Jean entrelaza su mano con la mía y luego de decirles adiós a varios niños que se atravesaban en nuestro camino, por fin pudimos salir del orfanato. Ni siquiera me di cuenta que ya está oscureciendo, faltan apenas unos minutos para que la noche se torne estrellada. Acabo de conocer a la familia de Jean, aunque la señora Rita y Carla no compartan sangre con él, siguen siendo su hogar.

—¿En qué piensas?— Pregunta Jean mientras caminamos hacia el auto.

—Estoy feliz.— Sonrío hacia él. —Eso es todo.—

***

Dejar que alguien vea tus
grietas no es fácil.

Cuando rompemos un jarrón hay dos opciones, comprar uno nuevo o pegar las piezas y fingir que nada pasó, pero el dolor no es un jarrón. Aún así tratamos de unir los pedazos rotos que cargamos del pasado y seguir adelante, hay personas que no notan las grietas, otras solo las ven si se acercan, pero pocas ven el jarrón completamente roto y aún así tratan de mantenerlo unido.

Jean no es un jarrón, es una persona con sentimientos, pasado, sueños, tristezas, como todos nosotros. Aún así me dejó ver sus grietas, esos puntos débiles que nadie nota unidos por "pegamento" al que llaman fortaleza, valentía, o resignación.

Jean es valiente en toda la
extensión de la palabra.

A pesar de estar aterrado por lo que yo pudiera pensar o hacer después de conocer el lugar donde creció, tuvo la valentía de llevarme hasta allá, el centro de su corazón. Escarbé en lo más profundo de él y encontré el nacimiento del sol, no hay mejor manera de describir el calor que dejó en mi interior.

Jean estaciona el auto y entramos a su casa, casi en ningún momento soltó mi mano.

—¿Eh?— Intenta prender el interrumpir de la luz. —¿Por qué esto no sirve?—

—Quizás está averiado.— Cierro la puerta de entrada y escucho los maullidos de Romeo, acercándose a nosotros.

—Mierda...— Susurra y volteo a verlo, sorprendida. —Se me olvidó pagar la luz, es eso.—

—Nunca te había escuchado decir una grosería.— Río sutilmente. —Fue divertido.—

—En el orfanato nos regañaban si decíamos groserías, se me quedó esa costumbre.— Contesta. —Umh, déjame ver si tengo velas, no veo nada.—

"¿Velas? uy, eso suena bien" pienso y rápidamente descarto cualquier imagen pervertida en mi cabeza, maldita sea, debe ser porque no he tenido "acción" en un tiempo. Siento mis mejillas arder y espero a Jean en el sofá, instantes después regresa con un par de velas, encendiéndolas sobre la mesa de centro.

—Ya está, algo de luz.— Se sienta a mi lado. —Entonces...¿q-qué dices?—

—¿De qué cosa?—

—Pues, lo de hoy.— Rasca su nuca. —¿Necesitas decir algo?—

—Umh, fue lindo.— Contesto. —Me sentí bienvenida, los niños eran adorables, Rita y Carla son increíbles, hmm...— Acaricio mi mentón, pensativa.

—¿Pero no hay algo malo que quieras decir al respecto?—

—¿Malo?— Frunzo las cejas. —Jean, ¿aún sigues asustado de lo que pueda pesar de tu origen?—

—Lo siento, es que...— Suelta un suspiro, apoyando aún más su espalda contra el asiento. —No sé porqué me cuesta tanto decir "hey, no tengo familia" si no tiene nada de malo, pero me dolería escuchar alguna burla sobre eso. Estúpido, ¿no?—

new romantics | jean kirschteinWhere stories live. Discover now