—No decías lo mismo hace tres días.

—Es como tú dijiste, el tiempo aquí parece pasar mucho más rápido de lo normal.

Entonces, la mirada rasgada del muchacho se clava en ella mientras continúan avanzando a un paso lento y regulado; la penumbra les envuelve como un manto cómplice. Ninguno está demasiado ansioso por llegar a algún destino concreto, como si el simple acto de caminar juntos fuera suficiente por ahora.

—De todos modos, no me debes ninguna explicación —suelta casi por obligación, su voz es suave pero firme, consciente de que ya ha dicho demasiadas palabras de más.

Ella se encoge de hombros con gracia: —Lo sé, pero tú preguntaste.

—Touché.

La caminata persistía en un silencio envolvente, tejido con la complicidad que había florecido entre Iryna y Chishiya a lo largo de ese tiempo. Cada paso los sumergía más profundamente en el tejido urbano de Tokyo, y aunque el camino ya les resultaba familiar, parecía renovarse con nuevos detalles a los ojos curiosos de Iryna.

Iryna, como de costumbre, se convertía en una espectadora apasionada de su entorno. Sus ojos, grandes y avispados, recorrían los detalles de los imponentes edificios que se alzaban a su alrededor. Cada calle, cada tienda, era una oportunidad para detenerse y perderse en la maraña de estímulos visuales que Tokyo ofrecía. No importaba si era de noche o si el sol comenzaba a iluminar las esquinas de la ciudad; sus ojos siempre irradiaban un brillo intenso, como si la contemplación misma le regalara un asombro renovado.

Y Chishiya, testigo silente de esta danza entre la observadora y su entorno, encontraba placer en descubrir la ciudad a través de los ojos de la chica. Había dejado de contar las veces que la vio erguirse para perderse en la vastedad del cielo o para admirar la intricada arquitectura urbana. 

Pero en esta caminata, algo diferente capturó la atención del rubio. Un sutil viento fresco comenzó a danzar por las calles, acariciando los brazos desnudos de Iryna. La respuesta instintiva de ella fue abrazarse a sí misma, tratando de ahuyentar el frío que se filtraba. 

El rubio, como si hubiera anticipado la necesidad, actuó de manera instintiva. Desprendiéndose de su icónica chamarra blanca, reveló una musculosa que dejaba al descubierto sus propios brazos, ofreciéndosela a ella con un gesto amigable.

Los ojos de la extranjera se posaron en la prenda que se balanceaba frente a ella, pero antes de aceptarla, negó con la cabeza.

—No la necesito.

—Póntela, no vas a poder seguir jugando si te enfermas —advirtió, anticipándose a cualquier posible réplica. 

—¿En serio crees que...?

Iryna, con un gesto de desconfianza, estaba a punto de protestar, pero Chishiya, con decisión, se adelantó y se posicionó frente a ella, bloqueándole el paso y cortándole las palabras. Con destreza, ubicó el agujero de una de las mangas y lo exhibió frente a los ojos de la chica.

—Mete el brazo aquí —indicó, y la joven lo miró como si fuera una niña molesta, un gesto que recordó a Chishiya a sus pequeños pacientes cuando estaban enfadados por algo trivial. Sin embargo, él le dirigió una mirada apacible, cargada de sentimientos que flotaban en el aire en ese momento. Sintiendo la sinceridad en su gesto, Iryna, en un acto de rendición silenciosa, metió un brazo en la manga, acomodando luego la otra sobre el otro brazo. —¿Era tan complicado?

—No —contestó ella, apenas audible y a regañadientes, provocando una risa suave de su compañero.

—Hasta te queda mejor que a mí —comentó con una sonrisa, tomando los extremos del cierre de la campera y subiéndolo con cuidado hasta cerrarla por completo.

FOREIGNER [Chishiya Shuntaro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora