—Emm, claro. —Disimulo el escalofrío que acaba de recorrerme la espalda. Algo debe haber pasado para que Marcus actúe así.

—Entrad si queréis a mi cuarto, nadie os molestará allí. —Nos pide Valeria al ver que sus padres regresan y, con rapidez, asiento.

Nada más entrar, cerramos la puerta y Marcus mira hacia el interior de la habitación.

—Este cuarto es demasiado pequeño, ¿no te parece? —Se fija en lo mismo que me fijé yo—. ¿Cómo hará Valeria para dormir aquí con el bebé? ¿Dónde acomodará la cuna?

—Me comentó que le cambiaría el cuarto a Julia.

—Apenas es unos centímetros más grande que este. No hay espacio...

—Ya lo sé. Buscaremos una solución. Ahora dime, por favor, ¿qué es eso tan importante que me tienes que contar? Estoy en ascuas. —Necesito que lo suelte ya.

Acomoda su cabello y me mira.

—Valentin —Se detiene para tomar una bocanada de aire—, he descubierto algo más.

—¿El qué?

—Anoche le pedí a mis ingenieros que revisasen todos los planos de vuestros nuevos lanzamientos, ya sé que son confidenciales y que no deberían haber salido de vuestras fábricas, pero después de escuchar al tipo ese hablar, sentí que debía hacerlo y... adivina qué.

—¿Qué? —El corazón me late tan rápido que comienza a faltarme el aire.

—Los han manipulado también. Tienes que detener la producción ya o volverá a ocurrir lo mismo que la última vez. Todos portarán errores y defectos terribles en su mecánica.

—¿Quééé?

—Están tratando de arruinaros y debemos dar con ellos antes de que lo consigan.

—¿Quién puede estar buscando algo así? No lo entiendo.

—¿Y los padres de Nicolle? ¿Podrían tener algo que ver?

—No, imposible. Si nosotros quebramos, ellos también.

—Pues no parece haberles importado demasiado cuando han retirado la inversión en todas vuestras fábricas de España.

—Ya, pero en el fondo eso tiene lógica. Desde el principio ellos no querían que siguiésemos creciendo aquí. Llevan años presionándonos para que traslademos nuestras fábricas a Andorra y han encontrado la forma de conseguirlo. Tienen contactos allí y los impuestos son mucho menores.

—Pues ya no sé, Valentin. Si no son ellos, ya no sé en quién más pensar. Lo único que tengo claro ahora mismo es que alguien está intentando acabar con vosotros y debemos detenerlo o lo conseguirá.

—Sí... eso también lo tengo claro yo. ¿Qué propones? —Estoy tan impresionado, que ni siquiera puedo pensar. ¿Quién querría hacernos daño? ¿Y por qué?

—Lo principal ahora mismo es dar la orden para detener la producción o no podréis hacer frente a las demandas.

—Sí. Voy. —Intento centrarme y al sacar el teléfono del bolsillo, me doy cuenta de que tengo al menos quince llamadas perdidas. Cinco de mi padre y las demás del padre de Nicolle. Lo silencié anoche para no molestar a Valeria y me he olvidado de volver a activarlo. Preocupado, decido dar prioridad al mío marcando su número, pero los tonos terminan y no atiende mi llamada.

Con intención de intentarlo después, busco el número de los jefes de producción y les ordeno que paralicen todo. Esto supondrá una gran pérdida de dinero, pero nada que ver con lo que ocurrirá si continuamos con ello.

Contacto con el equipo de ingeniería de España y tras contarles lo ocurrido, solo necesitan un par de minutos para localizar algunos fallos. La semana pasada cuando enviaron los planos a la fábrica, no encontraron ningún error. En cambio, ahora, parece que hay defectos hasta en la aerodinámica y se muestran tan sorprendidos como yo.

Preocupado, vuelvo a llamar a mi padre. Nunca insiste tantas veces y eso es algo que me extraña.

Espero y espero y cuando estoy a punto de desistir, le escucho:

—Valentin —dice nada más descolgar—. ¿Dónde estás?

—Estoy con Marcus y Valeria. ¿Estás bien?

—Sí, bueno, no lo sé. Tenemos un problema. Uno muy serio.

—¿Ya te has enterado? —pregunto sorprendido y miro a Marcus. Debe haber hablado con él antes que conmigo. —. Acabo de detener la producción.

—¿La producción de qué?

—¿No me hablas de los planos?

—¿Qué planos? —Parece que estoy dando por hecho algo que no es. No tiene ni idea—. No sé a qué te refieres, hijo. ¿Cómo que has detenido la producción?

—Oh, nada, nada. No te preocupes, después te cuento. —Prefiero decírselo en persona.

—Yo te hablo de los padres de esa loca... —No hace falta que me diga a quién se refiere. Siempre la llama así—. Ya se han enterado de que hemos conseguido la inversión.

—Sí, lo imagino... Deben habérselo notificado ya los gestores. —Sigo escuchando, estoy seguro de que no me ha llamado solo para eso.

—Saben que han perdido la guerra y están volviendo a presionarnos.

—¿Cómo? ¿Con qué? —No puedo creer que no nos den ni siquiera un respiro.

—Han amenazado con retirar la mitad de la inversión en Francia.

—¿Qué? —Peino mi cabello hacia atrás con intención de calmarme, pero no funciona. Miro a Marcus y este aprieta su mandíbula. Está escuchándolo todo.

—La rabia de no haber conseguido lo que quieren les debe haber cegado y están dispuestos a ir a por todas —Escucho como traga saliva—. Pretenden acorralarnos, hijo. Quieren atraparnos. Con la nueva inversión han visto peligrar su futuro en la empresa y no están dispuestos a dejarnos ir. No esperaban que lo consiguiésemos.

—¿Qué piden esta vez? —Cierro los ojos esperando cualquier cosa.

—A ti... Quieren que Nicolle y tú os caséis en las próximas semanas. —Su voz se quiebra y tengo que sujetarme al codo de mi amigo para no caerme—. Yo no quiero esto para ti, Valentin. No lo quiero, pero ya no sé qué más hacer. —Llora y eso me asusta. Mi padre nunca lo hace.

—¿Dónde estás, papá?

—En la habitación del hotel.

—Cálmate, ¿de acuerdo? Voy para allá.

Si por culpa de esa gente y sus presiones llega a ocurrirle algo, no respondo de mis actos.

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¡Malditos!


Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now