— ¿Preparada, angelito? — Mina le cedió uno de los cascos antes de subir a su moto. Su ropa hoy no era negra como Chaeyoung acostumbraba a ver en su pareja; contrariamente a lo normal, Mina llevaba una chaqueta vaquera repleta de manchas de pintura de diferentes colores a juego con unos pantalones decorados del mismo modo.

— Totalmente — sus manos envolvieron la cintura de la chica y pronto el sonido del motor de la moto envió un escalofrío por toda su espalda.

Eran incontables las veces que había soñado con aquel día; desde semanas atrás, había comenzado a decorar el bar de Mina con la ayuda de Momo e incluso había creado su propia ropa cosiendo aquellas prendas coloridas que ya no usaba para formar algo creativo y diferente a lo que el resto podría llevar aquel día tan especial.

A medida que la moto de Mina se acercaba al lugar, Chaeyoung podía observar las coloridas calles y el gentío siendo detenido por grupos religiosos furiosos que eran completamente ignorados. Entonces sonrió levemente y negó con la cabeza como perdido en la memoria; ni siquiera entendía cómo era posible que en solo el transcurso de un año su situación hubiese cambiado tanto. Ahora era mayor de edad y, aunque le destrozaba perder a sus padres, necesitaba escapar del yugo que estos cernían sobre su vida.

Al lado de Mina tenía todo con lo que había soñado; no sabía si aquel dolor duraría mucho o si en el futuro podrían llegar a odiarse la una a la otra... Sin embargo, sabía que siempre permanecería agradecida a esta y sus amigas por haber sido tan sumamente pacientes con sus dudas, por haberla rescatado de la confusión y haberle regalado la mejor de las vidas. Una vida repleta de libertad y amor.

— Mis padres están allí — gritó Chaeyoung mientras se agarraba a la cintura de Mina al percibir la moto frenando.

Una inmensa necesidad de abalanzarse sobre su novio lo invadió cuando lo observó dudando.

— Oh venga, eres la maldita Myoui Mina. Famosa por dormir en prisión en cada orgullo debido a sus actos revolucionarios contra grupos religiosos. Besar a tu chica no es mucho.

Mina suspiró sonriente.

— Siguen siendo tus padres...

— Sabes que no me importa su opinión, Mina.

Mina rodó los ojos mientras jalaba a Chaeyoung de su cintura. Cuando sus labios chocaron, cada rastro de duda desapareció por completo de su cuerpo. Chaeyoung había aportado felicidad a su vida; aquella inocente chica con ansias de aprender le había devuelto la confianza en el amor. Un día la quería lejos y al siguiente la amaba; su historia había sido sencilla en muchos aspectos, solo dos chicas que acababan acostumbrándose a la presencia de la otra hasta que a ambas les resultaba imposible concebir la idea de separarse. Los besos juguetones dejaron paso a besos profundos en los cuales sus almas parecían unirse a través de la cercanía; disfrutaban estando juntas y eso era todo lo que debía importar. Todo lo que el mundo tendría que ver para aceptarlas.

El amor era y es solo eso, amor.

— Más — Chaeyoung sonrió con rebeldía y acercó de nuevo sus labios a los de Mina. Una cálida sonrisa cubrió los labios de ambas en medio del largo beso cuando comenzaron los insultos de la muchedumbre religiosa enfadada.

A Chaeyoung solo se le ocurrió una buena manera de saludar a sus padres en aquella ocasión; como Mina había hecho hace mucho, levantó su mano enseñándoles el dedo de en medio antes de ponerse la mascarilla y empezar a llenar de colores a los protestantes con el spray de colores.

Una fuerte carcajada llenó su pecho antes de subirse de nuevo a la moto con su novia; sus padres se encontraban completamente enfadados y gritaban cosas ininteligibles.

— El rosa te queda bien, mamá — gritó antes de sujetarse bien a la cintura de su novia

Myoui Mina estaba acostumbrada a la palabra revolución y al término "ser fiel a uno mismo". Aunque sonase cliché, era el prototipo de adolescente de alma rebelde y corazón blando. Sabía lo que quería y estaba dispuesta a luchar por ello, daba igual si el mundo accedía a respetarla o no. Eso fue lo que desde el primer instante captó la mirada de Chaeyoung y la hizo seguir el impulso irrefrenable de conocer más sobre aquella chica que se atrevía a salir a las calles para gritar ante el mundo quien realmente era.

Ella era otra de esas chicas relegadas a la definición de "perdidas" y sin embargo no le importaba lo más mínimo. Como todos, había tenido dudas en un inicio, cuando empezó a fijarse más en cómo le sentaban los vestidos a sus amigas que las chaquetas holgadas a su novio. Cuando admitió que los rasgos faciales y delicados de las mujeres llamaban mucho más su atención que cualquier par de músculos exageradamente desarrollados de los hombres.

Myoui Mina era una de esas defensoras de la causa LGTBI+ a las que le encantaba mostrarle el dedo índice a los católicos y burlarse de sus excusas homofóbicas. Era de aquellas que leían y veían cada película censurada solo por el placer de apoyar a una causa que nunca debió ser considerada minoría, incluso si a veces la historia no le gustaba del todo. Myoui Mina estaba completamente orgullosa de besar a chicas en las calles y llevar a las viejas cotillas hasta la locura con sus actos de nulo decoro; a Myoui Mina le gustaba pasear con Chaeyoung por la calle haciendo que esta sacase su punto más extrovertido si alguien se atrevía a mirarlas con ojos juzgadores.

Son Chaeyoung, por desgracia, hace solo un año no sabía nada del mundo que la rodeaba ni de aquello que las personas defendían en voz alta cada vez que sus padres la arrastraban hasta las protestas. Ella realmente creyó en el Dios del que sus padres le hablaban y temió el infierno cada noche que sus pensamientos volaban libres hasta la curiosidad. Así era la Chaeyoung de hace muchos meses atrás; la que todavía no conocía a Mina, la que permitía que le dijesen cómo y lo que tenía que pensar para que su alma fuese salvada.

Chaeyoung solía sostener un cartel en alto con la frase "la homosexualidad es pecado" porque sus padres la habían convencido de que aquella era la única realidad, sin embargo, ahora sostenía uno que ponía "no hay nada mejor que una mujer para otra mujer y un hombre para otro hombre, bueno... En realidad, no hay nada mejor que las personas amándose sin importar nada más que sus sentimientos".

Esta fue la historia de cómo la chica que vivía mirando a la luna, hablándole al cielo y juzgando sus propios pensamientos, conoció a la persona adecuada; a esa ser humano que le enseñó lo que significa el amor y la libertad.

La historia de la chica revolucionaria que le enseñó a Moon Child que no todo son crucifijos y oraciones. Y que si el placer es pecado, de momento, no deberían tener miedo al castigo jurado porque nada podría acabar con la fuerza de sus sentimientos mientras fuesen sinceras.

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❝ Moonchild ❞ || MiChaeng (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora