2. Nostalgia

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Con el olor a sal recubriendo sus labios, un alfa de cabellos negros y ojos color miel abrió los ojos, luego de una mala noche. La cabeza no había dejado de dolerle completamente desde un mes atrás, cuando su hermana le había contado que por fin había tomado posesión de su primera casa en Tierra Firme luego de doce años en alta mar. Ella lo había invitado a venir, ahora que la situación del país era de paz, pero él no se había atrevido a aceptar.

Al menos al principio, hasta que descubrió que la casa que había arrendado su hermana se trataba nada más y nada menos que del castillo de Sarkyev. 

Los recuerdos de innumerables momentos en ese lugar, al lado de quién en algún momento se sintió orgulloso de amarlo, vinieron a la mente de Yuuri, llenando de nostalgia y pena su corazón.  ¿Por qué su hermana había podido arrendar una residencia como esa? ¿Es que acaso la familia Nikiforov había cedido por fin a los encantos de San Petersburgo? Y si no era ese el caso, ¿dónde estaba Víctor, entonces? ¿Qué habría pasado con su vida en todos esos años? ¿Quizás se había casado, como él le había aconsejado con rencor? La sola idea de saberlo de alguien más aún le disgustaba como el primer día en el que lo había imaginado.

Le contestó a su hermana en el mismo momento en que acabó de leer la carta y en su mente empezaron a crearse escenarios, uno más descabellado que el otro. Le prometió que iría tan pronto pudiera reportar sus acciones a sus superiores y así habían pasado poco más de treinta días, en los que el insomnio había sido un frecuente visitante durante sus noches.

Los recuerdos de Sarkyev le hacían recordar a ese mar que bañaba con su olor las paredes y espacios del barco que dirigía: poderosos, inconjeturables, magníficos.

Yuuri se levantó con pesadez y escuchó con atención los gritos de sus comandados, que trataban de izar velas y levar anclas.

Si su corazón y su alma tenían suerte, ese sería el último de los viajes que haría en un buen tiempo.

Habían muchas cosas que Víctor extrañaba de casa que Novgorod no tenía, especialmente el ambiente tranquilo de pueblo que dejaba espacio para recorrer amplios campos para admirar la naturaleza

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Habían muchas cosas que Víctor extrañaba de casa que Novgorod no tenía, especialmente el ambiente tranquilo de pueblo que dejaba espacio para recorrer amplios campos para admirar la naturaleza. La ciudad donde ahora vivían se había convertido en una importante ciudad mercantil y eso había hecho florecer a los negocios y a las artes. Novgorod se había convertido en un sitio obligado de tránsito y no había un día en el  que el conde de Feltsman no recibiera visita.

Por un lado, eso tranquilizaba un poco el corazón de Víctor, quien había hecho un estupendo trabajo organizando y ordenando su nueva casa. Con su padre ocupado, la alegría volvía, de una u otra forma, a la familia. Pero por otro lado, la melancolía que se había apoderado de él luego de escuchar el nombre de Yuuri semanas atrás, no se marchaba ni siquiera con el ruido de las risas y las reuniones para tomar el té.

Había mantenido correspondencia con la señora Lobanov, quien le narraba todas aquellas aventuras que se estaba perdiendo de su lugar de origen. Saberse cerca de su anterior hogar, aunque fuera a través de las palabras de la señora Lobanov, le alegraba, aunque también lo hacía sentir más ansioso. Víctor se había esforzado en no preguntar por el hermano menor de la que ahora era una querida amiga, aún si estuviera desesperado por saber algo de él. La única información que había obtenido era que Yuuri seguía soltero porque se había dedicado a una vida en el mar y no se había dado el tiempo para conocer a otras personas.

A causa de la dudaWhere stories live. Discover now