—Eso nunca tendrás que averiguarlo, cariño.

Algo tocó suavemente mi rostro, removiéndome. Arrugué el ceño, manteniendo mis ojos cerrados, al mismo tiempo que mi respiración dejaba de ser tranquila, todo porque pude recordar dónde estaba.

En mi habitación o eso parece.

La verdad es que no me interesa.

La caricia bajó hacia mi mentón donde dejó un suave toquesito. Eso me hizo saber que quien quiera que fuera, no quería asustarme al despertar.

Sólo una persona tendría tanto cuidado por algo como eso.

Abrí poco a poco mis párpados. Tuve que pestañear un par de veces para que ese rostro dejara de estar borroso. Fue entonces donde vi una radiante sonrisa que, a pesar de todo, me hizo sentir plena.

—Hola —pronuncié, carraspeando

—Buenos días.

—¿Me estabas viendo dormir? —froté mis ojos

—¿Eso es malo?

Reí

—No... creo —desordené mi cabello que se esparcía por la almohada. Sujeté su mano entre la mía, jugó con nuestros dedos—. ¿Qué hora es?

—Las siete. Tu alarma estaba sonando y por eso te desperté. Pensé que querías levantarte temprano.

—Sí, creo —poco a poco, me incorporé. Ethan terminó de peinarme, acariciando mi mejilla de paso—. Debo ir con Mike.

Sus labios se presionaron en una fina línea. Le cuestioné con la mirada, a lo que él supo que debía decirme lo que en su momento pensó en ocultar

—Tu padre no vino anoche tampoco.

Arrugué mi ceño

—¿No lo hizo?

—No... otra vez.

Asentí, pensativa

Hace una semana que había sucedido lo del accidente. Y, Jonas aún seguía en el hospital. Nos turnábamos con Mike y Jasmine para cuidarlo en las noches y de paso vigilar a mamá. Aunque mi padre no había pisado su casa desde entonces. Se quedaba cada noche, sin falta.

Cuidaba a su esposa. Y a su pequeño hijo.

Su actitud nos tenía confundidos.

Solté una bocanada de aire

—Eso es... bueno, creo —murmuré—. Alguien tiene que quedarse con ella para cuando despierte. Nosotros nos hacemos cargo de Jonas.

Asintió, pensativo

—¿Por qué? —le pregunté

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué luces como si hubieses hecho algo malo?

—Pasar todas estas noches contigo nunca sería nada malo, Mack.

—¿Entonces? —ladeé mi cabeza—. ¿Qué pasa?

Negó, brindándome una corta sonrisa

—Jasmine se fue hace una hora. Te dejó el desayuno y me pidió que te lo diera personalmente antes de ir al hospital.

—Exagera —rodé mis ojos

—No lo hace, se preocupa —rozó mis labios con su dedo pulgar—. Al igual que yo.

—Estoy bien —me senté completamente en la superficie, comenzando a arreglar mi cabello en un moño bajo. Dejé algunos mechones sueltos sin importancia—. Mejor me daré una ducha rápida.

Invierno de colores✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora