La revolucion del Amor mas fuerte.

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Eran las ocho de la mañana cuando descomunal permanecía sola sentadas en la computadora de mi habitación, con la penosa e insignificante luz del sol que entraba por la ventana iluminando toda mi cama.

De repente escucho el timbre de la puerta, sin más bajé las escaleras lo más deprisa que podía a pocos segundos de abrir la puerta, decido detenerme al darme cuenta de lo mal arreglado y encastrado que se encontraba mi cabello; así con un rápido movimiento de mano peine punta por punta, mechón por mechón.

Sin nada más que me detuviera abrí la puerta. Para estar parada frente a una persona que toda mi vida había sido importante para mí: Ella siempre fue mi mejor amiga desde los ocho años, siempre estuvimos juntas y la consideré una persona segura, alegre, servicial, creyente.

Pero tenía el defecto de nunca decir que no aunque eso le causará problemas. A diferencia mía que yo era todo lo contrario. Sin embargo a pesar de nuestras diferencias supimos hacer florecer una bonita amistad y permanecer juntas.

― ¡Qué onda Caro!―exclamó Mariana agitando sus manos y mirándome como solo ella podía hacerlo; con sus ojos celeste y pelo rubio claro en un tono de alegría que no escuchaba desde hace mucho tiempo.

¿Cómo haría para decirle la verdad? ¿Acaso serviría de algo esta vez? Después de todo en el momento que más la necesite para no hundirme por las cadenas del enemigo no estaba.

― ¡Ay!, Hola Mariana ya regresaste― Respondí yo a secas, con las fuerzas que me quedaban de que ella volvía de la estancia en casa de su tía.

― ¿Estás bien?¡Acaso así recibes a tu mejor amiga!.―exclamó ella mirándome a los ojos, mientras se ataba su pelo moreno. Con un aire novedoso.

―No tengo tiempo, por favor regresa otro día cuando mi vida no sea una mierda y le pueda encontrar el sentido a algo.― Sostuve yo con una mirada penetrante en el suelo, con un corazón destrozado.

NO ME IMPORTABA DECIR LA VERDAD...NADA IBA A CAMBIAR.

―Pero.―Preguntó ella― ¿porque decís esas cosas?

―¡¡¡Es la verdad!!!―Exclamé en un intento de levantar la voz ― .Mientras vos estabas de viaje en casa de tus tíos lo mas cómoda, yo me quedé acá indefensa y sola—Agregue histérica y molesta a la vez.

―Y ahora qué mosca te picó, nunca te importo estar sola. Ya que cuando te conté que ellos querían que vaya para estar en el cumple de mi tía. Encima te dije que no me podía quedar acá, vos estuviste de acuerdo.―Dijo ella con una voz pasiva y algo molesta.

―Sí, si―Refunfuñe recordando.―No importa, ya puedes irte—Conteste.

Después de todo yo fui la única provocante de que mi destino sea una miseria y una tragedia sin final alguno.

―Esta vez no me iré, a menos que aceptes venir conmigo—Dijo ella tomándome de la mano fuertemente.

―No tengo nada que hablar con vos. —Dije echando una mirada al interior de la puerta.

―Sabes que no me iré hasta que no aceptes―Agregó ella con una sonrisa pícara.

Era claro que a menos que aceptara no me iba a dejar tranquila. De todas formas nada iba a cambiar el hecho de que mi vida estaba llegando a su fin.

―Está bien―Respondí tras un suspiro.

― ¡Genial!―Exclamó ella cerrando la puerta de un galón.

Tras unos minutos caminando por la acera. Al fin nos detenemos y ella se sienta en una de las ramas del suelo en un árbol grande Marrón, que tenía en la parte de arriba ramas con flores y hojas, solo podía oler el aroma de miel de las rosas que estaban a un costado de nosotras. Al frente del árbol había un gran templo, al menos eso pensé por las ventanas con forma de cruces y la puerta grande y ancha de mármol.

La Revolucion del Amor mas FuerteWhere stories live. Discover now