Mentiras y verdades, estaba jugando a dos bandas y eso me rompía el corazón, aún así haría todo lo posible por salvar a Xylia. La Sabia Anciana suspiró sonriendo y supe que lo había logrado, sus ojos se destensaron y por fin pude ver a esa mujer que personificaba a La Paz.

—No recordaba lo testarudos que os podéis convertir cuando estáis enamorados.

Aquellas palabras hicieron que me sonrojara al instante. Enamorarme, si debía estar tan enamorado de ella que podía hacer cualquier estupidez para que volviera a casa. 

—Hubo una guerra en la que los trece clanes de habitantes del bosque lucharon conjuntamente para evitar la masacre y la liberación de la maldad. Seres oscuros que no supimos de donde emergían convirtieron el bosque en una batalla campal en la que seres creados desde el odio incendiario y destruyeron el bosque. Todos los que no fueron capturados y matados, se situaron en los alrededores del corazón del bosque, ese lugar en donde hacéis el rastro y matáis a los asyhe. Estas runas son símbolos que representan la maldad y que son como un sello para no invocarlos. 

Asentí lentamente sin saber cómo juntar toda aquella información y enlazarlo todo. ¿Porqué quiso esa bruja que supiera esto? Y ¿cómo sabía ella que me explicarían esto?

—Así que los guardianes, jugáis un papel fundamental... —dejé de escucharla cuando en mi mente, algo hizo clic.

Empecé a sudar, esas runas eran sellos protectores de maldad y esa Bruja tenía más de cuatro en cada lado de la cara. La sudor hizo que empezara a estremecerme por el frío. Ella debía ser la maldad personificada y posiblemente la que formó parte de aquella masacre. No tenía palabras para creerme aquello. Entonces, ¿porqué quería ayudarme a salvar a Xylia? ¿Porqué sabía su estado?

Miles de preguntas me golpearon de repente. No podía contárselo a nadie, ni podía dejar que esa bruja se adentrara en el poblado.

—Y así es como las runas pintadas invisiblemente, crean un barrera en contra de esos monstruos.

Hice ademán de escucharla y de mirar a la Sabia Anciana. Le dí las gracias por compartir su conocimiento conmigo y sobretodo para que me guardara el secreto. No quería que nadie se enterara de esto. Si alguien tenía que enfrentarse a unas bestias, yo era el único capaz. Así que una vez me despedí de ella y estuve a punto de salir de ese lugar, su sabia voz me frenó como si me hubiese tirado un cubo de agua helada por encima.

—No te dejes engañar por los impulsos de tu corazón ni confíes en quién pueden darte una solución, Neith.

Con los ojos temblorosos, sorprendido dejé que no se me notara esa pizca de incomodidad. Respiré profundamente para calmar los rápidos latidos de mi corazón antes de dirigirme por última vez a la Sabia Anciana.

—Lo tendré en cuenta.

Así es como me marché de ese lugar totalmente abrumado por aquella información y por la amenaza que podía ser la Bruja Roja. Sabiendo que esta noche no podría conciliar el sueño.







—Creo que tú también deberías tomarte un descanso, Neith.

Era cierto, pero aunque me acostara a plena luz del día, no podría dormir ya que estaría en alerta.

Mis ojeras y mis ojos hinchados mostraban el cansancio de las semanas de búsqueda sin descanso de Xylia.

Owen me miraba con el rostro serio, inexpresivo a pesar de querer interesarse por mi salud, el cual era deplorable a cada día que pasaba con este suplicio de no saber dónde estaba Xylia y menos ahora, con el peso que se había situado en mi pecho. Aún así, noté como dos chicas nos miraban con esos ojos que podían desnudarte con tan solo observarte. La verdad que Owen volviera a ponerse el traje de guardián, le hacía verse mucho mejor que como artista. Y si ambos nos juntábamos, sembrábamos el caos en el poblado pero la verdad, es que ni él ni yo teníamos tiempo para líos. Nuestras cabezas estaban demasiado obsoletas.

—Creo que eso es imposible —acabé diciendo yo.

Él frunció el ceño y como si no se hubiese dado cuenta de quién era.

—Shandor me ha pedido que reorganice los grupos de búsqueda.

Me miró boquiabierto. Lo más probable era que a este paso me convirtiera en el sucesor de Shandor dentro de unos años pero tener que volver a organizar los grupos y equipos era agotador pero si lo pensaba bien, podía convertirse en una muy buena distracción para lo que podía suceder por la noche.

Owen puso una mano sobre mi hombro. Se sintió reconfortante y mejor de lo que esperaba. Saber que siempre lo tendría a ahí para cualquier cosa.

—Lo superarás, tranquilo —soltó con cierto sarcasmo mientras me sonreía levemente.

Hacía dos dos noches, lo encontré bebiendo en la Media Luna. Estaba borracho llorando por la desaparición de su hermana. Lo sensato habría sido detenerlo y llevarlo a casa pero yo hice todo lo contrario. En vez de eso, le pedí que me pasara la botella y bebí al igual que él, no la misma cantidad pero si que para dejar que mis penas se ahogaran en el alcohol.

Eran muchas cosas sobre las que tenía que estar pendientes mientras Shandor había emprendido un viaje alertando a los demás poblados por si Xylia apareciera en alguno de ellos y para alertar sobre la amenaza. Y por otro lado también estaba el tema de la maldita señora que me carcomía por dentro. No tenía miedo pero si que se me erizaba la piel rememorando ese momento en el que junté todos los hilos. Faltaban horas para encontrarme con ella y la realidad era que no sabía que era lo correcto pero lo que si se repetía constantemente en mi cabeza eran las palabras de la Sabia Anciana.

No te dejes engañar por los impulsos de tu corazón ni confíes en quién pueden darte una solución, Neith

Era una decisión difícil y tan solo esperaba que la Diosa Madre me iluminara en este enredo mágico.

La Leyenda ÁureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora