• 2 = Ricitos de oro

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Érase una vez una familia de osos que vivían en una linda casita en el bosque.
Papá Oso era muy grande, Mamá Osa era de tamaño mediano y Osito era pequeño.
Una mañana, Mamá Osa sirvió la más deliciosa avena para el desayuno, pero como estaba demasiado caliente para comer, los tres osos decidieron ir de paseo por el bosque mientras se enfriaba la deliciosa avena. Al cabo de unos minutos, una niña llamada Ricitos de Oro se extravío en una casa que era la casita de los ositos y tocó la puerta de madera, al ver que nadie se presentaba, la niña de ricitos color oro abrió la puerta y entró en la casa de los ositos permiso alguno.

En la cocina había una mesa con tres tazas de avena: una grande, una mediana y una pequeña. Ricitos de Oro tenía un gran apetito y la avena se veía deliciosa. Primero, probó la avena de la taza grande, pero la avena estaba muy fría y no le gustó. Luego, probó la avena de la taza mediana, pero la avena estaba muy caliente y tampoco le gustó. Por último, probó la avena de la taza pequeña y esta vez la avena no estaba ni fría ni caliente, ¡estaba perfecta! La avena estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un poquito.

Después de comer el desayuno de los osos, Ricitos de Oro fue a la sala. En la sala había tres sillas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se sentó en la silla grande, pero la silla era muy alta   y no le gustó. Luego, se sentó en la silla mediana, pero la silla era muy ancha y tampoco le gustó. Fue entonces que encontró la silla era muy estrecha y se sentó en ella, pero la silla era tan frágil que se rompió al notar el peso de la niña.

Buscando un lugar para descansar, Ricitos de Oro subió las escaleras, al final del pasillo había un cuarto con tres camas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se subió a la cama grande, pero estaba demasiado dura y aspera que no le gustó. Después, se subió a la cama mediana, pero estaba demasiado blanda, tanto que parecía un algodón, que tampoco le gustó. Entonces, se acostó en la cama pequeña, la cama no estaba ni demasiado dura ni demasiado blanda. De hecho, ¡se sentía perfecta! Ricitos de Oro se quedó profundamente dormida en la pequeña cama del oso menor.

Al poco tiempo, los tres osos regresaron del paseo por el bosque. Papá Oso notó inmediatamente que la puerta se encontraba abierta:

—Alguien ha entrado a nuestra casa sin permiso, se sentó en mi silla y probó mi avena —dijo Papá Oso con una gran voz de enfado.

—Alguien se ha sentado en mi silla y probó mi avena —dijo Mamá Osa con una voz medio enojada.

Entonces, dijo el pequeño Osito con su pequeña voz:
—Alguien se comió toda mi avena y rompió mi silla.

Los tres osos subieron la escalera. Al entrar en la habitación, Papá Oso dijo:
¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Y Mamá Osa exclamó:
—¡Alguien se ha acostado en mi cama también!
Y Osito dijo:
—¡Alguien está durmiendo en mi cama! —y se puso a llorar desconsoladamente.

El llanto del pequeño Osito despertó a Ricitos de Oro, que muy asustada por ver aquellos ositos, saltó de la cama y corrió escaleras abajo hasta llegar al bosque para jamás regresar a la casa de los osos.

***

Perdonen por no haber subido más cuentos, pues se me había perdido la cuenta y aparte que estaba muy cansada de mis días, acá les dejo el cuento de Ricitos de Oro, un clásico en los cuentos, estaré más pendiente es subir cuentos, este no es precisamente el cuento, es una adaptación de una escritora.

Bueno, me despido, nos vemos en el siguiente cuento, hasta pronto.

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