I. Marujita

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Había de haber penumbra nostálgica, día aquel en que el arrebol arremetía a su naturaleza y rompía con el tiempo, llevando consigo las mañanas almáticas de mi ser. Tantas y tantas ocasiones la Maruja érase de su presencia ausente: me veía como quien contempla al goteo del reloj arenal, viendo como gotas de segundos caen delante del frío.

Las penumbras meridianas del país del olvido fueren momento eterno donde los malecones con aguas de garúas insolentes, gritadas son por trémula voz aquella, que rompía y estremecía. Pude divisar a lo lejos tantos y tantos otros sueños de azules lúcidos, profetizaría ahí la Maruja y todo su sentir. Sería aquella la conmoción de toda mi locomoción, dejándome atrofiado, inservible, al sono del pasar de su profunda mirada negra. Los heraldos pelos suyos, revoloteaban mis añoranzas del porvenir y de lo que ya ha de ser.

Pica uno, dos, tres... estornudo; siento una gota caer amalgamándose en mi garganta con toda su humedad propia. Pasan tantos y muchos otros asuntos que habitan, morando con beldad, el reino impenetrable e incomprensible del Incomprendío. E incluso es de procacidad y atrevimiento mío el de, penitencialmente, dictar con algarabía lo siguiente: Pudo ser sus ojos perdidos, perdidos no por ello de la viscosidad, o aquello del estrabismo, ni mucho menos el letargo pensado. Perdidos eran aquellos porque esos no me miraban -quisiera ser el único camino por recorrer, única línea a la que trazar, pero, no-. Llanamente, hay ojos algunos que solo pueden ser visto desde una posición a la lejanía, austeramente, hay ojos algunos que no se encontrarían, no estarían.

Érase mi saber tiempo nuevo, vida nueva, he de cambiar con mesura toda la sin sazón que trajo la sinrazón. En el reino escrupuloso de la memoria, farsante de mala maña, siguen andanzas de rúe de Geranios o de La Portemos, mal accionar de violencia impregnada en una inocua soledad. Viéndose divisaje del alba recién encantado: pasa uno, pasa dos, pasa veinticuatro horas, yace en el imperio mencionado todos los recuerdos, y un tal Geranio los arrastró de su cabellera. ¿Ha sido caballeroso? Habría de respuesta al minúscula como: no, quitó y arrancó los pelos y los sesos, entonces, ya solo tan murieron, tan solo descansaron.

Cierto papelito de mal forma, he de ser hallado con cita de empiece: ''A quien corresponda''. Pondría sin vacilar de una tal Maruja hacía un tal Geranio -¡Dios, mío! Tan solo Geranio érase un personaje-. Me quedé lelo y frágil, como si fuere a aproximarse a las suculentas malformaciones de las rocosas casuchas blaos y nabas. Pudo conmigo, aun así, otra conmoción que daría a resultado como muerte a mí -Ya no había de querer a importar, pero tengo el deber de actuar como si fuere al revés-.

Extraño... extraño y raro se lee el cuento no mío. Fuere tiempo meridiano azulejado por las tensiones diarias, pareciese oscuro el momento, pero luminoso está por aquella presencia casi ausente de su ser inconfortable e incomodable. Pude tantas y tantísimas veces revestir de mirada mía su recuerdo ya casi degradado por aquello lo de Geranio, tan solo pudiese esa tanda de veces ver a aquellos recuerdos que se escapan de mi cráneo.

Termino esta carta como empecé como cuento, quizá como exordio de un libro. Quizá no haya a quien enviar esto o aquello, pero su recuerdo ingrato -no ingrato por ello de su personalidad tan desaforada que mata y me mata, sino por aquello de su ida sin vuelta-, gran recuerdo casi ha borrar siempre yacerá como piedrecita pequeñita, pero inmóvil ante cualquier ventorosa invivible; será entonces aquel recuerdo nunca borrará, la Maruja mencionaría en tantos y muchos sueños su último decir que se desvaneció sin siquiera haber sido escuchado.

Hermanito mío, yace en mí la ultimita carta que ha sido testigo indenunciable de mi recuerdo. Lloraré, me dejaré llover y llevar, ya que ha de sufrir por casi el amor de esa tardes extintas.

Recuerdo, cuán siquiera habría de abrir los ojos, me espanté por aquello de darme cuenta de lo que cometieron sin avisarme ni si quiera anticiparme, y qué más causa de muerte más linda e inefable como si fuere el suicidio por un amor ya muerto; y el memorial frágil.

Dioramaza #CoronaAwards2024Where stories live. Discover now