Capítulo 8-Atracción compartida

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Deseaba oponerse, mas desconocía el arte de la negación en ese instante. No se trataba de carecer de coraje o de habilidades verbales, sino más bien de encontrarse en un terreno desconocido, sin saber cómo reaccionar sin desencadenar un conflicto más profundo. Al fin y al cabo, estaba allí para servir y nadie le había hablado de un horario. De hecho, no existía ningún horario escrito para las criadas. Debían trabajar cuando se lo requerían. Pero aquello no le parecía trabajo en absoluto y eso era lo que la confundía más. 

—He de volver a ponerme el uniforme, Su Excelencia, no tardaré —Intentó cerrar la puerta, mas el Duque lo impidió con uno de los bastones que portaba para sostenerse, colocándolo en el hueco de la puerta para bloquear su cierre.

—No preciso que se ponga el uniforme, señorita Jane —se dirigió a ella de un modo más formal, como si con ello quisiera sonar respetable y decente—. Tampoco quiero esperar a que lo haga, solo quiero que baje a las cocinas, prepare la misma infusión que me ha dado durante todo el día y suba a la biblioteca para oír lo que voy a escribir. 

Arthur Wellesley era consciente de que sus palabras sonaban más inapropiadas y autoritarias de lo que jamás habían resonado. La irritación que lo había abrumado durante ese par de días, al aceptar la realidad de su condición, se había aliviado ligeramente gracias a los dos bastones que Liam había tenido la amabilidad de llevarle. Era un hombre inquieto y vigoroso, que llenaba sus jornadas con una variedad de ocupaciones, la mayoría de las cuales involucraba actividad física, como la equitación, el críquet, carreras con el tílburi o... sí, incluso el baile, aunque evitaba cuidadosamente el vals. Las aventuras amorosas eran, por supuesto, una de sus ocupaciones preferidas. Un pasatiempo que podía llegar a ser tan apasionante como cualquier otra actividad vigorosa. Pero no estaba buscando nada eso, por extraño que fuera, en la puerta de su criada. Y ni siquiera se acordaba de sus pensamientos durante el día, en los que había sido más que halagador con Jane, encontrándola incluso bonita. 

Simplemente, su ánimo había mejorado de manera drástica, recordándose a sí mismo que tenía una tarea pendiente: hundir por completo al primer vizconde de Hallifax. Para llevar a cabo ese propósito, disfrutaba de la compañía de Jane, quien, a pesar de ser la mujer más aburrida, insípida, crítica e insoportable que jamás hubiera conocido, se había vuelto indispensable durante su convalecencia. Sin ir más lejos, la tarde de lectura no había sido nada desagradable. 

Y, de cierta manera, sentía que le debía un mínimo de consideración después de cómo la había tratado tras la visita de Nathaniel, a quien, por cierto, debía enviarle una carta explicativa. Pedir disculpas no era precisamente algo que Arthur Wellesley hiciera con facilidad, pero quizás era hora de ver a sus sobrinos. Invitarlos a pasar el próximo fin de semana, que estaba a punto de llegar, serviría como chivo expiatorio, pues no soportaba a los niños de ninguna clase, ni siquiera a los hijos de Tara. 

Jane FitzGeorge no había cometido ninguna acción indecorosa en toda su vida. Ni siquiera había susurrado más allá de lo necesario sobre un hombre, ni le había dirigido miradas más allá de lo estrictamente profesional o necesario para la vida diaria. Por lo que atender al Duque en bata y con el pelo trenzado le parecía lo más provocador, inmoral y desvergonzado que había hecho jamás.

Aun así, tal vez impulsada por la impaciencia de él o motivada por su inocencia en esos asuntos, terminó cediendo. Después de todo, el Duque nunca mostraría un interés real en ella más allá de dedicarle algún comentario inapropiado, como lo había hecho el primer día que se presentó en su casa. Sin embargo, eso ocurrió cuando él estaba notablemente enfadado, y desde entonces no había presenciado ni escuchado nada similar. Ella solo era una criada, una mujer vulgar a la que ese hombre usaba como entretenimiento durante su encierro. Nada más. Terminar con su trabajo lo antes posible era lo mejor. 

El Diario de una DoncellaWhere stories live. Discover now