Capítulo 2

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Gracias a que me me ha sido imposible escaquearme de la bienvenida improvisada que se ha montado, me encuentro sentada en un banquito con una taza de manzanilla en la mano y un rosquete casero en la otra. La señora que me lo ha dado se llama Aurelia y tiene, si no he escuchado mal, ochenta y cinco años. La mujer esta fuerte como un roble y no para de hablarme de sus nietos que viven lejos. En una hora que llevo en esta aldea, he compartido cuarenta minutos con ella, me ha explicado el origen del anuncio y lo contentos que están todos con los nuevos miembros de la familia. Porque como ella misma a dicho; "Todos estos niños nuevos ya son mis nietos, pero aun no lo saben"

La historia del pueblo es por desgracia muy común. Aurelia, me cuenta que cuando ella tenía cinco años las casas estaban llenas de vecinos y familia. Solo el salir a la calle ya era una inyección de vida. Todos se saludaban y reían al verse pasar. La mitad de las tardes mientras los adultos compartían unos dulces caseros de cabello de ángel y un café bien cargado, los niños jugaban en la fuente o corrían unos tras otros. Pero el enemigo real de ese lugar fue el tiempo. Esos niños crecieron, tuvieron hijos e hijas que ya no querían trabajar la tierra o la ganadería y que preferían la gran ciudad. Así que poco a poco, se marcharon dejando tras de si un pueblo fantasma, o casi fantasma. Hasta que uno de esos bisnietos tuvo una idea, la pequeña de Juana y Martín. Así se refirió a ella, a la joven María. Una estudiante de periodismo que había enfocado su proyecto final de carrera en organizar al pueblo y a los medios, para volver a El Algarrobillo, un lugar rebosante de vida de nuevo. Quería que las personas disfrutaran de esa preciosa aldea.

Su rostro se ha iluminado al hablar, le enorgullece que la pequeña María haya conseguido que un grupo de urbanitas se hayan decantado por una vida más campestre. Veo como sus manos curtidas por el tiempo y el trabajo señalan las esquinas de un pueblo que le genera fuertes emociones. Me cuenta los fragmentos de su vida que aun recuerda con claridad, entre sonrisas recuerda una vez donde una de las vacas, se rascó tan fuerte con uno de los arboles de la plaza que lo derribó. Pero es al mirar un pasaje entre dos casas, rodeado de pequeñas flores silvestres de diferentes colores donde con una sonrisa me susurra, que con dieciséis años allí solía esconderse a picar "algún dulce". Sus ojos me miran pícaros y no puedo sino reírme. Me agarra del brazo con una fuerza que me sorprende, y de repente suspira por un nombre: Marco.

La entereza con la que no permite que se le escapen las lágrimas, es irreal. Se toma unos segundos para hacer varias respiraciones. Yo espero paciente a que siga hablando, pero por desgracia antes de hacerlo, me da un golpecito cariñoso en la rodilla izquierda y es ahí cuando todas mis defensas se activan, y me levanto.

- Carla, tu pierna...

La interrumpo y le doy las gracias por la bebida y la comida. No dejo margen para replica y salgo veloz hacia el coche. No miro atrás y conduzco hasta la dirección que se supone que será mi hogar.

Mientras aparco, aún retumba en mis oídos los latidos de mi descocado corazón

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Mientras aparco, aún retumba en mis oídos los latidos de mi descocado corazón. Odio cuando alguien que no sea Máximo me toca la prótesis. Son muchas emociones con las que lidiar, son muchas explicaciones que dar. Es mucho dolor el que procesar. Noto el volante duro contra mi frente. Respiro profundo y lento. Poco a poco vuelvo a controlarme. Mis manos ya no están entumecidas y ha dejado de arderme la cara. Una vez más en mi vida; me limpio las lágrimas, sueno mis mocos y salgo del coche para encontrarme de sopetón con mi nueva casa.
No me creo lo que tengo delante, en las fotos ya parecía una pasada, pero es que ahora, con el rocío de la noche y la brisa del campo, parece sacada de un sueño. No he entrado y me siento desbordada. La belleza de las piedras con las que está construida, de como de entre los huecos de las tejas salen hermosas plantas. Como las hortensias rodean la casa junto a la lavanda y eso que al ser de noche no se aprecia toda su belleza. Mañana seguro que me quedo embobada mirándolas.
Cuando abro la puerta y piso el suelo del recibidor, siento que mi alma me abandona. Enciendo la luz y lo compruebo, mi alma se fue. Es que es una casa espectacular, no se como es posible pero siento como si una manta calentita me abrigara en una tarde fría.
Recorro todas y cada una de las  tres habitaciones  que hay. Es de una sola planta, es la única condición que puse.
Los dos baños son increíbles, bueno uno es aseo y el otro un lugar creado para los Dioses. La cocina y el comedor han sido reformados al igual que la casa en si. Los transportistas han dejado todas las cajas bien colocadas, es asombroso la organización de este tipo de empresas. Voy a la habitación principal y me dejo caer en la cama como si fuera un saco de papas (patatas, para los que desconozcan la palabra). El plástico que recubre el colchón se me pega en la cara. Incomoda me doy la vuelta y la imagen de Aurelia me rompe por dentro. A veces soy un desastre, en cuanto amanezca iré a hablar con ella.

El despertar de Clara (#ONC2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora