Capítulo 1

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LA MUDANZA

"Mi hogar... es mi camino ."

Emile Hirsch


La mudanza había sido larga y agotadora. Su padre Conrad había decidido acompañarla en su viaje de doce horas hacia su nuevo destino.

La pequeña casita que había alquilado para su estancia era preciosa. Se encontraba relativamente cerca del campus universitario y de una tienda de conveniencia que seguramente le salvaría la vida en más de una ocasión.

La zona era un barrio residencial, la tasa de criminalidad era casi inexistente y eso había tranquilizado mucho a su madre que había estado muy disgustada cuando su hija había sugerido ir a estudiar a un sitio tan lejos dónde no podía socorrerla de inmediato si le ocurría algo.

Su padre, por otro lado, que había observado el comportamiento de su hija y su estado de ánimo le había parecido una idea excelente para darle un giro a su vida lejos de tantos recuerdos.

El dinero no había sido un problema desde que denunciaron a la clínica de desintoxicación por no cuidar a sus pacientes y no verificar los antecedentes de sus médicos, habían ganado bastante dinero, un dinero con el que no sabían que hacer salvo dividirlo entre las dos cuentas de sus hijas. Era suficiente para mantenerlas durante por lo menos diez o veinte años si se lo gestionaban bien.

Dani había pensado que ese dinero era sucio, ganado a costa de la desgracia que le había ocurrido a su familia y de las estúpidas decisiones de su hermana, pero la verdad era que no veía una mejor forma de gastarlo que utilizarlo para formar su nueva vida.

Desde que Renee se había ido todas las conversaciones eran sobre ella, sobre lo que se podría haber hecho o lo que no, sobre si estaba enferma o si no, ella, ella y siempre ella.

Dani había adorado a su hermana, pero también la había resentido como a ninguna otra persona y se arrepentía de esos pensamientos. Ella, la chica a la que nunca elegían, la hermana sosa, la de la lengua afilada y apariencia desgarbada.

Era su momento de hacer un cambio en sí misma, de salir de la sombra de Renee, de dejarla atrás.

Caminó arrastrando los talones sobre el suelo de madera y dejó la última caja en el pequeño y acogedor salón. Se giró hacia la derecha y pudo ver como su padre le extendía un humeante vaso de cartón con café.

—Gracias —le dijo.

El hombre la miró con ojos cariñosos pero cansados, en los dos últimos años sus padres parecían haber envejecido de golpe. El arenoso cabello de su padre tenía cada vez más hebras grises y unas profundas líneas marcaban de cansancio sus ojos y su expresión y su madre, una mujer elegante y con una presencia que envolvía la sala parecía ser la sombra de lo que un día fué, su cabello rojo como el fuego se había apagado y daba la sensación de ser mucho más pequeña de lo que Dani había visto nunca. Además, algo en ellos se había roto, lo veía cada vez que la miraban, porque no solo la veían a ella, veían también a Renee y se preguntaban que era de ella, si se encontraría bien o si tal vez le habría ocurrido algo horrible.

—¿Te quedas esta noche?

La casa no tenía muchos muebles, pero si estaba provista de un sofá cama en una pequeña habitación que tenía planeado decorar como su cuarto de estudio.

—Sí, claro —lo vió vacilar—. Estaría bien. Mañana por la mañana me llevarás al aeropuerto, que como no regrese pronto a casa a tu madre le da una histeria.

El lenguaje del amor: El silencio entre tu y yoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora