Libro 1 de la trilogía Brook
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Grabadora de bitácoras, anotación 1092.
Soy Brook, solo Brook. Hace dos años conseguí una novia, pero luego las cosas salieron mal. Me acusaron de asesinato, pero acabaron dejá...
Viene de su almuerzo con Astrid. Nada más entrar a la comisaría, el viejo Stevens se le acerca enfadado. Está gordo, tiene papada, una barba blanca de un par de días y muchas arrugas. Ella, casi por diversión para cuando vuelva a escucharlo, le da a grabar.
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—Empiezas a trabajar a las ocho, lo sabes, ¿no?
—Ya, ya, no importa. Ayer tú te fuiste antes de que terminara la jornada, viejo, y encima eres el jefe.
—Que te hayan mandado los de arriba no significa que no te pueda despedir, ¿queda claro? Los jóvenes de ahora no tienen ni una pizca de respeto. ¿Sabes lo que te falta? ¡Una temporada recogiendo melones! Mira que levantarle la voz a tu superior, cosas así en mis tiempos no pasaban...
Al final, el hombre acaba yéndose por la puerta, lo más probable que hacia la misma taberna en la que había estado ella hace unos minutos. Brook bufó en desacuerdo y se apropió de nuevo de la silla de su jefe.
—Imbécil.
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00:40, 17 de junio de 2022
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—Astrid es maravillosa. En el sentido de que me lleva a todos lados como si fuera su nueva hija. He hecho las paces con la anciana de la ventana gracias a ella, también he entablado una conversación amigable con la tabernera. Mañana vamos a ir a por una cama, y un sofá, y un electricista. El que había en el pueblo se quedó sin manos, según sé tocó un cable pelado y la corriente le pasó de una extremidad a otra. Creo que empieza a gustarme este sitio, es apacible.
La chica está tumbada igual que la noche anterior, mirando hacia el techo y con la ventana abierta. Sin embargo, ahora la acompaña un lobo color rojizo. Tiene una contextura más pequeña que el que acompañaba antes a Astrid y sus orejas eran más parecidas a las de un zorro. Se lo había prestado para que tuviera compañía en las noches oscuras. La de ojos cafés se calla durante unos minutos, acariciando de forma distraída el pelaje de su acompañante.
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Acaba cortando la grabación después de abrir la boca un par de veces para continuar. Se tapa los ojos con un brazo y suelta un suspiro de resignación. Hay demasiadas cosas que recorren su cabeza, pero no es capaz de expresar en voz alta ninguna de ellas, menos aún con el animal delante. Se siente observada, juzgada. Le da una caricia más fuerte, como regañándolo. Contar su vida es más difícil cuando sabe que alguien la está escuchando, aunque se trate de un simple lobo. Al final, solo queda un pensamiento que carcome el fondo de su mente y le impide descansar.
—No quiero tener electricidad, no necesito mi móvil, no aún...
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