07

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Mia largó el suspiro que llevaba atorado desde que subió al coche de Enzo. Más bien, desde que había pasado la revisión para entrar a esa fiesta de mierda a la cuál no tendría que haber entrado jamás. Sus ojos azules miraban las estrellas que le regalaba la noche mientras sus dedos sostenían el faso que acababa de prender, llevándoselo a la boca para intentar relajarse de la noche intensa que había tenido. No quería ni pensar en el quilombo que tenía con Rodrigo, pero era inevitable que su cabeza no divague allí, repitiendo todo lo que le había dicho. Aunque según Enzo él no había querido ir en principio, la duda de que haya ido a jodas como esa antes, con la mala influencia del jugador... Dios mío, no quería ni pensarlo.

Lo que sí le parecía raro de toda esta situación es que, por algún motivo, no se había sentido tan terrible haber sido presencia en esa fiesta. Si bien, nunca hubiera ido voluntariamente, debía admitirse a sí misma que la atención que le habían dado se había sentido bien. Tener los ojos puestos de todos esos pibitos que buscaban desesperadamente un gato para llevarse, caminando cerca suya con tal de poder rozar ese cuerpo que ellos entendían como propio. Lanzó una risa para sí misma cuando recordó cómo había jugado con esos dos en el sofá, pero lo que más gracia le causó fue la cara de Enzo mientras la miraba.

Desde que había vuelto a verlo no se reconocía a sí misma. O bueno, en realidad revivía una personalidad suya que había descansado mucho años.

Apoyó su frente en la barandilla del balcón. Estaba muy cansada. Apenas puso un pie en su departamento revoleó su carterita y se deshizo de sus zapatos para armarse uno y salir al balcón. La ropa toda apretada que usaba para trabajar ya comenzaba a incomodarla, por lo que parecía una opción factible dejar el faso en el piso e irse a desvestir, mas algo interrumpió su idea. Al levantar la mirada y cruzar inevitablemente con la calle a varios pisos de distancia, su gesto se tensó debido a la confusión.

Unos dientes perfectamente alineados se interpusieron en su campo de visión y tuvo que parpadear un par de veces para asegurarse de que no era por culpa de lo que estaba fumando. Sin embargo, el dueño de esa hermosa sonrisa lanzó una risita muy típica de él. Tenía la espalda recargada en su auto, sus brazos cruzados y en su mano el teléfono prendido en lo que seguramente sería alguna red social. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí? Mia no tenía ni la más pálida idea. Cuando medianamente procesó la presencia del morocho, atinó a hacerle montoncito con la mano.

—¿Llega eso? —preguntó en voz alta debido a lo lejos que estaban. Sin embargo, él brillaba sin importarle la oscuridad de la madrugada.

—¿Estás en pedo? —contestó Mia en el mismo tono elevado que él, soltando una risa después de haber querido sonar desafiante sin conseguirlo— ¿Qué haces acá?

—Vení que te cuento —gritó en respuesta, pero lo único que obtuvo fue una carcajada sonora de parte de ella—. Dale maricona, encima que me re cortaste el mambo.

—Te dije perfectamente que podía venir sola.

Enzo no sabía que podía sentir tantas cosas solo con verla fumar. Desde ahí abajo y a tanto espacio que los alejaba era capaz de sentirse cómo años atrás cuando la espiaba fumando en el baño del colegio o las veces que la había cruzado a la entrada de la secundaria prendiéndose uno antes de entrar.

—Girame una seda aunque sea —pidió, buscando la última excusa que se le vino a la cabeza.

Nicole no lo hubiera hecho. Es más, Nicole seguramente ni siquiera le hubiera respondido y se hubiera metido dentro de su departamento para evitar futuros problemas con quién era su pareja. Pero ella no era Nicole.

Mia le dio una última seca al faso antes de apagarlo en la barandilla, evitando esos ojos curiosos para posteriormente entrar y buscar en su cartera los papelillos. Enzo esperó tanto tiempo allí abajo que creyó que había sido olímpicamente ignorado y rechazado. No era la primera y no sería la última vez. Sus dedos tecleaban en la pantalla de su celular mientras insistía a través de mensajes que lo dejen pasar de nuevo a la fiesta, mas lo único que le respondían sus compañeros es que la entrada estaba cerrada y que no podía caer más nadie. No podía creer como por culpa de esa morocha se iba a tener que ir a dormir en vez de festejar el logro que habían conseguido.

ESCÁNDALO ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora