Capítulo 44 - Nosotros o el mundo

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—Xiang BaiYue, mi hijo, el único que lleva mi sangre en sus venas, a quien he dejado permanecer en este mundo, ¿por qué me traicionas?

Xiang BaiYue podía escucharlo, no estaban tan lejos el uno del otro.

—No... Yo no quiero... —Tembló el más pequeño.

—Perdonaré tú traición, prometo no hacerte ningún daño. A cambio pido que ayudes a tu padre.

—¡Yo no volveré! ¡Conozco la verdad, usted no merece a nadie a su lado! Fue su culpa, sé el trasfondo del plan, lo he escuchado desde niño. Mi madre... —sollozó—. Por su culpa, ella... —Una lágrima cayó, su voz se frenó sin quererlo. Perder a su madre a tan temprana edad, y frente a sus ojos, era una herida incurable.

—¿Ah? ¿Así que lo sabías? Qué desperdicio.

El joven entró en cólera, ¿qué significaba eso? ¿Tan insignificante era él y la muerte de su madre? Sus ojos se oscurecieron y su aura espiritual salió. Se incorporó con un solo movimiento, desenfundó su espada y comenzó una corrida veloz hacia su padre.

—¡No! —gritaron Xiang Shen y Ying YongSi al unísono.

El techo volvió a desprender escombros, como si el grito anterior lo hubiese ocasionado, hecho que no le importó a Xiang BaiYue. El muchacho estaba ensimismado en clavar la espada en su padre, por lo que siguió corriendo como un loco hacia él. Sin embargo, antes de que el impacto ocurriese, Xiang Feng, como era lógico, sujetó la fina hoja de la espada de su hijo, con dos dedos fue más que suficiente.

—¿Estás seguro de que quieres ir contra mí? ¿Mami no estará triste?

—¡Fue tu culpa! ¡Maldito! ¡No tienes sentimientos! ¡Tampoco tienes derecho de nombrar a mi madre! —bramó, insistiendo en perforar el pecho de su padre.

El hombre suspiró, apenas ejercía presión en la espada para frenarla.

—Es una lástima —agregó, entristecido. Sacó el abanico, que llevaba escondido en sus ropas, y se abanicó un par de veces, dando a entender que detener una espada con los dedos no era gran cosa—. Quería que fueras un buen sucesor... Me equivoqué.

Al culminar sus palabras, Xiang Feng hizo un poco más de fuerza en la hoja de la espada, y esta se partió en dos partes. Las cejas de Xiang BaiYue se curvaron con terror, todo su cuerpo sintió un frio inmenso. No podía hacer nada contra él.

—Mi espada...

—¿Olvidas quién te dio esta espada? ¡No tienes derecho a usarla! ¡Niño malnacido! —vociferó, impotente, insertando parte de la hoja que acababa de romper en el hombro del joven.

—¡Xiang BaiYue! —llamó Ying YongSi, corriendo hacia él.

Por culpa del derrumbe y de los rayos que salían sin cuidado desde la pelea de Li BaoMing y Yuanghe, Xiang Shen y Xin Yuan apenas pudieron llegar para abalanzarse sobre Xiang Feng.

—¡Cuida a Xiang BaiYue, Ying YongSi, te lo encargo! —ordenó Xiang Shen.

—¡Está bien, lo haré!

Ying YongSi quería luchar, se veía en su rostro, mas nada podía hacer frente a toda esta gente, solo negar con la cabeza, esconderse y darse cuenta de que no era su lugar.

Xin Yuan, con su espada negra en manos, añadió:

—Si sabes curación, trata de frenar la hemorragia. Si no sabes, puedes pasar un poco de tu energía, eso ayudará. No te sientas culpable.

Tras aconsejar al joven, se impulsó hacia el escudo de Xiang Feng, consiguiendo de inmediato, junto a Xiang Shen, que este se rompiera. Al ver que dos hombres se acercaban con intenciones asesinas, el rey desenfundó su propia espada. El arma de Xiang Shen desprendió aún más energía al ser impactada contra la hoja de su hermano.

Entretanto, Xin Yuan notó una presencia escondida que se acercaba desde otro ángulo. Volteó rápidamente para bloquear lo que se acercaba y, al despejarse el polvo que fue levantado, divisó al enemigo. Era el perro de Xiang Feng, Jun Chao, un tipo inútil que solo seguía órdenes, de hecho, fue quien arrastró a Xiang Shen el primer día que renació. Para Xin Yuan no suponía una carga el pelear contra él, no hasta que Xiang Feng activó un sello con su mano disponible. En el suelo apareció un círculo brillante de color amarillo y repleto de símbolos. Xiang Shen lo reconoció al instante. ¡Él mismo había inventado ese conjuro! Era uno muy similar al que utilizó en el palacio antes para retenerlos.

—¡Xiang Feng! ¿Estás utilizando mis propios inventos contra mí? —preguntó, enfurecido.

—Tú no lo necesitas, yo sí. He aprendido muchos trucos tuyos, no te enojes —se burló el hermano menor.

El círculo dibujado era para bloquear o disminuir la energía de los demonios, era demasiado potente y hasta podía llegar a matar a los demonios débiles que cayeran en él. Como Xiang Feng era bastante inferior a Xin Yuan y Xiang Shen, recurrir a métodos como ese era algo normal. Era un hechizo muy extraño y desconocido, era uno de los tantos que Xiang Shen había inventado.

—¿Necesitan llegar a esto para ganar? —se burló Yuanghe—. De verdad que son unos perdedores sin remedio. —Volvió a atacar a Li BaoMing luego de esas palabras, era como si un solo comentario fuera difícil de decir en esa situación.

—Si eres ganador, eres ganador. Si eres perdedor, eres perdedor. No me importan los métodos, siempre y cuando gane mi favorito —respondió el dios, igual de agitado que el otro.

—No deberías desconcentrarte —gruñó Xiang Feng hacia su hermano, quien miraba de reojo al dios y demonio que peleaban.

Xiang Shen contuvo los insultos en su mente, profundizó su mirada y precisión, apretó el agarre de su espada y atacó al pecho de su hermano. El ataque fue bloqueado, pero la fuerza que Xiang Shen ejercía era demasiada. El hombre apenas podía defenderse de eso, ¿por qué todavía lo intentaba?

Xiang Feng se vio obligado a retroceder mientras se defendía de la hoja de su hermano, y, al no poder hacerlo y seguir retrocediendo sin importar la presión que pusiera, colocó una mano en su espada para aumentar la fuerza de defensa. En consecuencia, una parte de su mano se vio perjudicada y comenzó a sangrar.

El ataque de Xiang Shen no cesó. El castaño logró tirarlo hacia atrás y, en ese justo momento, una veloz espada salió perforando el estómago de Xiang Feng.

Todo ocurrió demasiado rápido, tanto que hasta Xin Yuan quedó estupefacto. El rey de Xiang fue atravesado en un punto vital. Xiang Feng tocó su abdomen con una mano, luego, la miró. Rojo, completamente enrojecido. ¿Cómo se había descuidado tanto? Al bajar sus ojos enfurecidos, vio que su joven hijo estaba ahí, atravesando su cuerpo con lo que quedaba de su espada, lloraba tanto que su rostro estaba empapado.

Fin capítulo 44.

¡Muchas gracias por seguir por aquí! Les mando un fuerte abrazote~ 💖

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Grulla Negra《Hēi hè》-En corrección-Where stories live. Discover now