17.Esclavizada oficialmente

En başından başla
                                    

Apreté mi mandíbula, esperando que el examen acabase con bien.

Me soltó tras un minuto de observarme y se dirigió a su asiento que estaba a lo más alto del comedor. Alexander me tomó de la mano nuevamente y nos dirigimos a nuestros asientos los cuales, para mi desgracia, estaban a su costado.

Tras habernos sentado, todos guardaron silencio incluyendo los vampiros, pues el mayor de todos había entrado a la sala y se había acercado a mí, analizándome como su esposa lo había hecho. El hombre era apuesto y aunque estaba segura que había vivido cientos de años, no parecía tener más de cuarenta y pico... sobre todo porque no tenía ni un indicio de la vejez y además, porque sus ojos eran idénticos a la preciosa damisela de cabellera oscura que tenía a su izquierda. Dándose de esa manera entonces, el renombre del Señor y Señora Maximus, padres de mi no tan querido y ciertamente pervertido acompañante.

—Maximus, hijo mío, por fin te has decidido a escoger a tu primera mascota —habló el hombre de cabellera oscura—. ¡Felicidades!

—Mi amor, ¿por qué la has escogido? ¿Qué tiene de especial esta mujer delante mío? —dijo Natalia, mirándome impaciente por la respuesta.

—Yo, Alexander Maximus, he escogido a esta humana porque me enamoré de ella a primera vista —soltó rígido, justo con una voz decidida pero prepotente.

Nunca antes había sentido lo que sentí. Mi enojo, que había tenido durante todo el transcurso de la noche, había desaparecido al oír aquellas palabras. Le miré justamente boquiabierta mientras los aplausos de los presentes llenaron la habitación. ¿Lo que acababa de escuchar era cierto? Me fue imposible quitarle la mirada de encima, justo cuando su madre me miró indecisa.

—Ponte frente a nosotros, cariño.

Cuando su madre invadió las ovaciones, todo volvió a estar en silencio. Alexander no se hizo del rogar y mientras se ponía frente a mi desconcertada mirada, me alzó por las axilas. No tardó ni cinco minutos en llevarme frente a sus padres. El hombre que se parecía bastante a mi dueño, me miró seriamente y entonces, con una leve sonrisa, levantó su copa; mostrando aquel líquido rojizo que parecía ser vino.

Todos volvieron a celebrar mientras copiaban al unísono los acciones de su padre. Yo no sabía realmente qué es lo que estaba sucediendo; las palabras de Alexander aun resonaban en mi cabeza. Todo era tan irreal. ¿Qué iba a suceder ahora?

—Yo, William Maximus, te doy la bienvenida a esta grande y cariñosa familia, Nicole.

Mi nombre en los labios de aquel hombre me hicieron reaccionar. Abrí los ojos algo atemorizados, sabía que algo malo estaba por pasar.

—Hijo, haznos los honores...

—Sí, madre.

Alexander me tomó de los hombros y me hizo voltear a verlo a los ojos. No sabía que haría pero, a juzgar de cómo se me acercaba, estaba más que segura que aquellos colmillos saldrían a comerme de nuevo. Quise correr lo más rápido posible, pero era absurdo al ser Alexander quién me había tomado las muñecas primero para evitar que escapase. No podía moverme.

Cerré los ojos intentando que de esa manera pudiera desvanecerme entre la oscuridad, pero cuando sus labios helados tocaron mi cuello, tuve un escalofrió que me recorrió por toda la espalda. Aquellos hielos estaban rozando su lugar de ataque, aquel que lloraba por estar a punto de ser perforado.

Traté de agitarme para deshacerme de sus grandes manos, pero el shock no me dejó moverme. No podía evadir lo que se avecinaba... tan solo me quedaba esperar. Esperar que aquel dolor agudo volviera a mi cuerpo, aquel que les dejaría claro a todos que realmente me había convertido en la única y nueva mascota de Alexander Maximus.

Y conforme pensaba aquello, sucedió. La libertad que una vez había tenido como una humana cualquiera, desapareció.

Alexander me mordió el cuello frente a todos los demás de una forma no tan dolorosa como las veces pasadas. No llegaba al punto de desmayarme, pero aun así me dolía. Era como si me estuviesen quemando una sola parte de mi cuerpo. Quería retorcerme para gritar a gusto en el suelo, pero no podía deshacerme de aquel abrazo prisionero que no me dejaba esparcirme en el piso.

Un pequeño hilo de sangre recorrió mi cuello y escuché atenta como los otros vampiros presentes suspiraron excitados. Yo había cerrado los ojos con fuerza mientras me apoyaba en la espalda del vampiro que parecía fascinado con el sabor de mis líquidos vitales.

El tiempo pasó lentamente, aunque en realidad solo hubiera sido un minuto. Alexander parecía hipnotizado a pesar que yo sentía como vomitar. Le golpeé un poco el pecho para indicarle que realmente me estaba sintiendo bastante mal. Para mi suerte, Alexander terminó con su acto mientras relamía mi cuello para entonces, con cierta seriedad, besar mis labios como aquella noche en que por primera vez me había mordido.

No podía soportar ese sentimiento de vergüenza que revoloteaba en mi estomago... como era que miles de mariposas estaban tratando de salir de mi cuerpo. Sentí mi cuerpo frio, a la par en que veía todo borroso. Me había debilitado, por lo que Alexander me atrajo contra su pecho.

Entre la oscuridad de un próximo desmayo, todos aplaudieron. Parpadeé cansada, pero no pude evitar sorprenderme cuando el banquete de sangre empezó.

Todos mordieron a sus mascotas y los señores Maximus observaron como nunca antes a cada uno de ellos, mientras hablaban sobre el buen día que había sido el día de hoy.

Yo, en cambio, miré a Alexander cansada y éste me cargó entre sus brazos adivinando la razón. Algunas mascotas nos veían con recelo y algunas otras con ternura mientras las mordían. Sabía que en realidad algunas personas celebraban en silencio y algunas me maldecían. En pocas palabras, toda esa hipocresía no me importaba un comino. Lo único que quería era recostarme.

Alexander se dirigió a Matthew y se despidió de él secamente. Rossette me vio entusiasmada detrás de su amo y me guiñó el ojo.

Sin entender el por qué de aquello solo le miré debilitada. Alexander, sin hacer otra parada, salió del comedor y subió las escaleras conmigo entre sus brazos. Otra vez nos dirigimos como siempre a la habitación que aborrecía y que parecía que sería una cárcel exclusivamente mía.

Colores oscurosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin