Entiendo el sentimiento de Zack, pero no lo comparto. No es la forma correcta de actuar frente a esta situación, pero... ¿Qué es lo correcto? ¿Cómo se sigue adelante cuando el amor de tu vida marcha lejos sin ti? 

Si quiere volver a encontrar un hogar, necesita salir de casa. Empezar a construir una nueva. Aunque le lleve más tiempo de lo normal que lo que tardaría en abrir esa puerta que todavía no quiere, ni puede abrir.

No tenemos claro qué ha sucedido entre él y Lara. Lo único que tengo en la cabeza son las últimas palabras que dijo antes de que Natalia apareciera allí: «No dejes que Natalia se olvide de mí, Dylan. Cuida de ella, te necesita. Y, por nada del mundo vuelvas a confiar en Zack Wilson». He intentado olvidarlas, pero es imposible. ¿Cómo olvidar algo que solo quieres investigar?

De camino a la playa, al puesto de tablas de surf en el que trabaja Zack, paso por delante de Starbucks. Marc está echando el cierre. Tiene el delantal puesto y la mochila a la espalda. Al pasar por su lado, le doy una sutil colleja y continúo mi camino caminando de espaldas al frente. Marc me saluda agitando la mano y me doy la vuelta, pero al llegar al puesto de trabajo, el primer cliente es él.

—¿Qué te trae por aquí, Marc?

Sin decir palabra deja un pendrive sobre la barra y lo desliza hasta mí.

—¿Qué es esto?

Por favor, que en la frase que vaya a decir no pronuncie el nombre de mi madre.

—Es el manuscrito de la última novela de Natalia.

—¿Por qué lo tienes tú? —arrugo el ceño.

—Es una larga historia —voltea los ojos. Agarra la mochila con una mano y suspira—. Natalia me lo entregó para que le diera el visto bueno. Habla muy bien del amor Dylan, supongo que por ti. Es bueno, buenísimo. Lo mejor que he leído desde hace muchos años. Haz lo que tengas que hacer, si no lo haces tú ella nunca lo hará.

—¿Insinúas que lo mande a una editorial sin su consentimiento?

—Insinúo que... prefiero perder mi amistad con ella si eso significa verla triunfar como una de las mejores escritoras de esta generación.

Marc sonríe y se da la vuelta para marcharse. Me quedo mirando el pendrive con detenimiento y me lo guardo en el bolsillo antes de que termine en manos de alguien que ilegalice su uso.

—No lo leas, Dylan. Sé justo con ella.

Pero... si lo leo no se va a enterar ¿no?

La tarde es de lo más tranquila. No hace un buen día para surfear y eso se nota en la afluencia de gente que entra y sale del chiringuito. Son entre pocas personas y nada. Y la tentación empieza a llamar a mi puerta. El pendrive comienza a quemar en mi bolsillo y las ganas por leer este manuscrito devoran mi mente.

Finalmente, enciendo el ordenador e introduzco el pendrive.

Frente al documento, deslizo el cursor del ratón a lo largo de las páginas y me paro en una cualquiera.

«La única forma que tenemos de leer esta historia es haciéndolo juntos. No contemplo la idea de compartir el libro con un desconocido. Podría romperlo, mancharlo, arrugar sus páginas, malgastar el lomo... no podría soportarlo. Pero ¿Estoy preparada para compartir mi vida, pasión y sueño con un desconocido? Desde que hemos entrado en esta cafetería, Joe no deja de mirarme. ¿Debería hablarle? ¡No! Esto no es un libro. Los flechazos no existen y como diría un viejo amor, las casualidades no existen. No creo en ellas.»

No puedo continuar leyendo.

Bajo la pantalla del ordenador y apoyo las manos sobre el mostrador. Tengo el corazón a mil por hora. Lo que estoy haciendo no está bien. La cuerda que separa el querer del deber es tan fina que vuelvo a levantar la pantalla sucumbiendo a la situación. No consigo leer más. No recuerdo el número de la página en la que se encontraba el párrafo. ¿Por qué hablaría de mí en pasado? ¿Tan importante soy para ella para que me mencione en un libro? ¿Es cierto eso de que el arte le debe la vida al amor y el desamor porque de ellos se curte su catálogo?

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now