𝐶𝑖𝑛𝑐𝑜

Depuis le début
                                    

Al ingresar al su aula correspondiente observó a Zoro coquetear con una chica de apariencia atrevida. Nami lo ignoró como siempre y se sentó junto a un gran ventanal que daba vista hacia el campo de entrenamiento de fútbol.

Podia escuchar las risas de su pareja a la distancia, quien ni siquiera se había dado cuenta de que Nami había llegado. Aquello era bueno, le daba tiempo para prepararse internamente para aguantarlo el resto de la mañana y parte de la tarde.

—Nana, mi amor. —Rodó los ojos y suspiró con cansancio. Odiaba ese apodo. Zoro yacía a su lado, sonriente y con el olor de otra mujer encima.

"Por favor, que esto termine pronto".

—¿Qué quieres, Roronoa? —preguntó hastiada. Zoro ignoró su mal humor e intentó besar sus labios, fracasando en el intento ya que Nami giró su rostro para evitar su contacto.

No quería que la besara o tocara.

—¿Qué tienes, amor? Has estado muy rara últimamente, desde que llegó tu guardaespaldas de tiempo completo para ser exactos. —Nami abrió los ojos como platos y tragó de manera casi imperceptible, aunque su pareja se dió cuenta de su nerviosismo.— Sabes que voy a protegerte de todo el mundo, ¿verdad? Si esa tipa te ha hecho algo puedes decirmelo con confianza. Después de todo soy tu prometido.

Nami tornó su rostro inexpresivo, ¿a que venía tanta buena voluntad?

—Ella no me ha hecho nada, Zoro, Robin  sólo cumple con su trabajo, me lleva y recoge a cada lugar que vayamos, y no se ha sobrepasado conmigo en ninguna ocasión. Es una buena mujer. —soltó molesta y a la defensiva. ¿Quién diablos se creía Roronoa Zoro para hablar así de Robin? si ni siquiera la conocía, Nami no sabía nada de ella, pero había algo en la rusa que la obligaba a confiar en su persona.— Y no necesito que nadie me proteja, soy una mujer adulta y consiente que puede cuidar de sí misma. El que me vean todo el tiempo con alguien vigilándome es cosa de tu querida suegra. —agregó con un tono ácido, que no dejaba lugar para seguir la discusión.

Cada palabra que había dicho era cierta, si Nami realmente le hubiera hecho daño ella habría hablado a las autoridades al momento. Pero la azabache no había hecho nada que Nami no hubiera deseado por igual, ambas estaban de acuerdo, y eso estaba bien, por lo tanto nadie, ni su familia, ni su prometido idiota tenian el derecho de entrometerse en sus asuntos privados.

Zoro la miró sorprendido y a la vez celoso.

No le gustaba la manera en que su novia protegía a esa empleaducha, según él, Robin era sólo una muerta de hambre más que, quería arrebatarle lo que le pertenecía. Queria alejar a Nami de ella, no las quería ver juntas para nada.

—¿Por qué proteges tanto a esa tipa, Nami? —preguntó bruscamente mientras tomaba la pequeña mano de la pelinaranja que estaba a punto de levantarse y simplemente cambiar de asiento.— ¿Acaso te gusta, ah, es eso?

—¡Ya basta, Zoro! ¡La defiendo porque me da la maldita gana y punto, porque a diferencia de ti ella no es una mala persona y yo me he dado cuenta de ello! —listo, había explotado y tal vez la había cagado, pero ya no había vuelta atrás, y no iba a arrepentirse por lo dicho ahora.— A demás, no tienes ningún derecho a reclamarme si ella llegara a gustarme de manera sentimental, porque es muy diferente de ti. Ella no me acosaría todo el maldito día para saber en dónde y con quien estoy. No me engañaría con cualquier puta o con su mejor amigo cada que tuviera la oportunidad.  —escupió con repulsión. Soltó el agarre ejercido en su mano y salió del salón, ignorando los gritos de su profesor para que volviera.

"A la mierda la clase. Me largo de aquí".

🦋ˎˊ˗

Robin estaba aburrida, el colchón bajo su cuerpo relajaba sus músculos en tensión. Después de dejar a Nami en la universidad se había dirigido a casa directamente, no a la de sus jefes, sino a su propia casa. Aún no tenía permitido dormir en la casa de su pequeña y dulce tentación, aquello sería como poner a un lobo entre las ovejas.

