Al final terminé por desbloquear el teléfono y al ver la hora me di cuenta de que me había levantado más temprano que de costumbre. Bueno, es que tengo el sueño ligero, pero también tenia hambre y el no saber si mi padre se había creído la historia..., si por la noche se la pasó revisando el auto dentro del garaje, investigando junto a Brandon, mi padrino pero también su amigo de la policía o meditando en su oficina mientras tenia presente que su pequeña; ahora convertida en toda una mujercita, ya le había fallado en el pasado.

Y toda esa reflexión me llenaba de un miedo terrible que me provocó que: me levantara de la cama, diera vueltas sin sentidos por la habitación; me acercara a la puerta, sujetara la manija, volviera a soltarla, intentara escuchar a través de la madera; volviera a agarrar la jodida manija y respirara a fondo.

«Algún día vas a tener que verle la cara» pensé, «cuanto antes sea, mejor».

No encontré nada en el pasillo de las habitaciones cuando salí y cerré la puerta detrás de mí sin hacer ruido, tampoco vi a nadie al avanzar de puntillas, sacar medio cuerpo y observar detrás de una pared hacia las escaleras que bajaban a la sala.

Llegué de dos zancadas a las escaleras y sujetándome bien del pasamanos empecé a bajar los escalones con mucho cuidado sin apartar en ningún momento los ojos de la puerta de la habitación de mis padres que permanecía cerrada. Pero entonces cuando volví la mirada al frente me llevé el susto de mi vida y un segundo después con la mano sobre el pecho mientras me recuperaba, me encontré con Gloria mientras esta subía las escaleras.

Cargaba con un pañuelo azul en la mano derecha y en la izquierda un envase de spray limpiador de cristal. Fue la primera sonrisa genuina que me robaron aquella mañana y cuando la abracé a modo de saludo, me di cuenta de lo mucho que necesitaba aquel contacto.

Con el mentón descansando sobre su hombro aspiré su aroma a canela y vainilla mientras batallaba por no dejar escapar las lágrimas. Sentía el escozor en los ojos y un nudo en la garganta como si de repente fuera víctima de una enfermedad contagiosa, una enfermedad a la que no sabía ponerle nombre.

—Parece que amanecimos muy cariñosas hoy —dijo, y su pecho vibró al hablar—. Ya, ya despégate muchacha que ando un poco sudada. —Se excusó, ignorando que aquello de echo me gustaba aún más.

Me separé de ella volviendo a estar un escalón por encima. Ella a un lado y yo de pie en medio de unas escaleras que ascendían en una espirar abierta hasta la segunda planta donde aguardaba una ventana polvorienta en la habitación de mis padres o en la de invitados y cuyo propósito no era más que alejar a Gloria de mí.

Gloria, la que siempre buscaba lo divertido en las aburridas o a veces inquietantes noticias que muy a menudo pasaban en la tele de la cocina, comentarios que no se atrevía a murmurar mientras mi padre estuviera sentado en el comedor con una taza de café importado y el nuevo número de la Popular Hot Rodding en la mano; pero que luego (cuando yo quedaba sola en la mesa y tenía que vérmelas con las cinco lonjas de panqueques bañadas en miel), soltaba para animarme y hacerme atragantar con el jugo que estuviera bebiendo.

Darle un segundo abrazo podía advertirle que algo pasaba aunque era lo que yo quería, aún así no lo hice.

—¿Estás bien Chloe?

Su rostro adquirió ese matiz de preocupación tan particular, las cejas curvadas en un ángulo extraño y aquella mirada de ojos grandes y marrones como de cordero. Había empezado a volverme buena fingiendo mis expresiones y cuando curveé mis labios en una mueca de felicidad la vi sonreír de vuelta con un gesto deslumbrante.

Subió un escalón quedado a mi altura, y subiendo otro se detuvo y ahora estando detrás de mi, se giró para volver a verme.

—Te he subido el jugo al refrigerador porque aún no tenemos hielo, y en la mesa...

Dominando al Fuck BoyWhere stories live. Discover now