—Estoy en servicio, amigo, ni te me acerques ¿Oíste?—Lo amenazo con los dientes apretados. Él asiente. —¡Largo!

Qué asco.

Me obedece con mesura. Guardo la daga y me encamino hacia Diana y Ziah. La princesa menor le toca el hombro a la híbrida. Los ojos grises de la pelinegra van directo a Diana y no tarda en esbozar una sonrisa.

—Ya dejan entrar a cualquiera—Se burla.

—Definitivamente—Dice Diana y se inclina hacia la rubia detrás de la híbrida. —Te dijo que ella era una gran Alfa, que los diamantes y zafiros eran suyos, ¿verdad?—La rubia asiente, confundida.—Yo se los di, querida, ella no tiene ni donde caerse muerta, no pierdas el tiempo.

La chica se quita el brazo de Ziah con brusquedad y se va a regañadientes. El rostro de la pelinegra era divertido, en él cruzaban emociones diferentes, que no sabe donde posicionar las cejas.

—Yo te lo dije: "Sin Diana, Ziah no es nada"—Dice la pelirroja.

—Aún contigo, sigo siendo nada—Escupe con furia. —¿O no te acuerdas de que negaste conocerme frente a Kaiat? Y esta bruja de mierda tuvo que fingir ser mi novia.

Diana rueda los ojos.

—No estoy aquí para escuchar tus berrinches, de todos modos, lo nuestro se acabó—Le exclama sin interés. —Vamos a divertirnos, Nara.

Me toma del brazo y me guía al bar. Veo como los ojos de Ziah se encienden en amarillo y se dirige a pasos tensos a las escaleras.

—Yo no bebo—Le exclamo cuando le pide dos copas de Hybre al cantinero.

Ella suelta un gruñido.

—Diosa Luna, ¡Basta! Parece que la mayor soy yo—Me extiende una copa.—Beberás conmigo, es una orden.

Observo su contenido amarillo como el pipí de caballo y arrugo mi nariz. Diana me insiste con la mirada, y me veo obligada a beber un sorbo. La garganta me arde y me suelto a toser como una loca, mientras la pelirroja estalla en risas.

—Qué débil eres—Ella toma un largo sorbo sin arrugar ni las cejas.

—Agua—Pido.—Por favor.

Ella niega, con las mejillas rojas. Mientras lleno mi boca de maní de dudosa higiene mi boca, se nos acercan unos chicos, jóvenes, quizás de mi edad. Ambos pelinegros y de ojos del negro más oscuro, mi corazón se acelera y siente su energía. No son híbridos, ni vampiros o licántropos. Son brujos, y por el color de la energía que los rodea y como mis sentidos se activan, no son nada bueno.

Enderezó mi postura y tenso el rostro.

No me caen para nada bien.

—Reconocería esa risa, aunque pasaran 100 lunas—Le dice uno a Diana, el más alto y con el aura más negra.

—Hola, John—Lo saluda, y luego mira al otro. —Hola, Demeter.

—Hola, princesa—El tal Demeter le sonreí, luego me mira— ¿Es el reemplazo de mi hermana? —Me apunta y yo fruncí el ceño. —No está mal... pero no creí que te gustaran las brujitas buenas.

¿Qué obsesión tienen con emparejarme con las Eckvan? Respóndeme, Diosa Luna, qué pecado pago.

La pelirroja niega con la cabeza.

—A mí me gustan los brujos malos— Sus ojos viajan a John, y ambas se miran unos segundos.

Me llevo la copa a la boca, bebiendo poquito, para no estorbarle el momento de tensión y no fui la única, Demeter también se pido una copa.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now