—Tú. —Brama—. Tú eres mi problema. —El bastardo consigue lo que quiere y lo altera, pronto posee sus puños enganchados a los bordes de la chaqueta y debe contenerse para no estamparle contra la cara un puñetazo que le tumbe los dientes, está drogado, si esto acaba en la policía a él lo encerrarán.

Max.

Casi puede imaginarse la cara de decepción que Max esbozaría entonces ¿cuántas veces lo ha sacado de prisión? Sin duda el viejo se arrepiente de haberlo recogido, debió dejarlo atrapado en el club de Dino en vez de sacarlo y meterlo en un mundo al que nunca atañerá. Está roto. Sin importar cuántos psicólogos o doctores visite más allá de atajarle las enfermedades sexuales no lo pueden sanar, nadie va a meter una mano dentro de su cerebro, revolver los recuerdos, encontrar el punto en donde Ash se fue al carajo y así arreglarlo, no se puede y Max sufre viéndolo roto, al menos alejándose no puede verlo, es lo mejor, se dice a sí mismo.

Si sigue así podrá ganarse la vida como pandillero y salir pronto de su casa, así Max nunca más tendrá que saber de un hijo que no deseó, pero del que "eligió" hacerse responsable impulsado por la culpa.

—No vale la pena. —Ash lo suelta, no quiere pelear—. No pienso luchar contigo, te gané justamente.

—¿Acaso tienes miedo? —Ríe, no caerá en eso.

—Vete de acá, no quiero volver a ver tu cara.

—No vine a preguntarte, vine a declararte la guerra.

—Para. —Le advierte—. No puedes ganar.

—¿Por qué te da tanto miedo confrontarme? ¿Acaso temes que tu papito no te pueda sacar de esta?

Ash le pega un puñetazo que lo deja tirado en el piso, se acaricia el puño, le quedo rojo por lo abrupto del impacto, no está para que lo jodan, Arthur lo comprende al escupir sangre, al encajar y desencajar su propia mandíbula con una mirada de cachorro pateado que lo llena de satisfacción, es miedo, Ash adora que le teman, es lo único que lo ha mantenido seguro, no está dispuesto a usar su cuerpo para enrollarse a los hombres como antes, es una máquina de pelea y destrozará a cualquiera que siquiera considere en interponerse en su camino, no necesita ser amado, necesita que lo respeten y admiren.

—¡¿Qué diablos te pasa?! —El único problema—. ¡Él no te hizo nada! Vino honorablemente a hablar.

—¿Honorablemente? —Ash ríe incrédulo—. Quería que le pegara.

—Realmente es imposible hablar contigo ¿estás bien, Arthur? —El lince queda con las palabras entre los dientes mientras ve cómo un subordinado cuida a su preciado jefe—. Te pegó justo en una mejilla.

—Estoy bien, no te preocupes. —Aww, es tan suave con su perro faldero—. Soy un chico fuerte y me levantaré antes de que te des cuenta.

—Ash Lynx. —El único problema es...—. En serio eres un idiota.

Eiji Okumura.

El bastardo ni siquiera sabe pelear y no le incumbe lo que está pasando, es obvio que tiene un pasado mucho más feliz que el suyo, escuchó que Arthur lo conoció en la universidad y desde ahí son amigos inseparables ¿no es adorable? Incluso lo arrastró como si fuera una mascota a su pandilla, no merece un lugar ahí, Okumura al menos debería ser consciente de que es un estorbo y agachar la cabeza con tal de mantenerse al margen, la cuestión es que el maldito no tiene sentido de autoconservación, es el único que se atreve a desafiarlo sin importar las consecuencias.

Ash no soporta eso.

—Ni siquiera sabes pelear ¿por qué estás acá? ¿cuidando a tu noviecito? —Ash lo confronta, no sabe por qué la imagen le cabrea tanto pero de repente siente a su sangre hirviendo entre sus tripas hasta quemarlo como si fuera un baño de cenizas—. ¿Haciendo de niñera? Qué jefe más patético.

Don't go insane.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora