tanto, que notó que el pantalón le apretaba más de lo habitual. No necesitó bajar la mirada para saber que la excitación se había apoderado de su cuerpo.

Guardó todos los cambios realizados en el documento, cerró el portátil y, con el móvil en la mano izquierda, se acomodó en el sofá. Con evidente prisa, pues no sabía cuánto tiempo más estaría solo, buscó el perfil de Nina y repasó sus fotos, aunque ya las hubiera visto más veces de las que le gustaría reconocer. Desabrochó sus pantalones, los bajó hasta las rodillas y tomó su miembro erecto con la mano derecha para empezar a estimularlo. Con un movimiento lento de abajo arriba, se sintió desfallecer. Tanto tiempo sin preocuparse por su propia satisfacción debido a su duelo amoroso, tantas ganas acumuladas desde que conoció a Nina, y justo en ese instante era ella quien le inspiraba a volver a hacerlo, aunque no estuviera presente en el lugar.

Apoyó la cabeza en el respaldo y se mordió los labios con fuerza. Soltó el teléfono a su lado con la intención de usar sus propios recuerdos, y algo de imaginación, tras el impulso inicial de la foto que había contemplado. En su mente, Nina iba vestida como la noche en la que intentaron ir más allá, lo llevaba a su habitación de la mano y lo tumbaba en la cama para sentarse a horcajadas sobre él. Un beso lento, caricias, desprendimiento de ropa y roces. Todo lo que sucedía en su mente, y que en parte anhelaba que sucediera algún día con Nina en la realidad, provocaba en él una corriente eléctrica que se intensificaba con cada movimiento de su mano.

A punto de liberarse, reparó en que no estaba preparado para ello. Levantó la camiseta mientras se deslizaba un poco en el sofá, sin dejar de acariciar su miembro con ahínco. Instantes después, se dejó ir en su propio cuerpo con el nombre de Nina en sus labios.



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Placer culpable  [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora