—No, Alteza. —bajó la cabeza.

Buscó su lugar tras ellos, pero no del todo detrás, ese sitio le correspondía a las seis sirvientas que los seguían.

La fragancia de flores que usaba la Reina estaba impregnada en cada parte del castillo, en cada habitación y en las afueras, justo del jardín donde las tenía plantadas.

Sus pisadas se escuchaban a lo lejos, todos los esperaban en silencio. Cruzaron el pasillo como si se tratara de un desfile, envueltos por el reflejo del marfil sobre su piel.

Entraron a la sala, sin mirar detenidamente a nadie. Ambos llevaba la barbilla levantada, luciendo mucho más altos y poderosos. Se dispusieron a subir las escaleras, Clariant arrastró los pies, temiendo golpearse con el filo, Killian la condujo hasta el trono.

—Primero tú. —le susurró, pegando si mejilla sobre su piel. —Te necesito y deseo como no tienes una idea.

Cuando se giró para sentarse en el trono, el cuerpo voluminoso de Lady Axx se hizo presente ante sus ojos, con un vestido que apenas y le permitía respirar de un pésimo color magenta. A su costado estaba el consejo y algunos Lords.

Ambos reyes sonrieron compartiendo su complicidad, fingiendo alegría.

Clariant sentía que cada uno de los listones de su vestido se apretaba mucho más sobre su espalda, robándole el aire y quitándole todo el autocontrol que pudiera tener.

Los presentes se inclinaron. Una reverencia tan común que no significaba nada.

A lo lejos extendidos en masas los plebeyos, expectantes.

—Cierren las puertas. —El rey pidió.

Todos en la plaza lo miraron. Clariant no recordaba tanto silencio desde la muerte del padre de Killian, tras una herida de jabalí en una de sus cazas.

—¿Por qué el Rey busca privacidad? —Lady Axx miró a los guardias.

—Como Rey —Clariant levantó la barbillas. —, puede desear privacidad incluso en medio de la plaza, Lady Axx, usted lo entendería si tan solo pudiera estar en mi lugar.

Las puertas de cerraron, con la gente fuera y un nido de depredadores a la espera para atacar dentro.

Como reino, como nación, por su naturaleza sabían que estaban condenados a repetir la historia, pero, Clariant estaba dispuesta en sacrificar lo que fuera para evitarlo.

—¡Tenemos noticias que darles! —el Rey lucía feliz, jovial, como si la paternidad le sentará mucho mejor que la Corona.

La comadreja se hizo presente, sujetando a Nick entre sus brazos. Ese día ella también lucía elegante, con un suave vestido de seda blanco, una casaca roja sobre su espalda y sus dos mal hechas colas a un costado de cada hombro. Las pecas en su rostro y su nariz chata la hacían lucir como una dama inocente, la omega en aprietos que cualquier alfa desearía rescatar, cosa que, no podía ser más distinta a la realidad.

—¡Ha nacido una sucesora a la Corona!

Se crearon murmullos, tanto dentro como fuera. Una mujer, una Heredera. Era sin más, lo menos que Aipabuwyth podía recibir.

La comadreja le entregó a Aki al Rey y el bebé soltó un lamento, llorando casi con la misma intensidad que cuando salió cubierto de sangre de entre las piernas de su hermana. Observó en silencio, escuchó atenta.

—Lamento tener que decirles que, mi Heredera ha recibido al mundo en situaciones trágicas, por lo que, está pequeña presentación es solamente para acallar sus peticiones y desmentir sus malos juicios hacia la Corona.

𝖀𝖓𝖆 𝕮𝖔𝖗𝖔𝖓𝖆 𝖉𝖊 𝕸𝖊𝖓𝖙𝖎𝖗𝖆𝖘 •Taynic Galikhar•Where stories live. Discover now