Peligroso.

Sonrió con picardía al recordar los gruesos y esponjosos labios de la chica que la traía loca. En definitiva había sido una buena idea postularse para tomar el empleo como guardaespaldas, aunque no lo necesitara realmente.

Queria ver a Nami, ahora. Pero no podía sólo ir hasta donde estaba la chica y llevársela como si nada. Necesitaba una excusa para buscarla, cualquiera.

Sintió una vibración en su bolsillo, tomó su teléfono y verificó el contacto de la llamada. Sonrió aún más al ver que era su pequeña sueca; ambas habían intercambiado números telefónicos justo frente a la madre de la chica: —"Es para que te llame al momento de necesitar tus servicios". —había dicho ella. Pero ambas mujeres sabían que ella no sería llamada sólo para cumplir con su trabajo.

—¿A qué se debe su repentina llamada, señorita Nami?

—Ven por mí a la universidad, ahora.

Se extrañó al escuchar la voz de la jovén tan nerviosa y acelerada. No le había dado tiempo siquiera para decirle que allí estaría.

Tomó las llaves del auto y corrió fuera de la casa para ir a buscar a su jefa. Sentía que la chica necesitaba su ayuda, su protección... y su cariño.

Su lado protector había salido a la superficie.

Estaba muy enterada de los problemas de la pelinaranja con su pareja, y no porque la misma Nami se lo hubiera contado, no, ella se había dado cuenta por sí misma. Era demasiado observadora en cuanto a su entorno se trataba.

Zoro siempre mantenia a Nami a su lado cada vez que una amigo o conocido se acercaba a saludarla, siempre quería sobrepasarse con la menor aún estando en público. Y lo que más le jodía, era que ¡el muy desgraciado se atrevía a coquetear con todo mundo aunque Nami lo estuviera mirando!

Apretó el volante y respiró hondamente para calmarse.

Si Roronoa Zoro habia provocado que Nami estuviera de tal humor, iría en ese mismo instante a romperle la cara, aunque aquello le costara su trabajo.

Un momento... ¿por qué sentía tanto odio hacia la pareja de su jefa? Ellas no eran absolutamente nada, sólo eran dos mujeres que habían follado una sola vez y que aún sentían atracción sexual por la otra.

Aceleró un poco más y divisó una preciosa cabellera cobriza sacudirse por el viento.

Era Nami.

Freno y bajó corriendo para ver como la chica más jovén la abrazaba con fuerza mientras Iloraba. Robin no entendía nada, sólo quería saber que le ocurría a la chica, preguntaba varias veces con voz suave cual era el problema, pero lo único que obtenía eran negaciones y más sollozos.

Cargó a la chica colocando sus piernas alrededor de su cintura, situó la cabeza de la menor sobre su hombro y subió al auto, aún con Nami aferrada a ella.

—Por favor, Nami, necesito que me digas que pasó. ¿Te hirieron, intentaron hacerte algo malo mientras no estuve? —la preocupación se notaba en su voz. Nami negaba a todo lo que preguntaba y sólo se dedicaba a llorar.

Nami no quería que Robin la viera tan vulnerable. Era ridículo el motivo por el cual Iloraba, ¿por qué lo hacía? No tenía entendido muy bien el porqué de ello.

Aspiró el perfume de la fuerte azabache y trató de calmarse. Se sentía bien, se sentía en paz, se sentía protegida.

Robin suspiró y sólo se dedicó a consolar el pequeño cuerpo entre sus brazos. Ya sabía a donde llevarla para que se sintiera tranquila. Y aprovecharía de averiguar que le había ocurrido, aunque ya sospechaba quien había sido el causante del quiebre de su jefa.

"Voy a matarte si le hiciste algo a Nami, Roronoa Zoro. Eso te lo juro".

 Eso te lo juro"

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𝖨ᑎ丅𝖮 𝖸𝖮ᑌ ✧ 𝗥𝖮𝗡𝖠 G!P (𝖱𝖮𝖡𝖨𝖭 𝖷 𝖭𝖠𝖬𝖨)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant