*CAPITULO 1

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En el tejado de la Casa Blanca, escondido en un rincón del paseo, hay un trozo de revestimiento suelto, justo en el borde del solárium. Si se manipula con delicadeza, se puede despegar lo suficiente para dejar al descubierto un mensaje que alguien grabó debajo con la punta de una llave o tal vez con un abrecartas robado del Ala Oeste.

En la historia secreta de las primeras familias —un aislado vivero de chismosos que han jurado guardar discreción total respecto de muchas cosas so pena de muerte— no se sabe con seguridad quién lo escribió. Lo único que, por lo visto, la gente sabe a ciencia cierta es que tan solo el hijo o la hija de un presidente puede haber tenido el atrevimiento de pintarrajear la Casa Blanca. Hay quien jura que fue Jack Ford, con sus discos de Jimi Hendrix y la habitación de dos alturas que tenía asignada, contigua al tejado para poder salir a fumar por la noche. Otros afirman que fue Luci Johnson de jovencita, con su ancha cinta en el pelo. Pero da lo mismo. La pintada continúa allí, a modo de mantra privado para quienes sean lo bastante ingeniosos para dar con ella.

Jungkook la descubrió a la semana de estar viviendo en la Casa Blanca, y nunca le ha revelado a nadie cómo.

Dice lo siguiente:

REGLA No. 1: QUE NO TE PILLEN

Los dormitorios del Este y el Oeste de la segunda planta por lo general se reservan a la Primera Familia. Inicialmente fueron diseñados como un único dormitorio gigantesco para las visitas del marqués de Lafayette durante la administración Monroe, pero al final se dividieron. Jungkook tiene el del Este, ubicado enfrente de la Sala de Tratados, y Ji-Eun o IU como le gusta a su hermana que le digan desde que él tiene memoria y no sabe por qué o tal vez sí, solo que no lo recuerda, utiliza el del Oeste, situado junto al ascensor.

Cuando eran pequeños y vivían en Texas, tenían los dormitorios organizados de igual forma, a uno y otro lado del pasillo. En aquella época se sabía cuál era la ambición de Ji-Eun aquel mes en concreto observando qué era lo que cubría las paredes. A los doce años, eran pinturas a la acuarela. A los quince, calendarios lunares y fotografías de cristales de roca. A los dieciséis, recortes de periódico de The Atlantic, un banderín de la Universidad de UT Austin, Gloria Steinem, Zora Neale Hurston, y extractos de los papeles de la sindicalista Dolores Huerta.

La habitación de Jungkook estaba siempre igual, simplemente iba abarrotándose cada vez más de trofeos de lacrosse, deberes del instituto, y recuerdos de sus abuelos coreanos con los que tuvo poco contacto en su vida ya que su madre nunca fue bien recibida en la familia paterna y su padre la amaba tanto que solo regreso a Corea en los velorios de los abuelos. Todo ello está acumulando polvo en la casa que aún conservan allí. Colgada de una cadena, alrededor del cuello, siempre oculta a la vista, Jungkook lleva la llave de esa casa desde el día que se marchó a Washington.

Ahora, la habitación de Ji-Eun, situada en el otro lado del pasillo, es un luminoso espacio pintado de blanco, rosa suave y verde menta, fotografiado por Vogue y, según se dice, inspirado en las revistas de interiorismo de los años sesenta que encontró en uno de los salones de la Casa Blanca. La habitación de Jungkook fue en otra época el cuarto de los niños de Caroline Kennedy, y más tarde, sirviendo de justificante para que Ji-Eun quemase un manojo de salvia a fin de limpiarlo de malas influencias, el despacho de Nancy Reagan. Jungkook ha conservado las ilustraciones de paisajes que colgaban encima del sofá formando una cuadrícula simétrica, pero en las paredes ha cambiado el tono rosa de Sasha Obama por un azul oscuro.

Lo típico, al menos durante estas últimas décadas, es que los hijos del presidente dejen de vivir en la Residencia cuando cumplen dieciocho años, pero Jungkook empezó a estudiar en Georgetown el mes de enero en que su madre juró el cargo, y, logísticamente, tenía sentido no dividir el personal de seguridad ni los gastos comunes para proteger también el apartamento de un solo dormitorio en el que iba a vivir él. Aquel otoño llegó Ji-Eun, recién salida de la Universidad de Texas. Ella nunca lo ha dicho, pero Jungkook sabe que se mudó a la Casa Blanca para poder vigilarlo a él. Ji-Eun sabe mejor que nadie lo mucho que le gusta a su hermano estar donde está la acción, y en más de una ocasión ha tenido que sacarlo a rastras del Ala Oeste.

UN AMOR EN APRIETOS (KOOKV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora