Capítulo I: El inicio de todo

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Pasada una hora y media, el muchacho se encontraba sobre su cama recostado, ya había terminado con la preparación de su equipaje y ahora se concentraba en mirar el techo, pensando si realmente tendría que ir, ¿era una buena opción siquiera? El muchacho meditó un tiempo la respuesta a esa pregunta, no la tenía, claro que no mas la idea de perder a su familia por culpa de los soviéticos le enfermaba. Ellos se independizaron por una razón, no iban a volver al régimen de esos Rojos. Sacudió la cabeza para alejar esa ira que le provocaba la idea de someterse ante el ejército soviético, debía de guardarla para el combate.

La habitación quedó en completo silencio, ya no estaba pendiente de sus pensamientos, sino que ahora se encontraba escuchando a su madre hablar entre llantos con su padre mientras le pedía a este que hablara con su hijo, que lo convenciera de no ir a aquella batalla. El muchacho no lo entendía, ¿por qué lloraba? Él iba a volver, no iba a dejar que lo mataran. Soltó un pesado suspiro y se recostó de lado ahora mirando a la puerta, lo pensó bien y optó por ya levantarse, fue hasta la mesada pequeña que estaba a los pies de su cama, hurgó en los cajones hasta dar con una libreta que tenía de hace mucho y sin uso, un lápiz algo gastado y su navaja; todas esas cosas las metió dentro de su bolso para después colgarse el mismo y salir de aquel cuarto y antes de cerrar la puerta tras de sí echó una última mirada a su pequeña habitación para posteriormente ir con sus padres.

– ¿Ya nos vamos? –les preguntó a sus padres con un tono algo serio.

– Si hijo, vamos... –le respondió el hombre sin mirarlo.

La familia caminó a paso lento en un silencio sepulcral, no había mosca que se atreviese a pasar por entremedio de ellos, tanta era la preocupación que ni siquiera eran conscientes de su entorno depresivo, eran tan ajenos al mismo que en ningún momento notaron que ya estaban dentro de la estación, estación en la cual muchos jóvenes y hombres eran despedidos por sus madres, novias, esposas e hijas. Una vez dentro de esta la mujer rompió en llanto sintiéndose tan vulnerable ante la idea de saber que su pequeño hijo iba a ser enviado a ese horrible lugar, que estaría en peligro constante, que no iba a volver sano y salvo como él aseguraba y prometía. El muchacho ya estaba algo irritado por seguir escuchando a su madre llorar por lo que la agarró de los hombros soltando un suspiró con cansancio.

– Äiti, deja de llorar prometo que volveré arrastrándome de ser necesario, pero me niego a morir en el campo de batalla –

– ¡Oh poikani, no vayas a esa guerra, te ruego que te quedes en casa mientras todo esto pasa, pero no vayas allí! ¡Morirás a manos de los comunistas! –

– ¡Äiti, tengo que hacer esto, cuantos más soldados haya en el frente, mayores probabilidades son las de ganar! ¡Además me niego a morir a manos de esos repugnantes seres! –

Narrador protagonista

Mi madre no paraba de llorar y hacer un escándalo, entiendo que esté triste por mi partida, pero no tiene que suplicar para que me quede acá en Hämeelinna en vez de ir a combatir al frente en Carelia; debo admitir que la situación me irritó e incomodó bastante pero como si fuera un milagro mi padre la separó a mi madre de mí y trato de calmarla con algunas palabras y mimos, cuando lo consiguió me miró orgulloso dedicándome una pequeña y poco visible sonrisa.

– Poikani, sabes que no soy el mejor para las palabras de aliento, pero quiero que sepas que tu sacrificio siempre será recordado por nuestro país. Me llena de orgullo ver como mi hijo va a enfrentarse a esos soviéticos, espero que le des una lección a todos eso rusos o me veré en la obligación de desheredarte –me dijo sonriente para después empezar a reír.

Me sentí bien ante ese intento de palabras de aliento, me acerqué a ellos y los abracé con fuerza. Y en el momento que iba a decirles algo más, el silbato del tren que me llevaría rumbo a la frontera con el estado de Viipuri, lugar donde nos entrenarían para combatir en el frente careliano; anunciaba su partida por lo tanto mire a mis padres una última vez mientras empezaba a correr para no perder el tren; una vez arriba me asomé a la ventana y sacando la cabeza salude a mis padres sonriente pese a no ser algo real.

– ¡Hei hei! ¡Voy a volver, se los prometo! –

– ¡Cuídate mucho! ¡Vuelve cuanto antes! –

– ¡Prometo que volveré rápido! ¡Y también prometo que les escribiré seguido! –

– ¡Está bien tesoro! ¡Espero que recibas nuestras cartas también! –

– ¡Las voy a estar esperando! –

Grité mientras saludaba con mi mano a mis padres, no sé cuándo voy a volver a verlos, pero realmente me preocupa no poder volver a casa. Si algo me pasara ellos no estarían para nada contentos, no merecen llorar por mi muerte, no puedo hacerlos pasar por un dolor así; esos pensamientos se repetían una y otra vez en mi cabeza mientras veía como mis padres se volvían diminutos con el paso de los segundos.

La Guerra de Invierno Where stories live. Discover now