yo x vos

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Alejo estaba entrando en crisis. En esa tarde nublada, el mayor de sus arrepentimientos era tener el si tan fácil.

El haría lo que sea por ayudar a un amigo, y cuando Gio le preguntó si podía cuidar a su hija Emilia por unas horas ni siquiera lo pensó. La pequeña bebé de ojos claros se sentía como su sobrina. Le encantaba visitarla y jugar con ella, pero cuando las cosas se complicaban, siempre se la pasaba a sus padres para que pudieran calmarla.

¿Y si empezaba a llorar? ¿Cómo iba a saber si tenía hambre? ¿Y si tenía sueño? ¿Y SI TENÍA QUE CAMBIARLE EL PAÑAL?

Alejo sintió que estaba a punto de tener una baja de presión. No faltaba tanto tiempo para que su amigo y compañero le llevara a la pequeña beba.

Alejo también era poco resolutivo. Facundo siempre le decía que se ahogaba en un vaso de agua. Facundo siempre sabía que hacer y por eso siempre era la primera persona en su agenda cada vez que necesitaba una llamada para calmarse.

Su amigo primero se encargó de cagarlo a pedo, como ya estaba acostumbrado. Que debería tener experiencia de cuando cuidaba a Bruna, que era solo una bebé y no un monstruo y que no tenía que ser tan cagón. Que piense en que algún día iba a tener su propia familia.

A Alejo se le revolvió el estomago del pánico.

No le pidió ninguna ayuda de manera explicita a Facundo, pero con todos sus interrogantes y preocupaciones, terminó por escuchar las palabras que más amaba escuchar en la voz de su amigo.

"¿Sabes que? Deja. Ahora salgo para allá y te ayudo"

Alejo le dijo que lo amaba y solo recibió un "pelotudo" como respuesta antes de que el contrario cortara. No le importaba, sabía que Facundo también lo amaba.

Lo amaba porque sin mucha tardanza lo tuvo frente a su puerta, listo para colaborar en lo que necesitara. Sin cara de muchos amigos, tal vez con la peor de las ondas, pero estaba ahí para Alejo.

"Estoy acá por Emilia. Me da miedo que te dejen solo con la nena."

Alejo rodó los ojos mientras lo abrazaba, para después invitarlo a pasar a su casa, la cual el menor conocía a la perfección. De punta a punta a pesar del que no podían compartir tanto tiempo juntos como antes, cuando vivían en Rosario. Sin embargo, cualquier excusa parecía estar siendo suficiente para que se vieran de vuelta. Como cuando Facu necesitaba ayuda para elegir que gatito adoptar del refugio, o como cuando Alejo quiso que Facundo lo ayude a familiarizarse con manejar en la ciudad, con la complicación que le significaba estar del lado contrario.

Mientras Alejo se perdía en sus pensamientos, Facundo ya se había tirado en el sillón, del cual no dudó en saltar cuando sintió el timbre que anunciaba que Gio había llegado. Gio junto a su desafío del día, la chiquitita de ojitos claros y sonrisa contagiosa.

Alejo se quedó parado como un poste de luz después de abrir la puerta, por lo que Facundo ayudó al mayor con el gran bolso lleno de cosas que podrían llegar a necesitar. La nena directamente buscó con la mirada a su tío. Entre los pocos recuerdos que podría llegar a tener una bebé de un añito, el rostro del chico morocho que siembre jugaba con ella era imborrable.

Ella estiró los brazos para que la alzara y Alejo se sintió culpable de haber dudado tanto de cuidarla. Si Emilia lo quería, ¿como podía negarse ante esa carita que siempre le regalaba risas?

El chico se enfocó tanto en hacerle caras y repartir besitos en el rostro de la niña, que fue Facundo quien tuvo que atender a todas las indicaciones que Giovani le daba sobre su hija. También se encargó de dejarlo tranquilo para que pudiera hacer sus cosas sin preocuparse. Ellos iban a ser unos tíos responsables.

hasta el cielo, ida y vuelta - buonalizWhere stories live. Discover now