—Jefe. —Así que Max se puede meter por el culo su matrícula universitaria, lo descuidó cuando más importante era empezar una recuperación, ya es tarde, ya no le interesa—. Tenemos una situación.

—¿Qué pasa?

—La pandilla de Arthur está acá para negociar.

—¿Negociar?

—Sé blando con ellos, Ash. —Shorter lo abraza de los hombros, ambos están medio drogados debajo de la lluvia, más pueden hacer su trabajo correctamente—. La última vez terminaron en la comisaría.

—Seré blando. —Miente—. Estaba esperando que volviera para arreglar las cosas.

Frederick Arthur, por supuesto que lo esperaba.

Cuando recién se conocieron Arthur impresionaba hasta casi emocionado por aprender del pistolero más talentoso de Nueva York, Ash no dudó en acogerlo bajo su ala, el sujeto era perspicaz usando el revólver y era extraordinario en el juego de armas blancas, no obstante, poco a poco empezó a sentir un resentimiento de parte de su subordinado a raíz de las comparaciones que surgían, de pronto, ya no le bastaba con solo aprender de Ash sino que quería ganarle y aplastarlo, lo desafió a un combate, alardeó sobre que lo tenía prácticamente ganado, por supuesto, su ego fue la razón por la que perdió enfrente de todos los chicos, ganarle no fue una sorpresa.

¿La verdadera sorpresa? Que la mitad de los chicos se fueran con él y abandonaran a Ash, ¿por qué?

Hasta el día de hoy se lo cuestiona ¿fue un mal líder?, ¿no los antepuso lo suficiente?, ¿es un dictador y Arthur les prometió ser un jefe justo?, ¿existe algo como la justicia?

—Ash.

—Arthur.

Sea cual sea la respuesta ya no importa.

Ash muerde el porro una última vez antes de dejarlo caer, se coloca la gorra de la chamarra antes de salir a dónde alumbran los postes, Arthur está dentro del callejón con su sequito, pero este aún sigue siendo su territorio y habría que ser tonto para venirlo a desafiar teniendo el apoyo de Black Sabbath y de Chinatown, ja, nunca fue demasiado brillante ¿cierto? No puede creer que un Neanderthal esté asistiendo a la universidad pública y un genio no, pero ese es otro tema y no quiere pensar ahora en Max o acabará dándole una paliza demasiado violenta y hoy no tiene ganas de volver ensangrentado.

—¿Qué quieres? —Los ojos de Arthur se ven aún más fríos bajo las ínfimas gotas que remecen Nueva York, su ropa se ha oscurecido, llevan un buen rato esperando—. Habla.

—Quiero mi territorio de regreso.

—Lo perdiste justamente. —Ash declara con una sonrisa torcida—. ¿O acaso se te olvida la tremenda paliza que te di? Sin problemas te la puedo recordar.

—¿Eso es una amenaza, Lynx?

—Tómala como quieras. —Ash estira y tensa los nudillos hasta hacerlos crujir, ni una sola alma piensa en interrumpir la tensión, se mantienen en silencio, quietecitos, justo a donde pertenecen los perros.

—Escuché que apareció una nueva pandilla. —No es una pandilla, más bien es un psicópata chino al que le desagradó el sistema con el que rigen Chinatown, además luce como un palillo, no será trabajo romperlo—. Y que quiere derrocar a Shorter.

—No pasará.

—Así como yo te quiero derrocar a ti.

—¿Cuál es tu maldito problema? —Arthur da dos pasos adelante, lo está provocando, lo confirma el instante en que alza el mentón remarcando la brecha corporal, mirándolo para abajo casi como si él fuera inferior, Ash odia que lo miren de esa manera, toda su puta infancia lo vieron así. ¿Duele? ¿Qué si me duele? ¡Qué estupidez! No le importaba si sentía algo, ni siquiera era un ser vivo para él.

Don't go insane.Where stories live. Discover now