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10 de agosto de 1989, Bisan-dong, Daegu, Corea del Sur. 

Que sean las seis de la mañana y él ya esté despierto, bañado y perfectamente peinado, es lamentable.

Cosas que le pasan por haber ganado en las competencias de deletreo de su ciudad.

El claxon del viejo auto de su hermano no deja de sonar aún cuando quedaron en salir de casa a las seis con veinte minutos. Baja las escaleras a toda prisa hasta llegar a la cocina, su madre está de pie en la mesa terminando de guardar un tupper de comida en una lonchera térmica.

Le besa la frente dos veces y le hace entrega del bolso.

—En la bolsa te eché un monedero para que apenas puedas nos marques. Busca un teléfono público que esté visible, ¿okey?.

El sonido del claxon no deja que su madre siga hablando, menos los gritos que su hermano pega llamándolo. Se despiden con un abrazo fuerte y, por décima vez en la semana, su mamá le desea suerte.

—Si sigues tocando el claxon de esa manera este estornaco prenderá fuego, Baek.

El mayor gruñe y Taehyung ríe, colocándose el cinturón de seguridad y dejando el bolso que le dio su madre en los asientos traseros.

—Agradece que este estornaco te llevará...

—Si no es que prende fuego antes de llegar.

—¡Taehyung!

El nombrado ríe.

—Ya, llorón... Deberías ahorrar dinero y comprar uno nuevo.

—Es la herencia del abuelo... —responde—. La herencia que le dejó a él los dinosaurios, pero es su herencia y yo la disfrutaré hasta que deje de funcionar.

Y como si el auto lo escuchase, el motor se apaga.

—¡Baekhyun! —Taehyung grita.

—Es sensible a los malos comentarios, Taehyung, mira...

Baekhyun empezó a acariciar la manivela, diciéndole palabras cursis con una voz hiper chillona. Taehyung no puede creer que Baek, después de bombear dos veces y darle un beso a la ventana, logró encender el auto.

—No digas nada... —Baek lo fulmina con la mirada y emprende el rumbo de nuevo—. Más bien... ¿Por cuantos días estarás en Seúl?

—Tres si pierdo, seis si gano. —respondió, acercando su mano al radio.

De milagro todavía funciona, logra prenderlo y colocar un cassette aleatorio que encontró en la guantera del auto. La voz de Bon Jovi en Bad Medicine hizo ameno el camino. Baek empezó a mover sus dedos en el volante siguiendo el ritmo de la canción mientras Taehyung agita su cabeza de un lado a otro.

—¿Por qué así?

—Debo ir a entrevistas si gano. Y debo quedarme para arreglar el asunto de las competencias internacionales.

—¿Y si no ganas?

—Con suerte seré enviado a Daegu el día siguiente, al menos podré disfrutar un poco de la ciudad.

Baekhyun coloca una expresión de fastidio.

Lleva años participando en ese tipo de competencias; aún recuerda cómo se equivocó en la primera cuando estaba en la primaria y, para animarlo, sus padres lo llevaron a comer mandú. Sin embargo, esta sería la más importante. Había ganado las regionales y estatales el año pasado, ahora iría a las nacionales.

Y aunque no tenía mucha fe en ganar, Taehyung estaba emocionado solo por haber llegado tan lejos.

—Al menos conocerás algo que no sea el corral de las gallinas y Benito.

Benito... El pony que le regaló su abuelo en su cumpleaños número 14. Aún no entiende cómo es que para su abuelo fue una gran idea regalar un pony como mascota, pero ama a Benito más que a cualquier cosa.

Unos veinte minutos más tarde, Baek está abrazándolo y besando su frente en la estación del tren. Le promete estar esperándolo cuando regrese y le pide que, por favor, se cuide.

Taehyung entra en el vagón correspondiente, entrega su boleto y busca un lugar donde sentarse. Deja su bolso de equipaje a un lado a sus pies y la lonchera la deja en su regazo.

Los profesores delegados e incluso el director van unos puestos más adelante. A su izquierda van dos estudiantes que participan en diferentes categorías; matemáticas y geografía, y al frente suyo está Park Jimin, su mejor amigo desde que tiene uso de razón.

Jimin prometió acompañarlo cuando Taehyung quedó en primer lugar en las estatales y la familia de Taehyung no se negó a que fuese acompañado por su mejor amigo. Así que el puesto de acompañante lo tomó Jimin, contento de vivir una nueva experiencia con su mejor amigo.

Pasada la tarde llegaron a Seúl, fueron directamente al hotel que fue reservado para los competidores. Es un hotel humilde, algo rústico y pequeño. La decoración es mínima, un poco minimalista y sus paredes, en mayoría, son de madera.

El profesor de lenguas fue el encargado de repartir las habitaciones, haciendo entrega a cada participante de su respectiva llave. Habitación que al parecer tendría que compartir con otro competidor y su invitado.

A Taehyung realmente no le importaba tener que compartir habitación, era lo de menos. Subieron por unas escaleras de madera algo estrechas al segundo piso, no les apetecía hacer fila para utilizar el ascensor. Al llegar, dio paso a que Jimin entrase primero con sus maletas, haciéndose a un lado y girando para tomar su bolso que dejó en el suelo.

Puso un pie dentro de la habitación y cerró la puerta detrás de sí.

Entonces lo vio.

Está acostado en una cama doble con unas hojas en sus manos. En el puente de su nariz descansan unos lentes de aro redondo y su flequillo rosa ligeramente sus cejas.

Taehyung tragó saliva, el bolso de equipaje se resbaló de sus manos hasta caer al suelo. El chico se sentó en su lugar, quitó sus lentes dejándolos en una mesa de noche al lado de la cama. Taehyung se permitió mirarlo un poco más, a sus grandes ojos y sus mejillas redondas que se enrojecieron un poco al enterarse que lo estaban mirando.

Por Dios...

El aire de la habitación se escaseó cuando, con una tierna sonrisa, el chico se presentó.

Y Taehyung no supo que hacer. 


La historia jamás contada.Where stories live. Discover now