__ Estoy esperándola en el cruce. Este sitio es seguro, casi nadie entra ahí. - me explica el inepto.

__ Pues alguien entró. ¡Dame la jodida dirección! - exijo con enojo.

Acelero y por una única vez soy el inconsciente del que me quejo siempre de no ver al frente al conducir sino tratar de conectar una llamada de nuevo, pero no entra. El celular se le apagó seguramente, pero mi estupidez no me permite dejar mis manos quietas.

Serpenteo entre los autos que me estorban en la autopista. Dejo atrás los semáforos en rojo, no me interesa un carajo cuando entre pecho y espalda está esa sensación de vacío que no me deja respirar con normalidad.

Casi media hora después veo el auto de Emilio en la carretera de la dirección que me indicó.

Varias personas vestidas con ropa deportiva vienen charlando entre sí. Paso de ellas y continúo mi búsqueda, saltando del vehículo que olvido al ver a Emilio.

__ No la encuentro, señor. - me avisa y dejo de lado mi coherencia recorriendo un extremo de la carretera, mientras mi acompañante lo hace del otro.

Mis latidos están al mismo paso que cada zancada. Veo como el cielo está llenándose de nubes que dejan caer una leve llovizna y no entiendo porque mi mente no deja de pensarla en peligro.

Necesito verla. Necesito...

Mis pies se frenan cuando escucho un leve sollozo en medio de unos matorrales que me dejan oírlos y hasta sentirlos clavándose como estacas en el centro de mi pecho.

Me preparo para lo peor.

Mis dedos se tensan con cada paso que doy para acercarme cada vez más cuando me abro paso entre la maleza. Encontrando a Arleth abrazando sus rodillas, con los ojos clavados en el cuerpo que tiene la cabeza abierta en el suelo a pocos centímetros de ella.

Tiene arañazos en los brazos. Tierra en la cara, las uñas le sangran y los codos raspados.

Levanta la mirada y cuando me mira es como si el llanto le ganara mucho más. Sus sollozos son más altos y le ponen a temblar el pecho cuando se levanta y corre para estrellarse en mi pecho.

Lo único que veo es su cabello ondeadose en el aire al recibirla y reaccionar segundos después a su intención de verme como un refugio. Refugio mal escogido porque para nada soy eso, pero si siento alivio de saber que se encuentra bien.

__ Yo no quería. - hipa contra mí. - Pero Valentín me...yo luché...

El miedo me llena por primera vez.

__ Peleé porque no pasara. Me defendí...yo solo me defendí, Gavrel. No dejé que pasara...no lo dejé. - sus explicaciones son lo último que necesito. Me importa un carajo si asesinó al mismísimo papa, mi alivio es porque se encuentra bien. - Pero lo maté...está muerto.

__ Ya no llores, pequeña salvaje. - acuno su rostro para ver las lágrimas que se deslizan por su hermoso rostro confundiéndose con el agua de la lluvia. - Estoy aquí.

__ Pero está muerto. - hipa con el pecho temblando. Me quito el abrigo y se lo pongo sobre los hombros. - Yo lo maté. Cuando lo sepan mi papá estará decepcionado...mi mamá va a...

__ Si es lo que te preocupa, puedo resolverlo. - le digo besando su frente cuando mueve la cabeza. - Sé buena niña y quédate aquí.

La planto a unos metros del cuerpo para regresar y tocar su pulso. Un asqueroso gusano que murió con la materia cerebral saliendo de su cráneo.

Tuvo suerte de haber dejado de existir porque si siguiera con vida, así se escondiera en el mismo infierno lo corto en pedazos.

No tengo que ver más para saber lo que quiso hacer y esa maldita presión regresa al saber que pudo haberla...

Wildness Where stories live. Discover now