𝐱𝐯𝐢𝐢. te gusta hacer preguntas, ¿verdad?

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Entré a la cabaña con Samuel, viéndolo caminar directamente hacia su mesa, donde los gemelos y Caio estaban esperando. Percy estaba sentado en una de las sillas de allí, y se levantó en el momento en que me vio ahí, mostrando una sonrisa mientras sus hombros se hundían aliviados.

—Que bueno que estás bien. Lamento todo esto —murmuró Percy, acercándose a mí con cierta cautela, como si no supiera si me irritaría con él o no. Lo estaba, pero ni siquiera se acercaba a la irritación que sentía por Samuel en ese momento.

—¿Lo sabias? —pregunté, señalando la espada que Samuel le estaba entregando a Caio, permitiéndole a él y a los gemelos mirarla. Percy negó con la cabeza inmediatamente, haciéndome dejar escapar un profundo suspiro.

—Sólo me lo dijeron después de que te fuiste. Vine aquí a esperar cuando escuché que te iba a traer de regreso —él se encogió de hombros, luciendo avergonzado, como si se sintiera culpable.

—Guárdala con las demás —Samuel habló con Caio, quien asintió y se fue, tomando la espada. Me acerqué a la mesa y vi a Samuel sentado en su cómoda silla, como si no tuviera nada mejor que hacer. Me incliné sobre él y extendí mis manos sobre la madera.

—Ahora que nos has hecho perder demasiado tiempo con una estúpida espada mágica, centrémonos en lo que importa —dije, frunciendo los labios cuando Samuel se rió y me miró con expresión divertida. —¿Cómo podemos encontrar una bruja lunar y hablar con ella?

—Las brujas lunares son difíciles de encontrar, pero no imposibles —murmuró, mientras Percy se detenía a mi lado, mirándolo con expresión confusa.

—Pero ya conociste a una.

—En realidad, ella fue quien me encontró —Samuel replicó, lanzando una mirada bastante aguda en dirección a Percy, antes de volver a mirarme—. No salí a buscar una. Ella se me apareció. Se sabe que las brujas lunares ven el futuro, pero odian vivir con el resto de nosotros, ya que la gente siempre las acribilla con preguntas sobre su futuro. Suelen vivir solas y aisladas, pero en ocasiones salen a atormentar con sus predicciones a cualquiera que encuentren en el camino.

—¿Entonces que haremos? —pregunté, mirándolo inclinarse con sus firmes brazos cruzados sobre la mesa, pareciendo estar pensando en algo.

—Podemos usar el mapa de los deseos para encontrar una de ellas —propuso haciéndome fruncir el ceño, mientras Percy dejaba escapar un profundo suspiro.

—Pensé que era una leyenda.

—¿Qué es ese mapa? —pregunté, mirando de uno a otro.

—El mapa de los deseos es un objeto mágico capaz de cumplir un deseo, revelando a la persona lo que le pide —explicó Samuel, mirándome con un poco de cautela—. Pero el mapa solo concede un deseo por persona. Así que, si le haces una pregunta y él te muestra lo que quieres, si vuelves a intentarlo, ya no te responderá.

—Un objeto mágico bastante estúpido, ¿no crees? —dije haciéndolo reír y negar con la cabeza.

—Realmente depende de tu punto de vista, Zaia. En manos de la persona adecuada puede resultar de gran utilidad —él sonrió, como si ese fuera un punto importante en la conversación—. La última vez que oí hablar de ello estaba en manos de Estel.

—¿Qué Estel? —preguntó Percy, demasiado rápido, viéndose repentinamente nervioso.

—Esa Estel, Percy —Kylian se rió junto con Erick, sus ojos brillaban de emoción—. La hada.

—Si conseguimos este mapa, ¿podrá mostrarnos dónde están las brujas lunares? —cuestioné, ignorando el hecho de que Percy se había acurrucado a mi lado, enrojeciendo por completo. Samuel asintió en confirmación, haciéndome fruncir los labios—. ¿Y dónde está esa Estel?

Hasta que comience a arder ©Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin