Dio un suspiro largo y siguió viendo el camino por la ventana del coche que las estaba trasladando. Tenía mucha piel al descubierto, detalle que le pareció extraño al leer las pautas del evento. Sin embargo, tampoco es que la sorprendiera tanto, sabía que sus mayores atributos tenían como lucirse con poca tela. 

Al bajar del vehículo, todo empezó a oler raro. Primero, el lugar estaba en el medio de la nada, sin una sola luz en el exterior pero con la música oyendose a lo lejos, cómo si hubieran barreras que obstruyeran el sonido. Segundo, al igual que el auto en el vino, habían fácilmente diez más de dónde bajaban mujeres en su misma condición. Milena insistía en que no se asusté y que confíe, que sería una noche inolvidable, pero todo le sabía mal. 

El encargado de traerlas habló con los de la entrada y les dio el okey para pasar junto a las otras dos chicas que habían venido con ella y con Milena. Sus pies se movían dudosos por un pasillo largo y oscuro, todos sus sentidos pedían a gritos escapar de ahí, pero la de cabellos rubios la tenía aferrada a su antebrazo sin darle oportunidad de escaparse. Al llegar al final, varios patovicas detuvieron el paso, pidiendo a las modelos que se pusieran en fila. Obedeció, buscando los ojos de su amiga para sentirse segura, cosa que consiguió al ver la sonrisa tranquila que Milena le dedicó. Cuando su turno llegó, palparon su cuerpo y le revisaron la cartera. Tampoco era para tanto, pensó. 

—El celular. —pidió el hombre en un tono serio y firme, extendiendo su brazo hacia ella. 

Mia arrugó sus cejas de forma involuntaria, buscando a su amiga para verificar que había escuchado bien, pero ésta ya se encontraba dentro. 

—¿Por qué? 

—Órdenes que vienen de arriba. 

—¿De arriba de quién? No, no te lo voy a dar. 

El hombre mira detrás de Mia y hace una seña a alguien, quién se acerca a ella. 

—¿Qué pasó? ¿Todo bien, Nicole? —pregunta el hombre que las trajo, hablándole con suavidad. 

—El celular. 

—Si, Nicki, el celu amor. 

Mia volvió a fruncir las cejas, poniéndose la mano en la cintura. 

—No, ¿por qué? 

—Estos eventos son así, Nicole. 

Donde mierda me metí, pensó. Dio un suspiro profundo, viendo a su amiga desde adentro con un vaso en sus manos, haciéndole señas de que se apure. No le quedó otra que aceptar, tendiendo su teléfono al de seguridad, quién lo apartó en una caja con sus datos. 

Una vez dentro, las máquinas de humo la embobaron un poco. Rápidamente Milena entrelazó sus manos, adentrandola a ese lugar. Le llamaron la atención las decoraciones en verde y amarillo, e incluso reconoció algunas caras, pero no sabía de dónde. Lo que sí sabía y era indiscutible es que este no era un evento cualquiera.

Mujeres subidas a regazos desconocidos, riéndose de vaya a saber qué, con manos recorriendo sus cuerpos, drogas en bandejas, besos desaforados y música a todo volumen. El humo de diferentes sustancias mezclado con el que largaban las máquinas de diferentes colores no permitían ver tanto, pero con lo que sus ojos alcanzaban le bastaba y le sobraba. 

Con darle una mirada a las chicas que ingresaron antes y después de ella, le cayó la ficha de todo. Su manera de vestir, su manera de desplazarse por el salón, cómo eran capturadas por los varones que reían a carcajadas, todo le cerró. Leyó el enorme cartel que se ubicaba en una esquina colgado y no le costó descifrar lo demás. No estaba ahí para hacer presencia, estaba para ser la decoración de los campeones de la Recopa Sudamericana que había vencido a Palmeiras por penales. 

ESCÁNDALO ━ enzo fernandezWhere stories live. Discover now