Dios mío. Es verdad que mi hija me odia, no hay otra explicación.

   Elizabeth y Emma empiezan a reírse, mientras que yo, trato de reincorporarme a la conversación.

   Lentamente me coloco derecho en el asiento, claramente evitando la mirada de Emma.

   —Papi, mira... —dice Elizabeth señalando a una de las camareras que la está llamando.

   A Elizabeth le encanta venir aquí porque esa chica siempre le regala helado.

    —Puedes ir —digo para que Elizabeth vaya y busque su helado.

   Elizabeth corre entre las personas que están en el restaurante para dirigirse hacia la barra.

  Evito a toda costa, hacer contacto visual con ella. No creo que deba.

   Sostengo la gorra que tengo enganchada en mi pantalón atrás y me la coloco en la cabeza, queriendo cubrir mis ojos y mis mejillas lo más que puedo. Sin embargo, como sé que la gorra sólo cubre mi frente, me coloco una de mis manos en la cara.

    —Aún puedo ver que estás sonrojado. —murmura Emma haciendo que mis ojos se abran por completo.

   Maldición.

   Ya vio que estoy sonrojado.

   No sé por qué me sonrojo con ella.

   —No estoy sonrojado, es que me estaba arrascando las mejillas y pues se pusieron rojas. —expreso sonriéndole lo más normal que puedo.

   Mi corazón empieza a palpitar aún más.

   Ay Dios, ya es evidente que no he hablado con una mujer por tantos minutos en 5 años.

   Esta situación es vergonzosa.

   —Está bien que te sonrojes, me pareces tierno. —expresa ella llamando mi atención.

    ¿Tierno? ¿Luzco tierno cuando me sonrojo?

   Es una gran mentira, parezco un payaso, solo me falta la nariz roja para parecerme más a él.

    —Gracias por el cumplido. —respondo mirando desde lejos a mi hija hablar muy feliz con la camarera.

    Aun sigo nervioso y noto que no me ha dejado de mirar.

   —Lo digo en serio. —dice de repente.

   Giro mi rostro y la miro fijamente queriendo saber a que se refiere.

   —¿A qué te refieres? —le pregunto.

   Ella quita su vista de mi, dirigiéndola hacia mi hija.

   —No sé el por qué ella no tiene a su madre a su lado y tampoco te voy a preguntar. —hace un espacio para volver su mirada a mi—. Tú hermana me ha aceptado en su empresa, así que si la llevas todos los días, podría compartir con ella de forma que no se sienta tan sola y me pueda ver como su madre aunque no lo sea.

   La forma en la que habla.

   La forma en la que expresa directamente cómo quiere ayudar a que mi hija se sienta menos sola, hace que me sienta desnudo a su vista.

   El punto es que no solo mi hija se siente sola al respecto de porque perdió a su madre, si no que yo también en un punto me siento solo. Perdí a la mujer que amaba y luego de que ella me traicionó, me encerré en un lugar bien apartado donde nadie pudiera ayudarme a salir.

   Realmente, después de 5 años, la señorita Emma es la primera mujer con la que he hablado y no sé cómo sentirme al respecto.

    Suspiro profundamente.

    No sé ni qué decirle.

    —Bien, la llevaré todos los días después de la escuela para que juegue contigo. —expreso mirando a mi hija—. Solo quiero que ella sea feliz, aunque sea tan mala conmigo y exponga mis sentimientos todo el tiempo. —comento queriendo hacer reír a Emma y lo logro.

   Ella empieza a carcajearse colocando una mano en su boca y supongo que es por que no quiere que vea su sonrisa.

    —No te tapes la boca cuando sonrías. —Ella deja de reírse y me mira dulcemente—. Tienes una sonrisa muy hermosa, de hecho también poderosa porque has hecho que un soldado caiga rendido a ti. —murmuro viendo como ella me sonríe avergonzada.

    De un momento a otro se cubre la cara con las manos y esta vez es ella quien se sonroja.

    —Gracias por el halago. Lo tomaré en cuenta. —responde todavía un poco avergonzada.

   Asiento quitando mi vista, pero al mismo tiempo feliz de que se ha sonrojado por mis palabras.

    Elizabeth llega a donde nosotros de un momento a otro, claramente con su helado en la mano.

   Luce muy feliz después de que le hayan regalado lo que más le gusta comer.

   —¿Por qué están sonrojados, papi y mami? —pregunta Elizabeth colocando una mano en su cintura, mirándonos como si hicimos un pecado.

   Emma y yo empezamos a reírnos de inmediato. Esta niña es demasiado ocurrente.

    Ella sigue comiendo su helado, olvidándose de nosotros.

    —Papá... —llama Elizabeth dejando de comer su helado y acercándose a mí.

   —Sí, preciosa. —respondo para que me diga que pasa.

   —¿Cuando mamá Emma va a venir a vivir con nosotros? Solo falta ella en la casa. —expresa haciendo pucheros, mientras que yo me he quedado tieso, estático y anonadado.

   Esa niña va a hacer que ese hombre muera antes de tiempo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  
Esa niña va a hacer que ese hombre muera antes de tiempo. 🤣🤣🤣🤣

MI DULCE REGALODonde viven las historias. Descúbrelo ahora