No respondo, me quedo en silencio pensando en las palabras que me acaba de decir.

—Dylan y Eneko son más parecidos de lo que ellos creen. Los dos se esfuerzan en mostrar una cara al mundo de sargento de hierro, pero cuando te adentras en su interior te das cuenta que todo se tambalea y que la armadura ya no es de hierro, sino de papel. Cuando quieren algo, lo quieren ya. Y, pese al dolor que han experimentado cada uno con la pérdida y abandono de sus madres, son fieles creyentes de que el amor lo puede todo —suspira, mientras observa por la ventanilla el paisaje que dejamos atrás—. Sólo la persona de la que están enamorados, rompiéndole el corazón, será quién los haga entrar en contacto con el mundo real. Alguien tenía que hacerles chocar contra la pared, demostrarles que no son protagonistas de una película de amor adolescente y que las promesas, a diferencia de los besos que se sienten eternamente una vez tocan tu piel, no permanecen en el tiempo si no las cumples.

—¿Qué promesa no cumplió Eneko?

—La pregunta es ¿Qué promesa no ha roto?

—Bellas damas, siento interrumpir vuestra charla nocturna. Quedan dos minutos para llegar a su destino —informa Zack, con voz grave, simulando ser un chófer—. Cuando lleguemos allí ¿Qué haremos?

—Sacar a patadas de ese puto sitio a las dos únicas personas de ese grupo que se pueden salvar —dice, con semblante serio. Bajo la mirada y Zack no responde—. Eneko y Dylan ahora les une el amor que sienten por nosotras, pero es cuestión de tiempo que les una el dolor, la supuesta traición y el desamor. Y justo ahí estará Ulises, dispuesto a hacerles olvidar.

—¿De qué forma?

—Con droga —la escucho tragar grueso. Me mira cabizbaja—. Ulises es un adicto. Él dice que yo tengo el mismo nivel de adicción a la música, de ahí la demostración de que no sabe el problema del que es víctima. Arrastrará a quién se ponga en su camino con el fin de no sentirse sólo. Él, Nick y Pelirrojo están perdidos, les dará igual hacer que los otros dos se pierdan con ellos

Son las cuatro de la madrugada de un frío martes de octubre. Zack se ha quitado la sudadera para que me la pusiera y, aunque sé que se está helando de frío yendo en manga corta, insiste en que me la quede. Sol es una chica maja, me ha caído bien e, incluso nos hemos dado los teléfonos. Me ha contado que entre ella y Dylan en un pasado ocurrió algo, quiere ser sincera conmigo, y se lo agradezco. También me ha aclarado que fuera lo que ocurriera, quedó ahí y no se alargó en el tiempo. Ella le usó para olvidar a la persona que le gustaba y Dylan a ella con el fin de ahogar el dolor en el sexo. No comparto ese pensamiento, ni siquiera sé si estoy de acuerdo con las razones de cada uno, pero guardo silencio y asiento con la cabeza.

En menos de dos horas estaré de camino al aeropuerto. La noche no ha trascurrido como imaginaba, ni mucho menos. Con Dylan o sin él de mi mano, camino a Madrid, esperaba que, como poco, esta noche, nuestra última hasta a saber cuándo fuera si no la más especial, una de ellas. Besos, abrazos, caricias, una película, risas, quizás lágrimas, recuerdos... Pero él ha decidido que no sea así y, aunque respeto su decisión, eso le obliga a él a respetar la mía. Aunque eso suponga que nuestras vidas, tal y cómo las conocíamos, cambien por completo hasta quedar irreconocibles.

Nueva York de noche no es cómo lo imaginaba. Tenía en mi cabeza una imagen mucho más idealizada de lo que realmente consta. No sé si es por el barrio, la circunstancia o la gente con pintas extrañas y peligrosas que nos observa pasar, pero me siento insegura. Zack va delante de nosotras. Es Sol quién se da cuenta y entrelaza su brazo con el mío para continuar juntas en esta dichosa aventura innecesaria, tal y cómo hacía Lara cuando éramos ella y yo y no dos personas que fingen no conocerse. Me mira con simpatía y sonríe, para después guiñar un ojo.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Kde žijí příběhy. Začni objevovat