II. Un bombón para degustar

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Con un poco de confusión, la joven tomó su bolso antes de salir de la cafetería. Aquella broma de mal gusto era lo último que necesitaba para acompañar su corazón roto. Erik era un completo idiota.

Su nuevo refugio lo encontró en la comodidad del sillón rojo que siempre la esperaba en la sala de su departamento. Una botella de vino blanco que tenía por la mitad, una manta y una película que había amado toda su adolescencia: Crepúsculo.

Así concluía la noche de un corazón roto.

A la mañana siguiente, Desiree se puso unos jeans oscuros y una camiseta negra junto con unas zapatillas antes de salir a su trabajo. El silencio y la rabia contenida fueron sus fieles compañeros. Hasta podría decir que su corazón flameaba en su interior, no a punto de consumirse, sino a punto de explotar y acabar con todo a su alrededor.

Luego de un corto viaje en autobús, ingresó al hotel en el que era la encargada de la recepción. Fue al vestuario y se colocó el uniforme. Un pequeño vistazo a su reflejo que no le devolvió las mejores vibras... la resaca aún molestaba un poco.

No obstante, su humor se ensombreció un poco más cuando recibió un mensaje de la hermana de Erik.


Floria:

¡Hey! ¿Mi hermano está contigo? Dile que me responda los mensajes.


De nuevo, la mente de Desiree la llevó a ese extraño episodio en la cafetería, ese sucio truco de Erik. Sopesó responderle a Floria con un "tu hermano es un imbécil, quizás lo encuentres escondido en tu jardín", pero guardó el móvil mientras se dirigía a su puesto.

Revisó los huéspedes en el sistema y continuó con el informe que debía preparar justo antes de que se aproximara un nuevo cliente al mostrador.

—Buenos días. Sea bienvenido a...

Pero no continuó la frase al notar que se trataba del mesero que había visto ayer, el mismo que le había ofrecido los bombones que nunca le dio.

—Hola —saludó él con una sonrisa torcida.

Desiree tardó unos segundos en responder. Debía ser tan solo una casualidad.

—Bienvenido al Hotel Artemis. ¿Cómo puedo ayudarlo? —inquirió con su ensayada sonrisa.

El castaño la estudió unos cuantos segundos en silencio.

—¿Cómo se encuentra ese corazón?

—¿Qué?

—¿Ya ha saciado su apetito de venganza?

Desiree frunció el ceño sin entender del todo sus palabras. No obstante, intentó no perder la concentración. Sonrió una vez más, dispuesta a conseguir un nuevo huésped para el hotel.

—¿Qué tipo de habitación puedo ofrecerle?

—¿Solo así podré hablar contigo?

La joven echó un rápido vistazo a su compañera que la observaba con curiosidad, o quizás ella no era el centro de atención.

—Escucha, si Erik te contrató para seguir con este juego...

—Más bien tú me suplicaste iniciar con esta venganza —interrumpió el hombre y antes de que discutiera, colocó sobre el mostrador la pequeña maceta con la planta que había aparecido luego del truco de magia de Erik—. Por cierto, la olvidaste en la cafetería.

—¿Has venido a avergonzarme? —susurró ella con cierta rabia.

Pero el hombre no temió en absoluto, sino que se sintió aun más cautivado por aquellos sentimientos tan oscuros que albergaba esa mirada.

La pócima de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora