Capítulo Uno

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Cierro la maletera del auto al terminar de introducir mi equipaje dentro y suspiro, observando a Madea cruzarse de brazos y hundir el entrecejo, en notable molestia.

—Sigo creyendo que está siendo demasiado dura contigo, Mandy —masculla por fin, entre dientes. Me encojo de hombros y hago un mohín desdeñoso. Sé que se refiere a mamá.

—No quiero que te preocupes por eso ahora. Debes enfocarte en terminar tu bachillerato para luego comenzar la universidad —digo, acercándome a ella y pasando mi brazo alrededor de sus hombros. Recuesta su cabeza en el hueco que hace mi cuello. Sonrío.

—Lo sé —susurra—. ¿Has hablado con Helena?

—Sí, la llamé hace un rato. Está esperándome.

Helena ha sido nuestra vecina desde que tengo uso de razón. Vive en la propiedad de al lado. Mujer alta, de edad media, ojos azules y cabello castaño claro. Mi mamá y ella eran mejores amigas de toda la vida, bueno, eso hasta que cumplí doce años. Nunca supe qué ocurrió para que cortaran dicha relación de tajo y, cada vez que he intentado preguntarle a alguna de las dos, evaden cualquier pregunta relacionada con el tema. Supongo que es algo personal, por ello dejé de indagar.

No tuve amigas en la primaria y tampoco en la secundaria, hasta que entré a la universidad. Allí conocí a Nathalie, quien se convirtió en lo más cercano que he tenido a una amiga. Cursaba el mismo año que yo en la misma carrera, pero, meses antes de graduarnos, se mudó a Suiza, con sus padres, así que la conexión que empezábamos a tener se debilitó. Hablamos de vez en cuando, incluso nos enviamos obsequios esporádicamente, pero nada más que eso. En cambio, con Helena, me he desahogado cada vez que he tenido problemas. Ha sido una buena oyente al respecto, y me ha aconsejado sin propasar el margen. Es la única a la que considero mi amiga. La única en quien puedo confiar—después de Madea— sin miedo a ser juzgada.

—¿Estarás bien? —inquiere la pelinegra, saliendo del hueco de mi cuello y haciéndome salir de mis cavilaciones. Más que una pregunta suena como una afirmación, como si necesitara convencerse a sí misma.

—Claro que sí. Iré al nuevo departamento con Helena y te enviaré fotos —respondo—. En cuanto me instale por completo podrás ir a visitarme.

—¿Ya estás segura? ¿El alquiler no es muy costoso? —inquiere de nuevo, esta vez con más insistencia.

—Lo compraré, Mad —aclaro y no puedo evitar reír por lo bajini cuando suelta un jadeo, asombrada—. Sabía que esto pasaría tarde o temprano. Tomé medidas hace un tiempo y comencé a ahorrar. Además, el pago será mediante cuotas que se ajustan a mi bolsillo. Helena está siendo condescendiente conmigo.

—Nunca me contaste —señala, ofendida, alzando una de sus cejas.

—Ibas a preocuparte —rebato—. No es el fin del mundo. Tengo veinticuatro años y es una buena edad para iniciar sola.

—Sí, lo entiendo, pero hay otras formas, Mandy. —Niega con la cabeza y hace un mohín—. Me frustra no poder decir nada al respecto. Debo callarme mi opinión y hacer como que todo está en orden, cuando muy bien sabemos que no es así.

—Sé cómo te sientes, sin contar que callas tus opiniones porque así lo quieres. Nadie te está obligando a hacerlo, Mad. Puedes decir lo que piensas —susurro, mirándola a los ojos, que pronto comienzan a empañarse de lágrimas. Sé que quiere ser ella misma, pero se ha reprimido por todo lo que ha presenciado entre mamá y yo. Su verdadera personalidad está atascada. Se ha creado un caparazón y no sabe cómo deshacerse de él porque Mónica está encantada con ello. Ama como Madea se comporta, como actúa. Como finge.

—No, no quiero que ella se decepcione. Puedo con esto, puedo ser eso que ella quiere —murmura con voz robótica, y lo dice como si intentara convencerse. Hago un mohín pesaroso antes de acercarme para brindarle un abrazo. Sé, mejor que nadie, las luchas internas que está teniendo y, aunque no estoy de acuerdo, es su decisión. He intentado tantas veces que salga de ese papel, de ese rol de hija perfecta que me rompió a mí también y que, de vez en cuando, logra afectarme aún. Si yo pude salir, estoy segura de que ella también, pero cuando lo decida. Cuando esté segura de que es el momento para revelar su verdadera personalidad.

Latidos Prohibidos ©Where stories live. Discover now