Alexander

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Alexander

Saqué a James por la parte trasera del hotel, porque al llegar al recibidor, había reporteros esperándolo y yo estaba demasiado elegante para pelear. Fue una operación al estilo de «padrino imposible». Como imaginé, contando con que su objetivo no era una celebridad, todos esperaban a la salida.

Subimos a la Cherokee de servicio uber, previamente llamado, y nos colamos en sus narices.

—¡Hasta la vista, idiotas! —exclamé cuando pasamos por el frente del hotel.

—Ingenioso —comentó el novio.

—Gracias a mi nuevo amigo, Charlie.

El conductor asoma su mano con el pulgar arriba y llegamos al lugar de la boda sin contratiempos.

El evento se llevaría a cabo en el claro tras la casa del padre de Lory, justo al borde de un frondoso bosque de abetos. Las sillas estaban dispuestas en filas con un pasillo en medio y final de este, un arco decorado con flores rodeaba una mesa, también decorada, detrás de la cual el juez de paz esperaba sentado a que comenzara la ceremonia.

Apartados, una serie de toldos bajo los cuales estaba la comida, el bar improvisado y una plataforma que sería la pista de baile. En fin que todo estaba dispuesto, decorado y preparado para una gran boda en un sencillo lugar. Solo faltaba la novia.

James se veía muy tranquilo. Pero pronto me percaté de que tamborileaba con sus dedos sobre su pierna.

—Se tarda un poco —comenta fingiendo desinterés.

—Las mujeres se tardan en arreglarse —dije.

—¿Tienes los anillos? —preguntó de pronto.

—Justo aquí —respondí tocando el bolsillo de mi saco.

—Las flores se ven bien —comenta y entonces me di cuenta de que trataba de entretener su mente—. Justo las que Lory quería.

—Ok.

Se inclinó levemente y miró a su derecha.

—Los músicos están listos.

Me hizo mirar y vi lo mismo: un pianista frente a un piano eléctrico y a una violinista, que eran quienes tocarían la marcha de la novia, esperaban ansiosos por comenzar.

—Se está tardando; ¿No te parece?

Ahora sí no tenía duda. James estaba nervioso a más no poder. Las invitaciones decían que la ceremonia comenzaría a las diez de la mañana y ya eran las diez con quince. Los británicos suelen ser quisquillosos con la puntualidad, pero para los del otro lado del gran charco, estaba dentro del rango.

—El día está claro y hermoso —comentó mirando esta vez al cielo.

Ya no pude más. Le topé el brazo con mi puño.

Ladrón de Besos(Completa)Where stories live. Discover now