Fragmento Uno

1K 56 0
                                    

UNO:
"THE HANGING TREE"

Sejanus mantuvo una posición firme con gran esfuerzo, intentaba débilmente que nadie a su alrededor pudiera reparar en los pequeños temblores que empezaban a expandirse por su cuerpo. 

Esto no se parecía para nada a lo que creyó que sería.

Sí, se había ilusionado muy pronto. 
Tal vez habría sido inteligente meditar un poco más sobre las funciones de un agente de la paz en un mundo sin una guerra en curso.

Ahora toda su ilusión estaba sepultada a mil metros bajo tierra.
Ojala nadie hubiera enviado a Coriolanus a buscarlo en aquella arena.

Ojala uno de aquellos niños desesperados se hubiese encargado de arrebatarle la vida bajo a aquella luna llena.
Pero en realidad, no lo merecía.

Nadie tenia que ensuciarse las manos por algo que ni siquiera él mismo era capaz de hacer.

Aunque ahora, lo anhelaba con fuerza.
Ojala estuviese muerto y no aquí.

Ojala una de aquellas bombas rebeldes lo hubiera alcanzado y no a uno de esos pobres rehenes.

El comandante Hoff leyó los cargos acusatorios con voz firme, recalcando de vez en cuándo la importancia de su labor en aquella situación. La importancia que tenía este espectáculo en mantener el orden del gobierno que Sejanus tanto repudiaba. 

Podía sentir la bilis asomar a su garganta.

Esperó con agonía escuchar la trampilla pero la gente a su alrededor parecía moverse con una lentitud tortuosa.
¿Cuánto más tendrían que estar parados allí?

— ¡Arlo! —un grito agudo atravesó el denso silencio de la multitud— ¡Arlo!

El estomago le dio un vuelco y pudo sentir como se le detenían los latidos en el pecho.
Una joven se abrió pasó entre los presentes siendo, inútilmente, retenida por un muchacho.

Era casi como si todos, incluidos sus colegas, se hubiesen detenido a contemplar aquella escena digna de una trágica obra de la literatura como la que solían estudiar en la academia.

— ¡Corre! ¡Corre, Lil! 

El acusado gritó con desesperación justo antes de que el mundo retomase su curso y uno de los agentes activara la trampilla bajo sus pies. 
No era capaz de divisar ni siquiera un poco de la escena que se desenvolvía a sus espaldas, pero si fue capaz de leerlo todo en los ojos de aquella joven que ahora era arrastrada por dos agentes hasta el vehículo en el que habían trasladado al prisionero.

— ¡Corre! ¡Corre, Lil! ¡Corr...
— ¡Arlo! ¡Arlo!

Sus voces se mezclaron a través del canto de los Sinsajos y aquel canto se elevó cada vez más alto perdiéndose en algún punto desconocido.

Los ojos se le llenaron de lagrimas con tanta prisa que tuvo que ocultar la mirada fijándola en un punto del suelo mientras volvía a su trasporte acompañado de su pelotón.

Claro que esto no se parecía en nada a lo que había creído que sería.

¿Qué hubiese pasado si aquella chica se acercaba demasiado a donde estaba? ¿Qué sí hubiese venido acompañada de rebeldes con armas dispuestos a vengar a su compañero?
¿Habría tenido él que abrir fuego contra aquellos ciudadanos?

¿Habría sido capaz?

No era capaz de apartar aquellos pensamientos.

¿Habría sido capaz?

Escuchó alguna conversación después de que el carro se puso en marcha, aunque en realidad, no fue capaz de poner atención. El corazón todavía le latía con fuerza en la garganta.

¿Habría sido capaz?

Después de todo, su puntería era buena.

— ¿Qué te pasa? —Coriolanus le dio un empujón casi imperceptible. 

Puede que nadie más fuese capaz de leerlo, pero, Coriolanus si que podía.
Era su único amigo, y no hablaba solo del doce, él era su único amigo en todo el mundo.

—Me parece que he cometido un error.

Admitió.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres?

No sentía deseos de exponer su aflicción delante de sus compañeros así que simplemente se mantuvo en silencio ignorando la mirada insistente de Coriolanus sobre él.

Una vez de vuelta en la base se excusó con escribirle a su Ma para no levantar más sospechas y se marchó tras uno de los cuarteles para dejarse caer con la espalda apoyada en la pared.
Se encogió todo lo que pudo abrazándose a sus rodillas mientras las lagrimas le empapaban la cara. 

Lloró con fuerza sintiendo que el pecho le dolía.
Lloró con tanta fuerza que tuvo que morderse el puño para acallar sus sollozos.

¿Qué hacía aquí?
¿Qué hacía aquí si no era capaz de nada?

Por un segundo se permitió molestarse con su querido amigo.
¿Por qué Coriolanus tenía que ser así? ¿Por qué no fue más egoísta y salió huyendo de aquella arena a su primer negativa?

Ni siquiera merecía lo que él había hecho.

Había tenido que matar a uno de aquellos chicos para poder salir con vida, para que ambos pudieran salir con vida ¡Claro que Sejanus no merecía tal cosa!

¿Por qué no lo había dejado morir sin más?

La presión en su pecho había empezado a desaparecer, y con ella, la energía de su cuerpo.
Era como si lo hubieran exprimido con fuerza dejándolo vacío.

Sabía que pronto tendría que volver a su habitación. No le quedaba más que llorar todas sus lagrimas allí, aunque quizá si alguna se le escapaba podría decir que solo era nostalgia por su Ma.
Seguro que engañaría a alguien.

Escuchó el traqueteo de un vehículo acercarse por algún sitio y fue capaz de visualizarlo atravesar el campo hasta un pequeño cuartillo alejado de las habitaciones: el transporte de los prisioneros.

¿Traerían allí también el cuerpo de Arlo Chance? ¿O lo dejarían a la intemperie hasta que algún ciudadano tuviese el valor de bajarlo de aquél árbol? 

Un primer agente bajó de un salto de la parte trasera y recibió con prisa un bulto que pasó borroso a su visión hasta que otro agente lo levantó del suelo;

Lil Wine.

don't blame me ✔Where stories live. Discover now