Capítulo 27

Depuis le début
                                    

Todos se pusieron firmes, esa corte había conseguido logros que pasarían a la historia al igual que mi reinado. Estaba orgullosos de todo ellos pero de quién estaba más orgulloso era de la humana que entraría por esa puerta y dejaría con la boca abierta a todos estos feéricos poderosos que dudaban de su poder y de su valía por ser humana, la humana más poderosa de los mundos.






                             






Xylia

Me desperté respirando con rapidez, más bien hiperventilando. No sabía cuando rato había estado fuera de combate pero lo cierto es que cuando abrí los ojos, noté como cada músculo de mi cuerpo se rompía y cada hueso se resquebrajaba. Mi espalda chillaba a gritos que fuera curada ya que temblaba por el frío que estaba sintiendo pero cuando algo se removió en mi estómago, tan solo tuve tiempo para ponerme de lado y vomitar. Vomité hasta la bilis, y aún así aún sentía alguna que otra nausea. Entonces me acordé de mi misión y de la tarea que debía cumplir. Así que sin miedo a ser escuchada, sollocé y chillé quedándome sin voz mientras me reincorporaba para ver algo que me dejó perpleja. Era un animal blanco parecido a un lobo, enorme y con mi daga en la boca clavada en la cabeza colgante del Jabag que tan solo había que cortar un poco para decapitarlo. Mi ceño se frunció al notar la mirada de ese bello animal que me miraba con pena. Esa mirada ya la había visto antes, concretamente en ese pequeño zorro de la nieves que había estado cuidando y que desapareció cuándo empezó la pelea.

–¿Copito, eres tú? –era una pregunta estúpida y más sabiendo que ese animal no podía tratarse de ese pequeño zorro.

Pero cuando sacó la daga de la carne del Jabag y la dejó en el suelo, una halo de luz blanca invernal lo cubrió y tuve que taparme los ojos para no cegarme pero cuando aparté a mano y me encontré de nuevo con ese zorro que se acercó a mi corriendo y empezó a acariciarme con su pelaje, mis piernas, el cual acabó cubierto de mi sangre.

Mi mano con esfuerzo, acarició al pequeño zorro y suspiré cansada. Se había transformado en un animal el triple de grande que él o incluso más, que parecía feroz y poderoso y aún así no tuve ganas de pensar en que ese zorro podía ser mágico porque mis ganas de llorar, me pudieron. Ese zorro se apartó de mí y se volvió a transformar en su majestuosidad, cogió el cuchillo y acabó con el trabajo. Lloré expulsando todo el miedo, rabia y sufrimiento que había sentido momentos antes. Me quité la capa la cual había quedado destrozada al igual que mis armas que yacían a pocos metros de mí totalmente rotos. No podía verme la espalda pero sabía que de esa herida quedaría cicatriz aunque mi cuerpo la curase y eso era un tema que aún no comprendía pero estaba segura que esa herida tardaría días en curarse al igual que mi rodilla. Estaba totalmente destrozada y es posible que cuando me levantara, no podría dar ni unos pasos en absoluto. Bruina seguía acostada pero estaba viva, igual de dolorida que yo o incluso más pero estaba viva. Todas las cajas de provisiones habían sido destrozadas por la ardua batalla y me daba igual, tan solo quería que todos estuviéramos vivos y que volviésemos a ese palacio conforme pudiésemos.

Así que mientras encontraba las fuerzas de mi interior, noté como ese zorro convertido en todo un majestuoso señor del bosque, recogió todos los restos de las cajas y de mis armas y las apiló dentro de los pequeños compartimentos que si que resistieron en el cuerpo de Bruina. Incluso sacó una bolsa y me la otorgó, había que meter esa enorme cabeza dentro de una bolsa de tela como las otras dos. Pero si no hubiese sido con su ayuda, no podría haberla metido dentro. Cubierta de sangre, tierra, hojas y pequeñas ramas me puse de pie apoyándome en el cuerpo de Copito de Nieve, ahora completamente sucio.

Él me ayudó a caminar y meter la cabeza dentro de la bolsa e incluso Bruina empezó a acercarse a nosotros. Y sin más, las tres cabezas quedaron enganchadas a través de cuerdas a Bruina pero esta vez no me monté en la osa, sino que ese señor de las nieves, hizo que me subiera encima de él.

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