CAPÍTULO 1. EL ENTERRAMIENTO.

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             -Ha fallecido.

Con estas palabras, el doctor Harrison anunciaba a los familiares allí presentes del Sr. Smith que este había pasado a mejor vida.

Había disfrutado de una larga vida, a lo largo de la cual había acumulado una gran riqueza. Aparte de la enorme mansión familiar, poseía otras propiedades en distintas partes del país y fuera de él. También ostentaba terrenos y acciones en muchas empresas. Sin duda, era una de las personas más ricas del lugar.

No obstante, su inconmensurable riqueza no le había facilitado sus relaciones personales, puesto que los negocios le habían absorbido la mayor parte de su tiempo. No se le conocían apenas romances y, por supuesto, nunca llegó a casarse. No tenía hijos y dado que sus parientes más cercanos eran sus dos sobrinos, estos se suponía que heredarían su fortuna.

La madre de ambos, la hermana del Sr. Smith, la Sra. Grant, había muerto hacía ya algunos años. Sus hijos, Henry y Thomas, habían acudido unos días antes del fatal desenlace, alertados del estado de salud de su tío por el médico de la familia.

En la habitación, acompañando a los dos sobrinos estaban el mayordomo del Sr. Smith y su ama de llaves. También se hallaba el ayudante del doctor Harrison, Milton.

Una vez certificado el fallecimiento del Sr. Smith, todos abandonaron la estancia, excepto el joven Milton, que se encargaría de preparar el cuerpo para el enterramiento ayudado por el mayordomo.

Entre ambos vistieron al difunto con un traje que el propio Sr. Smith había dispuesto para ser enterrado con él. También había sido deseo suyo llevarse a la tumba un anillo de oro con un enorme rubí.

Quedó su cuerpo listo para su velatorio en una estancia del piso inferior, donde sus escasos familiares y amigos tuvieron la oportunidad de despedirse del mismo.

Así transcurrió la noche, hasta que, a la mañana siguiente, se procedió a meter el cadáver en el ataúd.

Pero el avispado Milton, que había permanecido allí junto al doctor Harrison, se había percatado del anillo y no estaba dispuesto a dejar que aquella joya se fuese a la tumba. Así que justo antes de meter el cadáver en el féretro, arrancó el anillo del dedo del finado sin que nadie se diera cuenta de ello.

El enterramiento transcurrió sin incidentes, y para el atardecer, cada uno de los presentes ya había vuelto a su rutina. Los sobrinos quedaron en la mansión a la espera de que se leyera el testamento. El doctor Harrison tras el entierro, siguió atendiendo a sus pacientes como de costumbre y su ayudante fue recompensado por aquel con un día de descanso.

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