Capítulo 10

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/UNA DESCONOCIDA MUJER MUY GUAPA/

Poppy

—¿Y ese genio? —me preguntó Camila a la vez que dejaba la taza de café lentamente en la mesa.

—¡Aaaagh! —me quejé poniendo la cara encima de la mesa—. ¿Te dije que me he mudado? —Levanté la mirada hacia ella.

Ella asintió levemente con la cabeza y comenzó a jugar con la oreja de la tacita rosada.

—Sí, ¿qué pasa?

—¿También te conté que tengo un vecino que cansa hasta la médula? —puse las manos en mi cabeza, exasperada.

No llevaba ni una semana viviendo en el edificio y mi querido vecino ya me estaba jodiendo la vida como por cinco personas. Todavía seguía con sus tontas notas que me hartaban, que porque el televisor tenía mucho volumen, que si le hacía el favor de mermarle, que la música que escuchaba era un desastre, que no podía concentrarse a
causa de mi escándalo. Que esto para aquí y esto para allá.

Y eso que solo llevaba dos noches allí.

Era de lo peor.

—Eso no me lo habías contado —respondió con parsimonia, luego le dio un sorbo a su café y me miró expectante—. ¿Fastidia mucho?

—¡¿Qué si fastidia?! —levanté la cabeza de golpe—. ¡Dios santo, jode como por dos! Anoche me envió una nota pidiéndome que le bajara el volumen al televisor, y así lo hice. Pero ¡santo cielo!, me envió otra nota diciéndome que le bajara más. ¡Casi me tocó bajarle todo el volumen!

—¿Ya lo has visto? —quiso saber después de haberse reído.

—No —respondí rápidamente. Ni quería hacerlo—. Aunque sus notas tienen una impecable y perfecta ortografía, de seguro y es un viejo aburrido maestro de Literatura en una de esas universidades prestigiosas. Pero eso no le quita lo fastidioso —terminé resoplando.

Estaba frustrada, me había acostado tarde por culpa del vecino, y no dormir hacía que en lo único que pensará fuera en llegar a casa y descansar, o acabar con alguien. Aunque no tan literalmente.

Al parecer Camila pensaba en algo con demasiada atención, porque su entrecejo se frunció un momento.

—¿Sabes quién más tiene una ortografía con aquellas características? —preguntó después de un rato.

Negué levemente con la cabeza.

—Nicholas Kuesel —soltó—. Pero, dime, ¿tu vecino es peor que Nicholas Kuesel?

Al escuchar aquella pregunta me puse recta instantáneamente y di un pequeño golpe a la mesa, llamando la atención de todos en la
cafetería.

—¡Nicholas Kuesel es un psicópata del carajo! —exclamé enfadada.

Escuchar ese nombre solo había hecho que me frustrará aún más.

—¿Y el vecino?

Al parecer a Camila le divertía ver mis reacciones cuando se nombraba a nuestro jefe, porque me mostró una sonrisita tonta,
aunque trató de esconderla bebiendo un sorbo de café y mirándome por encima de la taza.

—¡También es un maldito psicópata! Solo que no sé si es guapo o no —bajé la voz a la vez que me encogía de hombros sintiéndome pequeña.

—¿Entonces...? —levantó las cejas. Estaba más que claro que esperaba una respuesta en concreto, la cual ya tenía formulada.

—Pues que están a partes iguales; en psicópatas, en fastidiosos y lo peor de todo, es que pareciera que están empeñados en no dejarme en paz. ¡Vaya vida la mía!

Mi jefe y yoWhere stories live. Discover now