𝑻𝑴𝑵𝑻 ➼『 ¿𝐏𝐨𝐝𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐨? 』

02

Usagi: Awh, yo también te quiero. —restregó su mejilla contra la del más pequeño, esperando las risitas del otro.—

Leo: ¡Basta, Usagi! —se apartó lo mejor que pudo del conejo, entre risitas, pues el pelaje blanco le hacía cosquillas.—

Abril: Dios, consíganse otra mesa. —fingió asco, cubriéndose con la mano al evitar ver el momento entre los dos mutantes.—

Mikey: Me siento tan solo. —hizo un puchero afligido, tomando su botella de agua para darle un largo trago, como si estuviera bebiendo.— 

Leo hizo lo mejor posible para no sonreír de forma incomoda, no tenía el control de nada en su vida porque no era necesario, pasaba desapercibido, razón por la cual no era capaz de hacer que momentos así dejaran de pasar, era más sencillo suspirar de frustración encerrado en un baño que hablar de sus sentimientos. 

El momento paso y la campana volvió a sonar, al llegar de nuevo a los edificios principales cada uno se fue por un pasillo diferente al no compartir ninguna clase. Leo camino por el pasillo directo al laboratorio en busca de sus notas en su cuaderno que llevaba en manos, tocaba la materia de química y sabía bien que a Donnie le encantaba hacer experimentos despues de enseñarles alguna formula donde el liquido pasaría de ser transparente a algún color llamativo. Sumando puntos extras a quien lo hiciera bien. 

Todo su pensamiento se detuvo cuando su cabeza se estrello contra un cuerpo grande y alto, provocando que cayera al suelo, sus notas saliendo disparadas a los lados de su cuaderno. Antes de comenzar a quejarse, su mirada se encontró con la mirada gatuna del profesor de Literatura, Tiger Claw tenía sus manos tras su espalda sin la menor intención de ayudarlo, Leo frunció su ceño con enojo, pues no solo el enorme tigre era un presumido, también un grosero. La tortuga permaneció de rodillas al recoger su cuaderno y hojas sueltas, Tiger Claw seguía manteniendo su mirada neutral sobre él, esperando una disculpa ante el descuido de no mirar por donde caminaba el estudiante, el tigre no esperaba encontrarse con Leonardo, pero vaya que disfruto verlo en el suelo, esperando su mirada de culpabilidad, pero no fue así. Las orejas de Tiger Claw se movieron con sorpresa cuando Leonardo se levantó, manteniendo la mirada en alto para observar su mirada molesta e indignada.  

Leo: ¿Sabe que es grosero permanecer parado sin ayudar a la gente? —pegó su cuaderno a su pecho al cruzar sus brazos.— Más al ser un profesor. 

TC: ¿Qué? —un gruñido de enfado salió de su boca, inclinándose un poco hacía el menor, intentando intimidarlo.— Tu chocaste contra mi, fíjate por donde caminas. 

Leo: Usted debería hacer lo mismo si no quiere que se le arrugue su traje. —no se doblegó ante la mirada del más grande, entrecerrando sus ojos.— Tenga más cuidado. 

No hubo disculpa, no hubo mirada de culpa o miedo, no hubo respeto más que la misma indiferencia y frialdad que Leonardo Hamato mostró desde que lo vio llegar, Tiger Claw siguió con la mirada a la tortuga quien continuó su camino sin nada más que añadir, dejándolo a él con las palabras en la boca, congelado en su lugar y con una presión en el pecho bastante molesta que solo lo hizo gruñir una vez más. Las pisadas firmes y molestas del enorme tigre silenciaron los cuchicheos de los alumnos que llegaron a observar aquel encuentro, seguramente sobre el próximo castigo para Leonardo, sin embargo, Tiger Claw no pensó en ello, solo pensaba en que se debía ganar la vulnerabilidad de Leonardo, guardando ese castigo que aplicaría por mano propia.  

Leo apretó los puños ante la tercera equivocación en la formula durante la clase, su mente siendo carcomida por el enojo y la confusión que provoco el desafortunado encuentro con el maestro nuevo. Jamás se había puesto a la defensiva contra otro profesor, ni siquiera contra el director a quien le debía dar un respeto extra, no estaba dispuesto a llamar la atención metiéndose en problemas contra sus superiores, de ninguna manera, pero ahora no solo se mostro hostil, también le respondió de mala manera al tigre. No había pasado ni un día y ya lo estaba volviendo loco.